Creer en dios más que en uno mismo

Creer en dios más  que en uno mismo

La fe es eso que creemos sin tener ninguna evidencia. Y mal que mal, lo hacemos todos. Esta semana hemos visto cómo el Atlético de Madrid se veía forzado a vender al fútbol chino a Jackson Martínez, la estrella que compró por 32 millones de euros para que fuera delantero de referencia. Lo fichó hace seis meses, llegó a jugar sólo dos partidos completos y metió apenas tres goles.  "Creía más en Dios que en sí mismo", declaró uno de sus compañeros de equipo el día de la despedida.

Friedrich Nietzsche dijo que tener fe significa no querer saber la verdad. Sócrates dijo que solo dios es el verdadero sabio. El Cholo Simeone dijo que los partidos hay que jugarlos con el cuchillo entre los dientes en el terreno de juego. Lo que llevó al Atlético a gastarse tantos millones de euros por el colombiano también fue una creencia, pero amparada en la cantidad de goles que metió el delantero en su anterior equipo. Jackson llegó a Madrid diciendo que todos los halagos que recibía los compartía con dios. Ahora juega en el Guangzhou Evergrande oriental.

Parece razonable plantearse la conveniencia de confiar tanta responsabilidad a cualquier cosa que no sea un mismo. En el fútbol y en cualquier otra cosa. A Jackson Martínez le intentaron ayudar de mil formas distintas. Hablaban con él a diario, tanto el equipo técnico, como los psicólogos, como sus compañeros. Salía, rezaba, corría, pero la pelota no entraba.

Él sostenía que era Dios quién tenía la respuesta, y que los resultados no dependían de él. ¿Pero acaso es una fe sincera aquella que no actúa? El Cholo siempre le pidió a sus hombres compromiso y trabajo en el campo, y nunca dejó nada que pudiera controlar al azar. El día que Martínez partía para el gigante asiático dijo: "Cuando un jugador no responde, el primer responsable soy yo." El delantero colombiano se fue creyendo que el responsable fue el todopoderoso mientras el entrenador se quedó autoinculpándose.  Nadie le echó la culpa al jugador.

Samuel Butler dijo una vez que se puede hacer muy poco sólo con fe, pero nada sin ella. Es posible que la fe de Jackson le llevara a uno de los mejores clubes del mundo, pero la misma fe se lo acaba de llevar muy lejos del fútbol competitivo. La única realidad es que su talento lo bendijo ascendiéndolo al fútbol profesional, su entrenamiento religioso y su sacrificio a meter muchos goles, el dinero a la élite balompédica europea y la falta de carácter a lo más profundo de China. Como dijo una vez Groucho Marx: ¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?

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