Coviar, ¿inclusiva?

La autora pide una revisión del PEVI con el fin de replantear la asignación de recursos en pos de las necesidades de los productores.

Coviar, ¿inclusiva?
Coviar, ¿inclusiva?

Hoy los viñateros atravesamos una situación insostenible que nos llena de tristeza, angustia y desazón: el precio que recibimos por nuestra uva es el mismo en pesos que el de hace cuatro años.

“No nos alcanza para cubrir los costos, lo que nos lleva inexorablemente a la desaparición”, parafraseando el discurso de la Sra. presidenta de Coviar, en el desayuno del pasado 5 de marzo, y asumiendo que sus dichos son sinceros, me animo a plantear algunos puntos que de alguna manera podrían amortiguar los daños, que de otra forma no podrán ser reparados por lo grave de la situación.

Los productores y elaboradores que estamos fuera de los grandes empresas (sin que esto pretenda excluirlas por completo, sino acentuar la situación de quien no tiene ya espalda para soportar) no podemos trabajar más.

Por un minuto, les pido que hagamos un ejercicio de absoluta responsabilidad y miremos para adentro. No es que quiera desligar responsabilidades a los gobiernos. Por el contrario, cuando hable aquí de Coviar estoy hablando de todas y cada una de las entidades públicas y privadas que conforman esta Corporación.

Y cuando hablo de autocrítica me refiero a todos y cada uno también de los que no la formamos, seamos productores, elaboradores, asociaciones o simples individuos.

Despojémonos por un instante del constante agredir a otro, descalificar y generalizar. Demos por sentado que ni todos los funcionarios del gobierno son corruptos e inútiles, ni todas las entidades que forman parte de Coviar han abusado de su posición en la misma para sacar beneficio propio, ni todos los bodegueros falsifican vinos, ni todos los productores son buenos o son ignorantes.

Por un instante, asumamos que en todos estos ámbitos hay buenos y malos, quienes buscan el bien común y quienes sólo quieren beneficiarse en lo particular, quienes están dispuestos a trabajar por una mejor industria y quienes se aferran por mantener un statu quo que beneficia a algunos y perjudica a la mayoría.

Hagamos un corte transversal y establezcamos nuevos paradigmas. Pero para esto hay que estar dispuestos a hacer un análisis más profundo, no apresurarse a generalizar, porque corremos el riesgo de repetir lo que nos acaba de pasar.

Dirimimos “en la calle” a fuerza de tractorazos, camionetazos y protestas, soluciones improvisadas que sólo han agudizado la crisis. Y lo digo haciendo profunda autocrítica, porque somos la entidad que más reclamos callejeros hizo durante el año 2014-2015. Es cierto, hoy todas las protestas son válidas, todas, pero ¡basta!

Para que exista verdadera democracia se necesita fundamentalmente respeto por las minorías. Democratizar Coviar significa que ésta no puede hacer oídos sordos a posturas diferentes a las asumidas por quienes tienen a cargo la conducción de la misma

Sobre todo cuando la realidad demuestra que la industria está perdiendo rentabilidad, posicionamiento, tanto en el mercado interno como en el externo, y miles de productores no sólo no están siendo integrados sino que están desapareciendo del cuadro productivo.

No es justo, no es democrático, no es estratégicamente correcto, mantenerse cerrados a reformulaciones y, por qué no, también a reestructuraciones. 
Aceptamos y compartimos los siguientes reclamos:

Las economías regionales están sufriendo desde hace tiempo un proceso de destrucción a niveles inimaginables en un país agrícola como el nuestro.

La mayoría de ellas dependen fuertemente del mercado externo y las dificultades en el tipo de cambio, sumadas a retenciones en lugar de incentivos, han generado sobrestocks que han tirado abajo los precios pagados a los productores primarios. Y por supuesto, esto es regla general.

Pero también advertimos que en este mismo proceso se ha dado un nivel de concentración de empresas y crecimiento de quienes lograron las escalas necesarias para sobrellevar esta crisis, que sumado a la concentración en los canales de comercialización, excluyen aún más a empresas medianas y pequeñas, dejando el escenario partido en al menos dos realidades diferentes.

