Todo comenzó una jornada en que la Coviar organizó en San Rafael, en diciembre pasado. Desde allí se propuso trabajar en un Foro sectorial ampliado durante todo el 2013 y distintos talleres de validación regional con un propósito de fondo: hacer un balance del Plan Estratégico Vitivinícola (Pevi) a una década de empezar a formularse pero, además, mirar el horizonte 2020 con la intención de fijar otro y hacer ajustes a la meta original de u$s 2.000 millones en exportaciones totales.
Si bien hubo amagues sin resultados concretos el año pasado, en principio la discusión parte de una eventual extensión de la meta al menos a 2025 y, en paralelo, trabajar con unidades de medida (litros o hectolitros en el caso del vino) que cuantifiquen el "posicionamiento" internacional del que habla el Plan, más allá de la cifra por ventas al exterior.
"La letra del plan habla de "posicionar de manera sostenible": ¿significa medir en pesos solamente el crecimiento en los mercados? Con un panorama menos complicado, a fin de 2012 los 2 mil millones de dólares parecían una meta alcanzable. Eso no quita que también podamos trabajar con volúmenes, teniendo en cuenta que los graneles son cada vez más importantes", explicó la gerente general de Coviar, Cristina Brachetta.
Esto resume, en parte, el espíritu de lo que se propuso discutir en una serie de foros sectoriales, que incluyen un plenario en junio.
Un nuevo mapa
Con esa dinámica, la directiva destaca que el análisis parte del balance de los últimos 9 años. "Se trata de bajar las metas del PEVI a un mapa estratégico para evaluar qué se abordó y qué no, además de mayor precisión respecto de determinadas metas", añade Brachetta.
Así planteado, el debate interno en Coviar tampoco excluye correr el horizonte más allá del 2020. Para eso, sobre algunos estudios proyectivos hacia la meta original de u$s 2.000 millones, ya entre 2009 y 2010 la tendencia anticipaba que, a un ritmo sostenido de ventas, se alcanzaría antes.
En cifras, los u$s 350 millones de facturación en 2004 treparon a poco más de u$s 1.150 millones en 2012, es decir, casi el triple. Un dato que la mesa de Coviar tiene en cuenta es el cambio de contexto: ya el año pasado el crecimiento de las exportaciones empezó a enlentecerse y, en perspectiva, se prevé un amesetamiento en 2013. Igualmente, resta consensuar una nueva unidad de medida, llámese litros o toneladas.
"Pasaron casi doce años desde que empezamos a hablar de un plan para la vitivinicultura. Creemos que no puede ser estático; tanto los objetivos como las herramientas a utilizar deben revisarse cada tanto, sea como una ratificación o rectificación", asegura Sergio Colombo, gerente de la Cámara de Exportadores de Mosto, un producto que evolucionó notablemente y que este año ya se aseguró casi 180 mil toneladas, con un 80% destinado al exterior.
Correr la línea de llegada
El del sector es un buen ejemplo de crecimiento, como también de impacto de la coyuntura económica que, como dice Colombo, "con una inflación en dólares, hizo que los dos mil millones hayan pasado de ser una expresión de deseo a un objetivo alcanzable".
En 2012 se produjeron 140 mil toneladas pero con ventas totales por 150 mil, lo que obligó a recurrir a los stocks, disparó los precios y un posicionamiento internacional que, pese a la merma de competitividad, se mantiene.
Para Juan José Canay, presidente de Bodegas de Argentina, "si bien fue un número que se tiró sin un estudio profundo sobre cómo podían evolucionar los mercados, no vamos a alcanzar los 2.000 millones vendiendo vino de 200 dólares la caja. pero hay más elementos de análisis como para determinar en qué mercados queremos posicionarnos. Tenemos que sentarnos a actualizar todo", dice.
Para Brachetta, "por ahora, ya hay líneas de proyección al 2023, como lo demuestran los contratos entre las bodegas y los pequeños productores que se firman a 10 años. Tomando esa clase de referencias y la evolución del mercado, debería empezar a reflexionarse con el objetivo puesto en 2025 y hasta 2030".
En coincidencia con otras posturas, Colombo va más allá y sugiere como alternativa "pensar en plazos cortos de 5 años para evaluar el logro de metas parciales en pos de la meta principal". A su modo, Canay consiente que "se necesita una revisión constante, lo que no significa que sea anual".