El talibán arrojó dos veces cartas de advertencia al hogar de Malala Yousafzai, adolescente paquistaní de 14 años que es una de las promotoras más persuasivas de la educación de las niñas.
Le ordenaban que detuviera su activismo. o se atuviera a las consecuencias. Ella se negó a dar marcha atrás, intensificó su campaña e incluso lanzó un fondo para ayudarles a niñas paquistaníes en la pobreza a obtener una educación.
Así que el pasado martes 9 de octubre, hombres enmascarados se acercaron a su autobús escolar y preguntaron por ella, por su nombre. Después, le dispararon en la cabeza y el cuello.
"Que esto sea una lección", dijo más tarde un portavoz del talibán paquistaní, Ehsanulá Ehsan. Agregó que si ella sobrevive, el talibán intentaría matarla de nuevo.
Los cirujanos ya sacaron una bala del cuerpo de Malala y ella sigue inconsciente, en condición crítica, en un hospital en Peshawar. Un cercano amigo de la familia, Fazal Moula Zahid, me dijo que los médicos abrigan la esperanza de que no haya habido daño cerebral y que ella regresará a la escuela a final de cuentas.
"Tras la recuperación, ella seguirá teniendo una educación", asegura Fazal. "Ella nunca, nunca dejará la escuela. Ella irá hasta el final".
"Por favor, agradezcan a toda su gente que nos está brindando apoyo y que están a nuestro lado en esta guerra", agregó. "Ustedes nos vigorizan".
El día previo a que Malala fuera baleada, lejos, en Indonesia, otra niña de 14 años en busca de una educación sufrió por una misoginia de otro tipo. Traficantes sexuales se habían acercado a esta jovencita a través de su perfil de Facebook, para luego detenerla y violarla durante una semana. La liberaron luego de que su desaparición apareciera en el noticiario local.
Cuando su secundaria privada se enteró de lo ocurrido, le dijo a ella que había "opacado la imagen de la escuela", según informa la Comisión Nacional de Protección a los Derechos del Menor de Indonesia. La escuela la expulsó de manera pública -frente a cientos de compañeros- por haber sido violada.
Estos sucesos coinciden con el primer Día Internacional de la Niña, el pasado jueves 11 de octubre, y nos recuerdan que la lucha mundial por la igualdad entre los sexos es la máxima lucha moral de este siglo, equivalente a las campañas en contra de la esclavitud del siglo XIX y en contra del totalitarismo en el siglo XX.
En Estados Unidos es fácil descartar ese tipo de incidentes como barbaridades distantes, pero tenemos un punto ciego para nuestras propias injusticias, como el tráfico sexual. A lo largo de Estados Unidos, jóvenes adolescentes son traficadas por proxenetas en sitios web como Backpage.com.
Y después, con demasiada frecuencia, son tratadas por la policía como criminales en vez de víctimas. Estas niñas no sólo son expulsadas de la escuela, son arrestadas.
El abuso sexual de niños por parte de Jerry Sandusky provocó indignación. Sin embargo, abusos similares son de rutina para niñas víctimas del tráfico sexual a lo largo de Estados Unidos, al tiempo que las autoridades locales a menudo se encogen de hombros con indiferencia, de la misma forma que algunas personas evidentemente lo hicieron en Penn State.
Tampoco apreciamos la manera en que incidentes como el ataque del martes 9 en Paquistán representan un amplio argumento sobre si las niñas merecen derechos humanos e igualdad de educación. Malala era una de las líderes del grupo que dijo "sí".
Después de aspirar anteriormente a ser médico, en fecha más reciente dijo que quería ser política -siguiendo el modelo del presidente Barack Obama, uno de sus héroes- para lograr el progreso de la causa de la educación de las niñas.
Paquistán es un país que históricamente ha sufrido de una dirigencia tímida e ineficiente, reacia a enfrentar a los militantes. Más bien, el verdadero liderazgo surgió de una valiente jovencita de 14 años.
Del otro lado está el talibán, que entiende perfectamente lo que está en juego. Le dispararon a Malala porque la educación de las niñas amenaza todo lo que ellos representan. El mayor riesgo para extremistas violentos en Paquistán no está en los aviones teledirigidos de Estados Unidos. Está en las niñas educadas.
"Esta no es solo la guerra de Malala", me dijo una estudiante de 19 años en Peshawar. "Es una guerra entre dos ideologías, entre la luz de la educación y la oscuridad". Dijo también que le alegraba que la citaran por su nombre. Pero después de lo ocurrido a Malala, no me atrevo a ponerla en riesgo.
Para aquellos que quieren honrar la valentía de Malala, existen excelentes organizaciones construyendo escuelas en Paquistán, como Developments India Literacy (dil.org) y The Citizens Foundation (tcfusa. org). He visto sus escuelas y cómo transforman a niñas... y comunidades.
Una de mis mayores frustraciones cuando viajo a Paquistán es que suelo detectar madrazas extremistas, o escuelas financiadas por misóginos medievales de Arabia Saudita u otras partes. Ellos proveen comidas, no cobran pagos de cuotas escolares y, a veces, ofrecen becas para atraer jóvenes. Esto porque sus donadores entienden perfectamente que la educación moldea países.
Por contraste, la ayuda estadounidense se relaciona principalmente con mantener al ejército paquistaní. Nosotros hemos triplicado la ayuda a la educación paquistaní, hasta 170 millones de dólares anualmente, y eso es magnífico. Sin embargo, eso equivale a menos de una décima parte de nuestra ayuda de seguridad para Paquistán.
En el correo electrónico más reciente de Malala a un colega del Times, Adam Ellick, ella escribió: "Quiero acceso al mundo del conocimiento". El talibán entiende claramente el poder transformador de la educación para las niñas. ¿Y nosotros?