Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Todos los habitantes de este planeta tenemos un cuerpo humano. Algunos con falencias, otros demasiado escuálidos, otros demasiados feos, pero cuerpo tenemos todos.
Son realmente curiosas las cosas que le metemos adentro a ese cuerpo. Le metemos comida, porque es una necesidad, le metemos bebida porque también es una necesidad, aunque algunos superan la necesidad ampliamente y la transforman en chupandina. Pero también le metemos: gotas para la nariz, para el oído, para los ojos, grageas, jarabes, drogas (medicinales o no), mate, pororó, dulces de todo tipo, humo, inyecciones diversas y supositorios, entre otras cosas.
Todo lo que le metemos adentro a nuestro cuerpo tiene como finalidad el bien, salvo que le metamos cianuro, que es lo que vienen haciendo algunos gobernadores pro mineros con el cuerpo de sus provincias. En cambio todo lo que sale del cuerpo es feo, antiestético, y en muchos casos asquerosos.
Veamos dijo Zaldívar: la cera de los oídos, una cera muy desprestigiada porque no da brillo como otras ceras. Los mocos que se nos escapan de la nariz, algo realmente de mal gusto, aunque muchos se los tragan. Son los que nos definen de alguna manera, porque si como dice el refrán “el mundo es un pañuelo”, entonces nosotros somos los mocos.
Avancemos con otra sustancia que nos sale del cuerpo: la saliva. Muy mal mirada, a tal punto que puede tomarse como una afrenta pública escupir en la calle. La saliva llega a nivel de arma de ataque, porque es sumamente ofensivo que te escupan en la cara. Vamos a otra exudación: el sudor. El sudor puede ser usado en comparaciones lisonjeras y hasta sacrificadas: “se gana el pan con el sudor de su frente”, “hay que sudar la camiseta”, “nada se consigue sin sudor”, pero en para aquellos que deben compartir el sudor de un ser cercano es levemente asqueroso. Para colmo tiene olor y de ahí vienen las comparaciones, le dicen “avión fumigador, porque trae la muerte bajo las alas”; le dicen “escalera al cielo” porque tiene una baranda infinita.
Pero vamos más abajo, los flatos son uno de los más desprestigiados de los fluidos que vienen del interior, a tal punto que la sola palabra provoca reacciones adversas. Ni que hablar de la caca, por no decir mierda. Es el aporte del interior que produce más rechazo. Su nombre sirve para describir situaciones feas, malas, dañinas: estoy hecho mierda, me fue para la mierda, ese es una mierda de tipo, no vale ni una mierda, me pagan una mierda. Todo lo que nombre mierda es malo, nocivo.
No tanto así el pis, la orina, pero también es una sustancia despreciada, molesta para mencionar, que produce vergüenza porque tanto el hombre como la mujer deben esconderse para eliminarla, nos da vergüenza que los vean despidiendo el pis.
Del cuerpo del hombre sale también el semen, que si bien tiene un espíritu creativo, en los decires de la sociedad tiene mala fama. Me faltó mencionar la caspa y la ceborrea, de la cabeza, también con mala prensa; el pus de las heridas o los granos. Y por supuesto la sangre: la sangre, la sangre es sinónimo de dolor, de espanto, de miedo, de peligro.
Lo dicho confirma la sentencia de que todo lo que sale del cuerpo es asqueroso, menos las lágrimas. La lágrima es la oveja blanca de la familia. Las lágrimas producen ternura, producen piedad, producen arrepentimiento y son mencionadas hasta el hartazgo en las canciones de amor. Los oculistas no son médicos, son poetas disfrazados con guardapolvos blancos.
Rodó en tu mejilla un arroyito de lágrimas,
entonces mi tristeza se vistió de lluvia
y tuve ganas de beberme tu tristeza,
de ahogarme con tu angustia.
Tus lágrimas hirieron de luz
a mi mundo oscuro cansado de angustia.
Una sola lagrima...