El fútbol rumano, que vivió su época dorada en los años 1990, está sumido ahora en una grave crisis, tanto deportiva, al haber quedado fuera de Brasil-2014, como fuera de la cancha, con varios presuntos casos de corrupción que han dañado su imagen.
Rumania no participa en un Mundial desde Francia-1998 y tardará al menos dos décadas en volver a otro, ya que, fuera de Brasil, el objetivo más inmediato ahora es construir un equipo para ir a Rusia 2018.
Pero la tarea no se anuncia sencilla. “No hay nada que lamentar. La selección de Victor Piturca nos ha evitado que nos avergüencen en Río”, publicó el diario Adevarul, el más leído del país, tras la revancha perdida en noviembre contra Grecia (3-1 y 1-1).
La actual selección rumana poco tiene que ver con aquel equipo que lideró Gheorghe Hagi, el “Maradona de los Cárpatos”, en los años 1990 y que tuvo como resultado más destacado unos cuartos de final en el Mundial de Estados Unidos 1994, perdiendo en los penales contra Suecia, después de haber eliminado a Argentina en octavos (3-2).
Aquel era un equipo muy bien organizado en defensa y muy efectivo al contragolpe, en el que destacaban, además de Hagi, otros jugadores que militaban entonces en algunos de los mejores equipos de Europa, como Gica Popescu, Dan Petrescu, Miodrag Belodedici, Dorinel Munteanu, Florin Raducioiu o Ilie Dumitrescu, autor de dos goles contra Argentina en 1994.
De los 23 convocados por Piturca para el amistoso contra Argentina, sólo uno juega en uno de los llamados “grandes” de Europa y lo hace con irregularidad.
Es el arquero Costel Pantilimon, que se alterna en la portería del Manchester City con el irregular Joe Hart.
Otros juegan en equipos de segunda fila en Alemania, Grecia, Albania y, sobre todo, en España, como Razvan Rat en el Rayo, Gabriel Torje en el Espanyol y Ciprian Marica, el delantero del Getafe, que es actualmente el máximo goleador de la Tricolorii (24 tantos en 68 encuentros).
Muchos de los seleccionados por Piturca juegan en su país, la mayoría de ellos en los dos equipos de la capital (Dínamo y Steaua de Bucarest), pero los clubes rumanos han perdido mucho potencial en los últimos años.
Algunos jugadores, además, son más conocidos por sus escándalos fuera de las canchas que por sus logros deportivos, a imagen del veterano Adrian Mutu, el último jugador rumano con “proyección internacional”, pero muy propenso a los conflictos extradeportivos.
A los tribunales por corrupción
Mucho más graves, para el fútbol rumano, son los problemas relacionados con la corrupción. El polémico presidente del Steaua, Gigi Becali, fue condenado en mayo de 2013 a dos años de cárcel por un caso de recalificación de unos terrenos.
También fue condenado a tres años por secuestro, y actualmente está encarcelado.
Becali, además, fue sancionado en diversas ocasiones por sus declaraciones racistas y homófobas.
Ayer se conocieron además las sentencias de cárcel para ocho exaltos cargos del fútbol rumano, entre ellos el ex jugador del Barcelona Gica Popescu, por traspasos irregulares de futbolistas entre 1999 y 2005.
Popescu fue condenado a tres años, un mes y 10 días de prisión. El ex internacional, que era el gran favorito para ganar las elecciones a la presidencia de la Federación Rumana que se celebrarán este miércoles, cambiará el despacho presidencial por una celda presidiaria.
También fueron declarados culpables George Copos (3 años y 8 meses), ex patrón del Rapid de Bucarest, así como dos agentes de jugadores y primos de Gigi Becali, Ioan (6 años y 4 meses) y Victor Becali (4 años y 8 meses).
Hasta el propio seleccionador Piturca fue condenado a un año de prisión condicional en junio pasado por otro caso de presunta corrupción.
Pero el ex tenista Ilie Nastase, uno de los grandes mitos del deporte rumano, es optimista con la nueva generación de futbolistas.
“Estos jóvenes son los mejores que tenemos. Olvidemos las eliminaciones y los resultados pasados. No los presionemos y confiemos en ellos en el futuro”, dijo entusiasmado.