Un pago de 260.000 dólares a la mafia calabresa por 4.000 votos. Procuración de prostitutas para el primer ministro. Tan sólo en una región, el hurto de más de 1,3 millón de dólares de las arcas públicas. Suntuosas vacaciones y elegantes cenas, todo con recursos del erario.
Veinte años después de la caída del orden político de posguerra en Italia por un escándalo de sobornos, nuevamente vuelan acusaciones en una creciente diversidad de nuevos escándalos que están erosionando incluso más la confianza de por sí endeble de los italianos en sus políticos. La última ronda condujo al ascenso de un ex primer ministro, Silvio Berlusconi, y la pregunta ahora es qué arrojará la implosión más reciente.
“Estamos en un momento de transición, lo cual crea ansiedad”, dice Michele Ainis, catedrático de derecho constitucional y columnista político. “Todos ven que está terminando la fase de la Segunda República, y aún no sabemos cuál será la Tercera”.
En un asentimiento a la creciente indignación popular hacia la malversación política, el gobierno tecnocrático del primer ministro Mario Monti acaba de aprobar una ley que crea un vigilante para el combate de la corrupción e incrementa las penas por extorsión y abuso de poder.
Monti, quien llegó al poder en noviembre pasado, ha dicho que él no quiere sumarse a un partido político, pero que no descartaría quedarse si fuera llamado a encabezar un gobierno elegido por la vía democrática después de elecciones nacionales, previstas para la siguiente primavera.
La amplitud de la corrupción que actualmente está saliendo a la luz ha dejado asombrados incluso a los italianos cínicos. El otrora poderoso gobernador de la región de Lombardía, Roberto Formigoni, acaba de asegurar que disolverá el gobierno regional por una progresiva serie de escándalos, que ya derribaron al presidente de la región de Lazio y condujo a la destitución del gobierno entero de la ciudad de Reggio Calabria para impedir la infiltración de la delincuencia organizada.
Formigoni, estrella del partido Pueblo de Libertad al que pertenece Berlusconi, que gobernó Lombardía durante 17 años, dijo que su gobierno había llegado a su final después del reciente arresto de un legislador en el caso de venta de votos, uno más de una docena de legisladores regionales envueltos en escándalos.
Formigoni está siendo investigado bajo acusaciones de que aceptó vacaciones pagadas y viajes en yate de un cabildero del sector salud. Él niega cualquier fechoría y dice que la mayoría de los ciudadanos quieren que permanezca en el poder.
En una reciente entrevista, la ministra de Justicia, Paola Severino, sostuvo que los nuevos escándalos fueron peores que la investigación llamada “Manos Limpias”, que borró a toda una clase política hace 20 años, porque estaban ocurriendo durante un momento de “considerable debilidad política”.
“El lucro ilícito a partir de recursos públicos siempre es sumamente serio, pero lucrar ilícitamente de fondos públicos cuando el país está pidiendo sacrificios de sus ciudadanos, es algo de una gravedad sin precedente”, declaró a Sky televisión.
Muchos de los escándalos actuales tienen sus orígenes en una ley de 2001 enfocada a promover mayor federalismo y, en teoría, mayor transparencia local. La medida, que distribuyó generoso financiamiento estatal sin exigir que las regiones reunieran mucho dinero por cuenta propia, repercutió con mucha fuerza, fomentando gasto imprudente a lo largo del país.
“Efectivamente, era como darle una tarjeta de crédito a alguien y decirle: 'Haz lo que quieras'”, opina Roberto Perotti, catedrático de economía en la Universidad Bocconi de Milán.
Los tiempos también han cambiado. “Actualmente, los negocios no tienen el dinero para corromper, así que los políticos se clavan directamente en fondos públicos”, notó Marco Cobianchi, el autor de dos libros sobre corrupción.
Con la creación de las provincias de Italia en 1970, y particularmente en los años posteriores a 2001, el costo de los gobiernos regionales se disparó. Los salarios de los 1.113 legisladores regionales de Italia también se expandieron, a entre 4.000 y 6.500 dólares mensuales, y frecuentemente el doble de eso con prestaciones agregadas, una rica recompensa en comparación con el salario promedio en Italia, de aproximadamente 1.500 dólares mensuales. Después de que el gobierno elevara la edad del retiro el año pasado a entre 62 y 66 años en un complejo plan, hay menos tolerancia hacia los políticos, a quienes por ley se les permite acumular una generosa segunda pensión mucho antes de la edad del retiro (en algunas regiones, empiezan a recibir estas anualidades a los 50 años).
Debido a esto, prevalece un creciente clamor popular para que se reduzca el costo de la política, pero los partidos políticos son lentos en responder. Muchas reformas propuestas han sido diluidas o se han estancado al nivel legislativo, incluida una para reducir el número de políticos regionales.
“El nivel de ira en todos los sectores de la población, de norte a sur, sugiere que el punto de ebullición está cerca”, destacó Perotti.
Con los políticos empantanados en el escándalo, la animadversión está en altos niveles seis meses antes de las elecciones nacionales anticipadas, en las que se vislumbra a la izquierda como ganadora, pero sin apoyo suficiente para formar un gobierno. Fuerzas populistas y opuestas a la política -como el Movimiento Cinco Estrellas del comediante Beppe Grillo- están cobrando impulso.
Las encuestas muestran que las abstenciones previstas estarán en niveles históricos: “Yo siempre he depositado mi voto, pero estos políticos merecen una tasa de abstención de 99% en las próximas elecciones, para darles una señal", dijo Massimo Rossi, de 49 años, vendedor ambulante en Roma, mientras guardaba una caja de habas.
“Para mala fortuna, es a lo largo del espectro”, agregó. “No estoy hablando de partidos políticos o colores políticos, sino acerca de la falta de personas que realmente nos representen a los ciudadanos”.
Algunos dicen que los nuevos escándalos han revelado una cultura política fundamentada más en el estilo de vida que en la ideología. Han puesto al descubierto la “perversión de la política, que se ha convertido en un empleo para muchos, un sistema de colocación altamente remunerado”, escribió Ezio Mauro, el director editorial del periódico La Repubblica.
Notando una “sensación de impunidad" sembrada durante los años de Berlusconi, “el deterioro del significado de la política y su naturaleza” ha llevado a Italia a este punto, agregó. “Nuestra democracia fue corroída por la corrupción de 1992; ahora, está enferma”.
Gherardo Colombo, quien estuvo entre los fiscales de Milán que encabezaron las averiguaciones sobre malversación de fondos hace 20 años, dice que las instituciones de Italia actualmente están más débiles en comparación con los primeros años de los ’90. La legislación trazada a lo largo de las últimas dos décadas “ha facilitado la corrupción, así como ha hecho que sea más difícil descubrirla”, notó.
Colombo afirma que también se han dado cambios culturales y que la sociedad italiana acepta el clima de ilegalidad. “No se ve indignación, se ve indiferencia, y eso no es una buena señal”, agrega, para finalizar con que “eso significa que hay desencanto, pero también que la gente no ve esto como un problema que necesita ser cambiado”.