Covid-19: tuvimos suerte - Por Joaquín Marias Baldillou

Covid-19: tuvimos suerte - Por  Joaquín Marias Baldillou
Covid-19: tuvimos suerte - Por Joaquín Marias Baldillou

Las evidencias científicas muestran que la vida apareció en la Tierra hace 3800 millones de años atrás; pese a ello, los humanos hemos estado en este planeta desde hace menos de 1 millón de años.

Se desconoce en cambio, cuándo aparecieron o cuál fue el origen de los virus, que probablemente existen en este planeta desde el momento en que se inició la vida como tal.

Hay aproximadamente cinco mil tipos de virus precisamente identificados e innumerables más que no han sido descubiertos o descriptos todavía, pero se sabe que están ahí, viviendo en la naturaleza desde tiempos pasados en cada rincón y ecosistema que podamos imaginar.

Estos aparatos de ingeniería genética son extremadamente diminutos y tienen la capacidad de copiarse a sí mismos y atacar células de forma selectiva. Sin ser animales y estar al borde de lo que podría llamarse “vida”, son sólo material genético protegido por capas de proteínas que dentro de un huésped pueden replicarse a sí mismos innumerables veces.

A pesar de esta diferencia de tiempo transcurrido en la Tierra, nosotros hemos desarrollado nuevas herramientas y costumbres con nuestra inteligencia a un ritmo muy acelerado. Entre las cosas a las que más cerebro le hemos destinado en estos últimos años de gloria tecnológica se encuentran las comunicaciones, el espacio cercano, el entretenimiento digital, formas de transporte rápido y seguro, finanzas atractivas, dinero, y últimamente la conquista de Marte para probar si podemos habitar otro planeta, como si acá abajo no tuviésemos nada que hacer.

El virus de Lassa produce una fiebre hemorrágica de igual nombre y se lo conoce desde 1950 en África. Mueren aproximadamente 5000 personas al año a causa de este virus que no tiene vacuna y es contagiado por las ratas.

El virus de Marburgo se conoció en 1967 producto de una fuga y contagio en un laboratorio en esa ciudad alemana por trabajar con monos de Uganda. Causa una fiebre hemorrágica parecida a la del Ébola y ya ha habido casi una docena de brotes en el mundo, el último en 2014. Se han registrado tasas de mortalidad de hasta el 90%. Tampoco se conoce vacuna o tratamiento.

El virus de la Viruela, es uno de los únicos 2 virus erradicados por el ser humano. A pesar de tener tasas de mortalidad registradas de hasta el 30%, algunos tipos de viruela eran 100% letales. Las vacunas que existen sólo están en custodia en caso de necesidad mayor para contrarrestar un brote producido por algún hecho imprevisto, entre los cuales se considera como hecho imprevisto a una guerra bacteriológica o viral.

El virus Nipah de Malasia y el virus australiano Hendra, son virus extremadamente raros de los cuales no se conoce mucho y por lo tanto no hay vacuna o cura conocida. Este último fue descubierto en 1994 y se transmite desde los caballos a los humanos, habiéndose registrado más de 50 brotes en Australia desde su aparición, con una tasa de mortalidad del 60%. El virus Nipah ha demostrado tasas de mortalidad de aproximadamente 77% y se encuentra en igual estado de conocimiento que el virus Hendra.

En nuestro país podemos encontrar casos de Hanta virus que es transmitido por las ratas y ratones que comen frutos en los bosques de la Patagonia. Este tampoco tiene vacuna conocida y su mortalidad es del 35% aproximadamente. Brotes en los años recientes han sido reportados por las noticias de Argentina y Chile.

La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo tiene una tasa de mortalidad del 40%, fue descubierta en la década de los 40 y los últimos brotes sucedieron en el 2013 en la zona de los Balcanes, sin cura ni vacuna alguna conocida.

El temido Ébola (Zaire ebolavirus) registró su último brote en el 2018 hasta fines de 2019 en África, habiendo sido descubierto en 1976 en el ex-Zaire. La mortalidad de este virus es entre el 83% y el 90%, se contagia por fluidos corporales causando también fiebre hemorrágica. A fines de 2019 se aprobó una vacuna contra esta enfermedad la cual está siendo aplicada actualmente en las zonas afectadas.

El HIV seguramente es el más conocido de todos estos virus, el cual lleva 35 millones de muertes acumuladas a la fecha desde su descubrimiento en 1981; uno de los virus más estudiados del planeta que sigue sin tener vacuna ni cura alguna. Por suerte, los pacientes mejoraron su calidad de vida debido a tratamientos y terapias retrovirales.

Ya espantados por haber leído los párrafos anteriores es necesario decir que queda una enorme cantidad de otros virus que tampoco tienen vacunas y cuentan con altas tasas de mortalidad; por suerte otros tantos como los causantes de las hepatitis, algunas gripes y otras virosis tienen vacunas disponibles que logran contener las enfermedades y por tanto la mortalidad.

El SARS-CoV de 2002 que surgió en China infectó más de 8400 personas matando al 11%, la Gripe A H1N1 generó una pandemia (2009-2010) que contagió aproximadamente al 20% de la población mundial y se llevó medio millón con ella, el MERS-CoV que apareció en Arabia Saudita en 2012 sigue sin cura ni vacuna, y ahora el SARS-CoV2 que empezó en 2019 nuevamente en China paralizó al mundo dejándonos a todos sin aliento.

Esta última pandemia se produjo en un proceso de contagio entre animales y humanos, haciendo que la enfermedad pueda ser llevada entre nosotros de un lado al otro, tal como sucedió con la gran mayoría de virus mencionados. Casualmente el brote comenzó en una moderna súper ciudad de más de una decena de millón de personas.

C. Emiliani describe en 1993 cómo la teoría de Evolución Extintiva predice que el ataque viral sobre una especie en particular será más efectivo mientras más cantidad de individuos la compongan y compara a los humanos con otra populosa especie que de hecho está siendo actualmente atacada de forma viral. No obstante, pensar en la extinción de los humanos por ahora es un poco prematuro.

El mundo avanzado en el que vivimos, preocupado por el espacio, Marte, los smartphones, y el 5G no pensó en ningún momento que un virus era un verdadero peligro latente que nos podía paralizar y atacar sigilosa e intensamente como si fuese un enemigo que no da tregua. Pasó hace 102 años en tiempos de la Primer Guerra Mundial y no volvimos a pensar en ello como algo terrible.

Esta vez tuvimos suerte de que este simple coronavirus no es como los descriptos arriba, que causan espantosas fiebres hemorrágicas y donde las tasas de mortalidad superan en la gran mayoría el 50%.

Tendremos que replantearnos qué hacemos en este planeta, cómo vivimos en él y qué es lo que podemos aportar para transitar el camino correcto. Es momento de dejar de pensar tanto en aparatos electrónicos, en Marte, en lo lucrativo y en querer mostrar la foto de una playa virgen cuando en realidad todos los océanos están llenos de nuestra basura, los hospitales del mundo carecen de insumos para emergencias, las economías dependen en gran parte del comercio extranjero y la humanidad demuestra ser igual de frágil frente a una guerra de balas y cañones que de material genético microscópico y vuelos cancelados.

De verdad, esta vez realmente tuvimos suerte. El próximo virus podría ser mucho más serio y la historia bastante más trágica. Hasta entonces, no perdamos la oportunidad de sanarnos y de buscar las curas a los problemas que ya tenemos. Esta es la gran lección de que necesitamos un mundo mucho mejor.

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