Crece el auge de las vinerías y ahora llegan a los barrios

Nacieron en zonas céntricas, pero ya son parte de cualquier barrio del Gran Mendoza. Los clientes valoran la cercanía, la variedad de marcas y la atención personalizada.

Crece el auge de las vinerías y ahora llegan a los barrios
Crece el auge de las vinerías y ahora llegan a los barrios

Hasta hace poco, era común que las vinerías estuviesen centralizadas en las zonas comerciales más importantes de cada departamento, en aquellas calles más “céntricas”.

Entonces, conseguir una damajuana o una caja de “buenos vinos” implicaba planificar una escapada específica y contar con el tiempo necesario para trasladarse y volver, siempre con las botellas acomodadas en el baúl del auto.

Sin embargo, y afortunadamente, desde hace un tiempo estos locales especializados han ido tomando mayor protagonismo y presencia en los barrios mendocinos, siendo un punto de encuentro para vecinos y basando su estrategia en la confianza, la experiencia y la atención personalizada, así como también en la posibilidad de ofrecer vinos que -por lo general- no se consiguen en otros lugares, como almacenes y supermercados.

“Cuando abrimos acá mucha gente estaba contenta y agradecida porque, según nos decían, no había nada en la zona. Hay un supermercado acá cerca, pero no es lo mismo. Acá hay vinos que en los súper no podés conseguir, como por ejemplo los de bodegas boutique. Todos los días vienen a ofrecernos que vendamos sus vinos”, indicó Sebastián, de la vinería Stop Wine, que abrió en noviembre del año pasado en el carril Sarmiento, a metros de la rotonda del Puente Olive (Godoy Cruz).

“En Luján hay cada vez más vinerías, están creciendo mucho. Yo tengo un amigo que tiene una bodega y exporta. El único lugar donde se pueden conseguir esos vinos es en una vinería de acá”, contó a su turno Mariana, quien “de vez en cuando” se reserva unos minutos para ir a una de ellas y darse algún que otro gusto.

“Hay algo con lo que no podemos competir con los supermercados y es el tema del precio. Pero acá lo que ofrecemos -y en lo que ganamos- es en comodidad y en la especialización y atención personalizada. A veces en los súper hay que hacer dos horas de cola por una botella de vino”, indicó Pamela, de la vinoteca Los Taninos, ubicada en el carril Cervantes al 400 (Godoy Cruz).

En alza (las copas)

“Hace muchos años, para festejar los cumpleaños, nos íbamos un día antes con las damajuanas para una vinería cerca de calle Las Heras y las traíamos llenas. Ahora voy directamente en el día, y tengo como tres o cuatro por la zona”, rememoró Julio, un vecino de la Sexta Sección que ya peina varias canas.

Con la misma simpleza con que lo define este vecino de Ciudad, lo cierto es que son cada vez más las vinerías -o vinotecas- que se instalan en los barrios del Gran Mendoza, abriéndose un nicho y un espacio de confianza entre los pobladores y prácticamente pasando a ser parte de sus vidas.

“Hace siete meses nos instalamos acá, pero yo trabajo como degustadora desde que tengo 18 años y vengo de una familia vinculada al vino. Esas son cosas que inciden a la hora de abrir un local”, indicó la encargada de la vinería Los Taninos, quien valoró la atención personalizada y la comodidad: “Son beneficios, a veces no vale la pena ir a hacer una cola de una hora al supermercado por una botella de vino”, indicó.

Asimismo, resaltó la ventaja de contar con vinos que no se encuentran en las góndolas. “Acá no es como una góndola, que está todo junto. Acá la gente viene y me pregunta por vinos para distintas ocasiones. Y, en base a eso, les recomiendo. Conocer a los clientes, saber qué quieren, es la buena atención que hace la diferencia”, indicó.

Asimismo, se refirió a otro agregado que aprovecha desde su lugar: la chance de darle la oportunidad a emprendedores mendocinos. “Estamos vendiendo una cerveza artesanal que la fabrica un chico que está a dos casas de acá. Es una buena idea para darle impulso a lo mendocino y diferenciarse -por ahí- de lo que se puede conseguir en el drugstore de al lado, por ejemplo”, sintetizó.

Sebastián, de Wine Stop, se refirió a la buena respuesta de la gente. “Cada vez van surgiendo más vinerías en los barrios y eso es una tendencia muy positiva. Hoy es muy raro encontrar una zona en la que no haya siquiera una”, destacó.

Alberto Febre atiende desde hace diez años la vinería Leopoldo (en la esquina de Godoy y Remedios de Escalada, Guaymallén), además de llevar 30 años en el mundo vitivinícola. “Acá no vendo cualquier vino. Primero me tiene que gustar a mí, porque hay muchos que te tientan desde lo comercial. Pero es fundamental que sean buenos”, indicó el experimentado hombre mientras conversaba con el representante de una bodega boutique que intentaba convencerlo de ofrecer su producto. “Más del 80% de lo que se vende es cabernet y malbec”, contó.

También en Guaymallén, en calle Libertad de Villa Nueva, está la vinería Milenium. Si bien el local lleva 11 años en el lugar, Joan la compró y se hizo cargo hace apenas uno. “Las consultas y el asesoramiento son más personalizados. Tenemos una clientela fija y, del boca a boca, van sumándose nuevos clientes. Del barrio y de afuera también”, destacó el encargado, justo en el momento en que recomendaba a una mujer qué vino blanco era el más indicado para preparar tuco.

“También tenemos un vino de Córdoba que sólo se vende acá, por lo que eso es una ventaja. De lunes a viernes lo que más se llevan son damajuanas, pero los viernes a la noche y sábado la gente ya viene a buscar una botella específica. Hay clientes a los que ya conocemos y le separamos o llevamos el vino que toman”, agregó.

La Esquina del Vino, en la intersección de Ameghino y Juan B. Justo (Godoy Cruz), también es otra de estas típicas vinerías de barrio. “Hace ocho años estamos acá y la principal ventaja de las vinerías es la variedad de vinos, además de la atención y asesoramiento personalizado”, destacó Verónica, en coincidencia con los otros vendedores consultados. “Lo fundamental es que la gente se sienta cómoda y vuelva. Y en eso inciden los precios y la atención”, cerró.

El consumo de vino, en su peor nivel histórico

En los últimos 40 años el consumo per cápita de vino bajó 70%, según datos del INV que Los Andes reflejó hace poco. Así, se pasó de 77 litros que bebía cada persona (en promedio) en 1974 a solo 23 litros en 2014.

La sensible disminución en estos años no fue gratis para la industria vitivinícola y dejó como saldo la erradicación de viñedos y productores fuera del sistema.

Lo curioso es que esta abrupta caída repercutió más en segmentos de precio más bajos. La explosión del malbec y la sofisticación del consumo de vino han contribuido a que cada vez se consuman más vinos caros, pero en menos ocasiones. En 2014, según un estudio, en la venta de vinos en supermercado los únicos que no cayeron fueron los correspondientes al segmento “alto” ($ 59,83) y “premium”($ 153,43). Es más, crecieron 10% y 17%, respectivamente.

Y otro fenómeno es que en los últimos años, y con más fuerza durante la última década, los envases populares de vino han ido perdiendo espacio. En 2005 se consumían 134 millones de litros de vino en damajuana, mientras que en 2014 esa cifra descendió hasta 40 millones de litros, según el Observatorio Vitivinícola Argentino.

Pero no sólo Argentina tiene una baja en el consumo de vino: también países tradicionales como Francia, Italia y España llevan varios años de merma de consumidores. Y la tendencia parece no tocar el fondo aún.

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