Y de esto, no se habla, aunque se conoce perfectamente bien en la vitivinicultura. Por un lado, las 10 o 15 primeras bodegas, que tanto en exportaciones como en mercado interno deben continuar con sus reclamos con relación al tipo de cambio, a una modificación de la política tributaria y una urgente disminución de los índices de inflación.

Pero por otro lado, sin duda, está el resto de los actores de la vitivinicultura, que además de estos reclamos debemos entender que mientras esta concentración de empresas continúe creciendo, en detrimento de las empresas medianas y chicas; mientras no se trabaje en la injusta distribución de la renta en la cadena comercial, de un mercado interno que consume nada más y nada menos que casi el 80% de la producción vitivinícola; mientras no se sincere el tema de las uvas mezcla, y se evalúe si realmente una devaluación podrá permitir retirar excedentes en forma de mosto, ante la caída del precio internacional del mismo.

Mientras no se plantee con seriedad la necesidad de regular al modo europeo no sólo la implantación de viñedos, sino otras variables que permiten hacer un control de stocks, mejorar la calidad de las uvas y por consiguiente del vino, proyectar una diversificación ordenada y sin costo social imposible de asumir por un productor argentino.

Mientras no se trabaje seriamente en los canales de comercialización en nuestro propio mercado (mercado que se encuentra entre los diez más importantes del mundo en el consumo de vinos); mientras no se reconozca que integración no es sólo aglutinación de productores para tenerlos como proveedores cautivos sin capacidad alguna de negociación, no sólo en el precio sino en las condiciones de entrega de un producto perecedero como la uva, o de acuerdo en la forma de pago; mientras se permita el avance cada vez mayor en el abuso de posición dominante, no tendremos mejora alguna en la situación del sector productivo, que incluye al trasladista.

Pero Coviar ha decidió no hablar de estos temas. Fue claro el discurso en el desayuno, en el que de una manera simplista se redujo el problema de la vitivinicultura al sobrestock, lindando de esta forma con la irresponsabilidad de un organismo que tiene suficientes recursos como para hacer análisis más completos y complejos.

De hecho, existen, en el mismo Observatorio Vitivinícola, informes que dan cuenta de la existencia de estas causales, ya vislumbradas desde hace varios años por varios sectores.

Desde nuestro punto de vista, seguir insistiendo en que Coviar haga autocríticas es casi tan difícil como que se reconozca que no pueden existir retenciones o derechos de exportación para un producto con sobrestock.

Es por esto que reclamamos una reestructuración de la misma, o trabajar desde una ley nacional que lo permita, para así entonces replantear la asignación de recursos para la realización de este tipo de diagnósticos, que lleven a propuestas más profesionales y serias, de acuerdo a lo que la magnitud del problema requiere.

Tal cual lo hizo Australia, de la que “copiamos” en su momento el Plan Estratégico (PEVI), pero la que avanzó después en un código de conducta de la industria del vino, con la intención de establecer mínimos acuerdos entre productores y compradores de uva, tomando a su vez el marco para la aplicación y el cumplimiento de los principios de buenas prácticas en las relaciones verticales de la cadena alimentaria, firmado en Europa, y cuyo ámbito de aplicación engloba a todos los estados miembros de la Unión Europea. Sin embargo, por estos lados estamos en otra cosa.

No es irrisorio que se haya planteado la necesidad de hacer un 35% de mosto, mientras entidades periféricas a Coviar insistíamos en que nadaríamos en un mar de mosto y se perjudicaría a los productores en general, y que ahora, después de un mes, salgan a decir que fue un error este porcentaje.

No nos vamos a detener a pensar ¿cómo es posible que se haya pedido el dinero para retirar el sobrestock vínico y que no se haya podido concretar, aun si existieran disponibles los fondos para esto? ¿Tenemos que soportar los productores las consecuencias de peleas políticas que cambian las condiciones de un operativo de compra de uva, manteniéndonos en la incertidumbre hasta el día de hoy? ¿Es coherente que una industria como la vitivinícola no haya elaborado ya un sistema de regulación de stocks?

¡No podemos trabajar más, y si no podemos trabajar más, no podemos pagar más!

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