Dice haber encontrado la bomba atómica de los nazis, pero casi nadie le cree. Peter Lohr, un ingeniero jubilado de 70 años, está seguro de haber rastreado plutonio o uranio en las galerías subterráneas construidas por los nazis en la zona del valle de Jonas (Jonastal), en el sur de Alemania.
“Encontré cuevas impresionantes”, dijo Lohr al popular diario alemán Bild.
Con un radar de penetración de tierra, una computadora y la tecnología 3D, el investigador amateur asegura haber captado imágenes que indican (con sombras rojas y amarillas) que hay cinco grandes objetos metálicos enterrados a unos 14 metros de profundidad en esa región de bosques y montañas.
“Dos de esos objetos son bombas atómicas de los nazis” -asegura Lohr-; “su estructura corresponde a modelos parecidos al ‘Fat Man’ (‘Gordinflón’) norteamericano, la bomba atómica que EEUU arrojó sobre Nagasaki, de 25 kilotones de potencia”.
El ingeniero cree que los artefactos fueron escondidos poco antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial y que nunca se los encontró.
Para Lohr, su hallazgo representa un gran riesgo. No de explosión, ya que las bombas no tienen espoletas, pero sí por las sustancias que contienen.
“El metal está oculto ahí desde hace 71 años. En algún momento se va a desintegrar y tendremos otra catástrofe de Chernobyl.”, advirtió Lohr. Y señaló que el plutonio contamina el agua por más de 30.000 años.
Alarmado ante lo que él supone es la evidencia sobre la presencia de ese material peligroso, el ingeniero llamó a la entidad encargada de desactivar artefactos que aún quedan de la Segunda Guerra Mundial en Alemania. El resultado fue que el gobierno le prohibió seguir investigando en el área.
La municipalidad de Arnstadt y la comuna de Ilm, donde se hallan los túneles, emitieron un comunicado asegurando que todas sus investigaciones concluyeron que no hay bombas atómicas escondidas en la región. De todas formas, pidieron al ingeniero Peter Lohr que les informe de la ubicación exacta de su hallazgo antes del 27 de mayo, para comprobarlo una vez más.
Casi todos los fines de semana, buscadores de tesoros, fanáticos e investigadores de toda calaña peregrinan al valle de Jonas y dan rienda suelta a su fantasía. Aparecen armados de sondas, sistemas de navegación satelital y herramientas para cavar, relató al semanario Der Spiegel el oficial Andreas König, comandante del cuartel militar ubicado allí y receptor de centenares de consultas sin sentido.
Según Der Spiegel, las pericias de estos “locos” son ilegales, ya que se trata de una zona militar a la que no se puede entrar. Al que lo sorprenden allí le cobran una multa.
El valle de Jonas ha dado origen a muchas leyendas sobre los nazis y sus planes de construir bombas atómicas. Entre fines de 1944 y abril de 1945, miles de prisioneros del campo de concentración de Buchenwald construyeron ahí 25 galerías subterráneas y un búnker con una gran central de comunicaciones. Fue un proyecto secreto de las SS bautizado como SIII y que incluía la construcción de un último comando para Adolf Hitler. También se supuso la existencia de un laboratorio de investigaciones atómicas en la zona.
Estos planes de los nazis dieron lugar a mucha literatura y no poca fantasía. Las tropas norteamericanas que llegaron a la zona sobre el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, dinamitaron las entradas a los túneles y retiraron toda la documentación sobre el cuartel y el campo de trabajos forzados de Ohrdruf, un anexo de Buchenwald. Los papeles quedaron clasificados por 100 años.
El caso recuerda el del tren del oro nazi que tres hombres decían haber hallado en Polonia el año pasado y que finalmente nunca se encontró.