Luego de años de investigación bajo el ala de la Universidad del Aconcagua, los mendocinos Juan José Barboza (director del proyecto) y Antonio Hugo Riquelme, junto a la española Carla Ros Burnat, lograron obtener un repelente natural de origen vegetal con características únicas. Es que la invención puede presentarse en estado líquido, gaseoso y sólido y puede utilizarse para el control de plagas e insectos, tales como ácaros, artrópodos y mosquitos, con una composición aplicable tanto en humanos como en plantas, vestimenta y objetos.
Lo cierto es que además de la presencia mendocina entre los investigadores del proyecto, para el producto que espera una empresa o laboratorio que se interese en comercializarlo se utilizaron principios activos de dos plantas: una de ellas autóctona de nuestra provincia, la Tessaria absinthioides, conocida popularmente como "pájaro bobo". La otra es la Melia Azedarach, conocida popularmente como "paraíso", de origen asiático pero que luego se expandió por el resto del mundo.
La invención "made in Mendoza" se refiere a una combinación de principios activos de aquellos dos vegetales que ha demostrado científicamente un efecto sinérgico, potenciando y a su vez complementando sus efectos individuales.
Según los creadores del producto, el objetivo de la invención es proveer un nuevo bio-acaricida y bio-insecticida de origen natural vegetal que sea efectivo en el control de los insectos y plagas en cuestión, sin representar una amenaza para el medio ambiente, plantas y animales sobre los cuales puede utilizarse.
"Desde 2001 estamos investigando y haciendo estudios con la planta conocida como pájaro bobo y sus aplicaciones en seres humanos para el control de plagas e insectos. Luego advertimos que junto al otro vegetal, sus principios activos se potenciaban. Se hicieron ensayos de laboratorio y campo que demostraron que, además de ser muy efectivo como repelente, podía contribuir, también de manera muy acertada, en el control de plagas para todo lo que es la agroindustria", afirmó Juan José Barboza, director del proyecto y docente de la Facultad de Ciencias Médicas en la Universidad del Aconcagua.
Aporte español
En la tarea de laboratorio fue fundamental el aporte de la ingeniera química (oriunda de Barcelona) Carla Ros Burnat, quien se unió al proyecto hace dos años, cuando llegó a Mendoza a cursar un master de perfeccionamiento en su carrera. "El trabajo ha sido muy fructífero, sobre todo porque comienza con principios activos de una planta representativa de Mendoza. Fue muy bueno trabajar en este equipo de investigación. Aprendí mucho y esta provincia y su gente me trataron muy bien", sintetizó la mujer de 29 años que pronto dejará el Oeste argentino para regresar a su país.
Otra de las bondades de la invención es que la composición puede ser formulada de diversas maneras incorporando, a modo de ejemplos, aditivos tales como: emocionantes, aromatizantes, aglutinantes, colorantes, conservantes, filtros protectores de la luz solar, agentes bactericidas y fungicidas, surfactantes, engrasantes y agentes de viscosidad. Además, puede presentarse bajo la forma de varios líquidos, sólidos y gases; ello incluye spray, aerosol, líquido para fumigación, líquido rociador, líquido aspersor, líquido para piletas y natatorios, gel, cremas, shampúes y polvos, entre otros.
"Es un excelente plaguicida para frutales y hortalizas como la misma vid, peras, manzanas, tomates, entre muchos otros, siempre sin provocar alteraciones en el medio ambiente y sin dejar residuos. Además, algo para destacar es que el producto es aplicable en cultivos orgánicos. Esto viene a cerrar una necesidad enorme allí donde no habían acaricidas para implementar un tipo de agricultura sustentable", aseguró Antonio Hugo Riquelme, biólogo y principal investigador del proyecto, quien remarcó la importancia de remplazar los productos sintéticos y químicos por otros naturales a base de vegetales.
Finalmente, el director de la investigación que dio con este repelente natural agregó que para el logro fue fundamental "incorporar gente joven al proyecto y formar un equipo multidisciplinario con una gran base científica. Además, tener asesores de primer nivel nivel en el conocimiento del tema. Lo importante de la investigación es la humildad. Lo que no se sabe se pregunta y allí el aporte de los jóvenes y su entusiasmo fue vital", concluyó Barboza.