La corrupción genera pobreza y desigualdad

En recientes homilías y declaraciones públicas, el papa Francisco se refirió a las crisis económicas que en estos tiempos generan conflictos e inequidades en cualquier lugar del mundo. Lo hizo, especialmente, en momentos en que Europa sortea, con esfuerzo

La corrupción genera pobreza y desigualdad

Como un aporte para la búsqueda de un paliativo inmediato, en su análisis, efectuado ante embajadores de distintos países, el Papa reclamó a los gobernantes una reforma financiera "ética" especialmente destinada a favorecer a los sectores más pobres de la comunidad.
 
Y esta última apreciación resultó ser complementaria de otra expresión enérgica del Pontífice, quien se detuvo para criticar con firmeza uno de los mayores flagelos que azotan al mundo con consecuencias indudables en la desigualdad social y la pobreza creciente: la corrupción.

En uno de estos punzantes mensajes, ahondó en la crisis de corruptela que va ganando espacios paulatinamente. Y basándose en el mensaje religioso hizo una reflexión muy concreta aplicable a la vida cotidiana: "El problema no es ser pecadores: el problema es no arrepentirse del pecado, no tener vergüenza de lo que hemos hecho".

Tratándose de un mensaje papal, y muy especialmente del papa que hasta no hace mucho tiempo fue el muy respetado cardenal Bergoglio, arzobispo de la ciudad de Buenos Aires, estas enfáticas reflexiones deberían movernos a verificar una vez más cómo están las cosas por casa.

No nos caracterizamos los argentinos por practicar el arrepentimiento al que alude Francisco. El problema no es nuevo. Hace pocos días el más emblemático personaje de la represión durante la última dictadura murió sin intentar el más mínimo arrepentimiento por los aberrantes hechos que caracterizaron al período que encabezó con el golpe de Estado de marzo del '76.

Y en todos estos años de democracia a muy pocos gobernantes y funcionarios públicos en general se los escuchó alguna vez admitir errores que muchas veces terminaron desembocando en válidos reclamos sociales, que lamentablemente en más de una ocasión sembraron violencia y trágicas consecuencias.

Y en nuestro tiempo eso se vuelve cada vez más palpable. La actual gestión nacional nunca se detuvo a reflexionar, al menos públicamente, sobre las razones del descontento que dio fundamentos a las reiteradas y masivas protestas en las calles producidas desde setiembre del año pasado. Además no admite ninguna disidencia y atribuye a actitudes desestabilizadoras toda opinión o punto de vista que no vaya en línea con las medidas que se instrumentan por orden del Poder Ejecutivo.

Y niega e ignora sin dar respuestas las fuertes denuncias de ilícitos cometidos por empresarios allegados al poder, por ende, del entorno presidencial, lo que constituye otra grave falta de altura para reconocer errores y expresar arrepentimientos.

El ciudadano común debe tomar nota de estas actitudes y advertir que si los errores fuesen reconocidos por quienes los cometen y se dejase de lado el ejercicio corrupto del poder todos esos recursos mal administrados o mal habidos se reflejarían en la economía y en el bienestar general.

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