Los miles de millones de dólares prometidos recientemente por los países del Golfo a Egipto no representan más que un balón de oxígeno para el país, al borde de la quiebra por una grave crisis económica a la que se suma la convulsión política, estiman los expertos.
Los millones de egipcios que pedían la dimisión del presidente islamista Mohamed Mursi lo acusaban, sobre todo, de haber dejado la economía a la deriva, con una inflación y un desempleo en alza y escasez crónica de combustible.
La gasolina volvió a las estaciones de servicio que habían quedado vacías por una avalancha causada por un movimiento de pánico justo antes de que el Ejército derrocara a Mursi el pasado 3 de julio. Rápidamente, varias monarquías del Golfo anunciaron una ayuda de un total de 12.000 millones de dólares.
Pero el clima de inseguridad y de inestabilidad política aleja todavía un poco más la perspectiva de un regreso de los turistas, una de las principales fuentes de ingresos del país y de inversiones extranjeras, que se desplomaron después de la caída de Hosni Mubarak en 2011.
Las negociaciones desde hace dos años con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para un préstamo de 4.800 millones de dólares parecen eternizarse, ya que por el momento el país no tiene un gobierno completo ni un plan de reformas para someterle.
"Aunque se llegue a un acuerdo sobre el préstamo (del FMI), no creo que esto se traduzca en una afluencia de inversiones. El país está sacudido desde 2011, acaba de vivir un golpe de Estado militar y hay disparos contra la gente en la calle. Difícilmente se puede hablar de un contexto atractivo", estima el analista financiero Andrew Cunningham.
A corto plazo, la ayuda financiera del Golfo -5.000 millones de dólares de Arabia Saudí, 4.000 millones de Kuwait y 3.000 millones de los Emiratos- aporta oxígeno.
Al final de junio, el Banco Central egipcio no tenía más que 14.900 millones de dólares de reservas de cambio (contra 36.000 al comienzo de 2011), que sólo le sirven para pagar tres meses de importaciones.
Los fondos del Golfo podrían permitir al país seguir importando durante los próximos meses productos básicos, en particular trigo o carburantes.
"En este país de 84 millones de habitantes, una persona de cada cuatro vive por debajo del umbral de la pobreza y sobrevive gracias al trigo subvencionado", que viene del extranjero, explica Sébastien Poncelet, analista del gabinete de consejo francés Agritel.
Pero, según Cunningham, la inyección de fondos del Golfo no es una solución a largo plazo: no hace tanto que el país recibió miles de millones de dólares de Qatar que sirvieron como remiendo.
"No son más que parches. Los desafíos son enormes y estructurales. La economía egipcia está mal gestionada desde hace décadas y no se solucionó bajo (la presidencia de) Mursi", afirma.
Las últimas estadísticas muestran una fuerte progresión del desempleo, que llegó al 13,2% de la población activa contra el 8,9% de hace tres años. Muchos consideran que estas cifras no reflejan la realidad, que sería todavía peor.
Hay que añadir a esto un sistema educativo y un sector médico decadentes, una corrupción endémica, con salarios miserables y un déficit presupuestario estimado en un 11,5% del PBI.