Balas perdidas, habitantes y policías muertos y heridos: el retorno de la violencia a favelas “pacificadas” de Río de Janeiro ha llevado a las autoridades a anunciar un refuerzo policial casi un año antes de los Juegos Olímpicos, pero expertos alertan que esto será insuficiente a largo plazo.
El epicentro de la violencia es el Complexo do Alemao, con más de una docena de favelas donde viven 70.000 personas y donde la reciente muerte de un niño de 10 años, presuntamente a manos de la policía, provocó mucha indignación.
Hace tres meses que los vecinos de Alemao conviven con tiroteos prácticamente a diario entre narcos y policías, y la violencia ha regresado también a otras favelas como Rocinha o el Complexo da Maré.
“El miedo y el horror son constantes aquí (...). Todos los días hay fuego cruzado porque vivimos en un territorio de perros y gatos y estamos atrapados en el medio”, dijo Zaquel Nunes (33 años), un vendedor ambulante de Alemao que la semana pasada corrió al rescate de una vecina que recibió un disparo y murió de camino al hospital.
El gobierno de Río ha recuperado desde 2008 decenas de favelas que estuvieron durante más de 30 años bajo dominio de narcotraficantes, y la tasa de homicidios ha caído desde entonces. Al día de hoy, 38 Unidades de Policía Pacificadora (UPP), con más de 10.000 policías, supervisan 264 favelas “pacificadas” de Río, donde viven más de un millón y medio de personas.
“Estamos en un momento difícil pero no vamos a retroceder a la situación de hace siete años. Es imposible impedir las balas perdidas mientras haya enfrentamientos con los narcos. Son ellos quienes usan a la población como escudo en medio de los tiros”, dijo el mayor Marcelo Cobrage, que coordina todas las UPP, en el Complexo de Alemao.
“Las UPP están en proceso de reestructuración. Vamos a remplazar los contenedores (donde funcionan actualmente) por cabinas blindadas. La policía no retrocederá”, aseveró.
Lógica militar
"Ha habido muchísimos tiroteos, muertes de policías, muertes de residentes y la de este niño recientemente que subraya el deterioro progresivo de la situación" en Alemao, dijo Ignacio Cano, coordinador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad Estatal de Río (UERJ).
“La continuidad en el estado actual no es una opción” pero “desgraciadamente el aparato de seguridad y los políticos funcionan con una lógica militar de ocupación de territorio y para ellos salir sería una derrota”, sostuvo.
Cano aboga por una retirada “por lo menos de algunos territorios” de Alemao porque, si el objetivo es disminuir la violencia, “es absurdo” mantener una presencia policial que empeore la situación.
El gobernador de Río, Luiz Fernando Pezao, anunció el domingo “la reocupación” de Alemao con más policías.
Eso podrá reducir los tiroteos a corto plazo, pero ningún refuerzo dura para siempre, advirtió Cano. “Necesitan un plan que incluya mejorar las relaciones con la comunidad”, aseguró.
La fuerza del narco
Alemao es una zona compleja, enorme, donde "el narcotráfico forma parte de la comunidad", explica Michel Misse, sociólogo experto en violencia de la Universidad Federal de Río (UFRJ).
“Hay jóvenes que viven en la favela que han visto oportunidades para recomenzar a traficar y también hay policías que aceptan sobornos y cierran los ojos al narcotráfico”, dijo.
“El problema es que ninguna profesión paga tanto como el narcotráfico. La atracción es enorme en jóvenes y no sólo a raíz del dinero sino del tipo de vida, con bandas, aventuras, peligro”, añadió Misse.
La antropóloga Alba Zaluar, de la UERJ, señala que tras la ocupación policial de favelas como Maré, Rocinha y Alemao “perdieron dinero, prestigio, poder” y los narcos, que antes se paseaban armados como reyes y señores, se vieron confinados a pequeñas callejuelas. Tras las manifestaciones callejeras de 2013, muchas de las cuales terminaron en violencia, los narcos vieron la posibilidad de recuperar terreno perdido, observó.
“Los policías de las UPP fueron llamados para reprimir estas manifestaciones que desmoralizaron a la policía. Toda la prensa habló mal de ellos”, dijo.
Los policías de las UPP “fueron rápidamente contaminados por prácticas de otros policías no siempre ortodoxas, y los narcos se sintieron más fuertes; los habitantes estaban contra la policía”.