Crimen de Avelino Maure: el encuentro con su asesina

El aberrante homicidio del maestro es uno de los hechos policiales más recordados de la historia local.

Crimen de Avelino Maure: el encuentro con su asesina
Crimen de Avelino Maure: el encuentro con su asesina

En pocos meses se cumplirán 50 años de uno de los crímenes más recordados que se cometieron en la historia de Mendoza. El suceso conmovió a toda la provincia por la alevosía con que fue perpetrado.

El 19 de setiembre de 1969, fue brutalmente asesinado en calle Las Cañas, en el departamento de Guaymallén, el profesor Avelino Maure; un querido y respetado docente. La asesina fue su esposa Susana Arbues, junto a su amante Rodolfo Giménez Jáuregui.

Este sangriento episodio fue por mucho tiempo tapa de todos los diarios del país y aún hoy, a pesar de tantos años, se sigue recordando. Diario Los Andes fue el primero en tener una entrevista con la asesina Arbues. Fue publicada con el título: "El Juez sabe que soy inocente", el 21 de setiembre. Así la esposa del malogrado profesor Maure contaba su versión:

"Susana Arbues conversó durante 8 minutos, al mediodía de ayer, con un redactor de Los Andes. Fue su primera entrevista con personas ajenas a la investigación de los hechos. Hasta el cierre de esta edición no había hablado con ningún familiar.

Con el periodista estuvo un oficial de policía. El salón donde está alojada la mujer es muy amplio, pintado de color obscuro, con un gran ventanal ubicado a 3 metros del piso. Sobre una esquina había una cama de metal y sobre ella un colchón viejo, una manta gastada y una almohada situada. Tampoco observamos sábanas. Al lado, sentada en una silla rústica, construida con hierros, con asiento y respaldar de sogas gruesas entrelazadas, estaba Susana Arbues. Vestía una chomba negra y sobre la falda un mantón del mismo color. Sus manos estaban ocupadas con una revista para niños, usada como apoyo de un papel, sobre el cual escribía. Sus ojos son oscuros, redondos y medianos. Tiene la nariz ligeramente respingada y el rostro perfilado, disimulado quizás con un peinado envolvente, que le cubre parte de la frente amplia. Sus cabellos, color rubio cobrizo, estaban en desorden.

La visita inesperada hizo que ella abriera el diálogo: "No quiero conversar con nadie", afirmó con voz suave y tranquila. Insistimos y explicamos. El oficial interrumpió: "Si usted quiere hacer declaraciones, está en su derecho, pero también puede abstenerse". Susana asintió con la cabeza y dijo luego: "No tengnada que hablar con el periodismo... nada". Entonces comenzó la entrevista.

“Mi razón la tiene el Juez”

"Yo estudié tres años en la Escuela Superior de Periodismo y terminé de cursar, pero no rendí", afirmó.

- ¿Avelino Maule también?

- Sí, claro. Los dos estudiamos juntos.

- ¿No quiere escribir algo para defenderse?

- No, no quiero. Yo comprendo el trabajo de ustedes, pero les repito que no. Mi verdad ya la sabe el juez. El sabe de mi inocencia y con eso es suficiente. - El diálogo se cortó con su silencio, pero de inmediato reaccionó: "Pedí los diarios esta mañana, pero aún no me los trajeron". El oficial contestó: "Ya mismo le hago traer uno, señora, y ordenó que trajeran un matutino. Lo abrió en la página de artes y espectáculos y nos dijo: Déjenme unos segundos sola".

Salimos a una pequeña pieza y a los 20 segundos llama. Volvimos a entrar. El diario se hallaba sobre la cama; ella con la mirada baja. Cuando estábamos dispuestos a retirarnos, ingresó un agente con un plato de comida. Susana miró el almuerzo y manifestó: "No tengo apetito, desde ayer que no tengo". Rápidamente, volviéndose al oficial, reiteró un pedido: "Esta mañana pedí que viniera el padre Joaquín, de San Vicente Ferrer, pero no lo llamaron. Quiero confesarme".  El uniformado le respondió: "Cómo no señora, enseguida le hablaremos al capellán de la policía". Ella insistió: "No, no, quiero que venga el padre Joaquín y también el juez: sí, quiero hablar con el juez también.

Una carta

De inmediato el periodista le preguntó sobre lo que había estado escribiendo con lápiz y dijo: "Es una carta para mi hermano, estoy tan cansada".

Se recostó sobre el respaldo, jugó nuevamente con el lápiz y dirigiéndose al policía, esta vez más enérgica, expresó: "No quiero recibir a ningún periodista, ni a mis familiares, ni a nadie. Sólo al padre Joaquín y al juez".  Hasta el cierre de esta edición ningún cronista la entrevistó. Tampoco habló con sus familiares.

Más tarde, alrededor de las 18, trascendió que Susana Arbues había hablado con el sacerdote".

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