Crisis económica y hábitos de consumo

Las crisis económicas traen aparejados inevitablemente cambios en los hábitos de consumo. Y no precisamente para bien.

Crisis económica y hábitos de consumo
Crisis económica y hábitos de consumo

Los cambios de consumo producidos por las crisis económicas se agudizan cuando la caída de los ingresos de las familias se da en un contexto de alta inflación. Es que es la alta inflación la que causa la mayor parte de la caída de ingresos ya que estos, salvo en algunos pocos sectores, no pueden acompañar aquella.

De manera que cuando estas situaciones se prologan en el tiempo, como ocurre en nuestro caso, la gente trata de “buscarle la vuelta”. Concepto que puede parecer superficial pero que no sólo no lo es, sino que explicita un aspecto profundo de la naturaleza humana. Frente a las grandes dificultades individuales o colectivas, las personas procuran encontrar soluciones, buscar una salida. Este impulso natural de los seres humanos es el que posibilita que estos, intentando soluciones para sus situaciones particulares, hagan posible que las sociedades sigan funcionando.

En ese proceso se producen cambios tanto del lado del consumo, como también de la producción y la comercialización.

Uno de ellos ha sido el producido por la escasez de leche fresca y la consiguiente desaparición en las góndolas de las segundas marcas, más económicas. Un pequeño grupo de tambos que aún subsisten en la provincia, rápidamente han tratado de cubrir el hueco de mercado, aumentando la producción, vendiéndola directamente al consumidor a precios notablemente más bajos que las primeras marcas en góndola, que dicho sea de paso, constituyen claramente un oligopolio.

Las compras no sólo han sido de leche fresca sino de productos derivados como yogures y quesos. Este hecho está mostrando que puede haber posibilidades de un mercado interesante para la actividad tambera en Mendoza, que como otras actividades necesita modernización tecnológica y mejoras de productividad.

Otro hecho interesante es el desplazamiento de los consumidores para comprar en fábricas y supermercados mayoristas. En el primer caso un ejemplo es la compra de aceite de oliva. Se trata de un producto de alta categoría en el mundo y que en nuestro país es de bajo consumo porque se encarece notoriamente en la cadena comercial. A lo que hay que agregar su adulteración. En una zona productora de aceitunas y aceite de oliva  no debiera ser un producto de lujo, sino estar al alcance de muchos, que además comprando en las fábricas se aseguran calidad en un mercado poco transparente. Las compras en mercados mayoristas es un fenómeno que lleva ya varios años, facilitado en el caso de nuestra provincia por la instalación de una buena cantidad de ellos, ubicados en lugares de fácil acceso.

Las compras en los mayoristas trae aparejada la formación de grupos (pool) de compras, familias que se unen  para comprar en cantidades y ahorrar en viajes. Un fenómeno similar ocurre con las compras de frutas y verduras en ferias de concentración. Por cierto, las diferencias de precios son importantes.

Un caso que tiene una trascendencia cultural más allá de lo económico, es la compra de manuales y libros escolares usados. Esta debiera ser una práctica habitual. En las familias con varios niños en edad escolar que pasan los libros de unos a otros, al igual que la compra y venta de usados. Es saludable que algunos colegios pongan en práctica estos intercambios. También sería deseable que las autoridades escolares revisen las exigencias de los docentes pidiendo nuevos ediciones de manuales en disciplinas que poco o nada innovan, de un año a otro.

En síntesis,  es hora de advertir que hay mucho derroche en las familias y mucho abuso en las cadenas comerciales. Ojalá la crisis nos ayude a corregir ambas fallas.

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