Corrupción

Corrupción

Esta palabra, utilizada muy frecuentemente en nuestro pensar y hablar cotidiano, -y puesta en práctica en demasiadas ocasiones- tiene los siguientes sinónimos en el idioma español: perversión, depravación, cohecho, soborno, podredumbre, putrefacción, vicio, alteración, descomposición, estrago, corruptela, abuso, transgresión.

¿Se podría afirmar, que el significado, contenido y concreción de esta (mala) palabra son, hoy, más actuales y repetitivos que en otros tiempos de la historia humana? Seguramente, las opiniones estarán divididas. Pero, veamos.

Desde el momento en que, lo que llamamos ser humano comenzó a pisar este planeta, la corrupción existe en nuestra especie: corrupción corporal (enfermedades y muerte), corrupción personal (ausencia de convicciones éticas), corrupción ético-social (falta de respeto, mentiras, robos, abusos de todo tipo, guerras, enfermedades y muertes provocadas, incumplimiento de lo pactado y negociado, negación de justicia individual y social), corrupción ecológica (degradación del medioambiente, maltrato y extinción de especies animales y vegetales), corrupción globalizada (la mayor porción de lo que contiene el planeta y de todo lo que produce la humanidad está siendo acaparada y utilizada solo por una tercera parte de los habitantes del planeta en injusto desmedro del resto.

Entonces, ¿el ser humano es, desde el inicio de los tiempos, un ser corrupto?

* Existen planteos filosóficos, psicológicos, sociológicos y religiosos que así lo afirman. Es el "pesimismo fundamental" ante el ser humano: nada bueno hay en él, todo lo hace mal o equivocado.

* Existen, también, quienes sostienen la tesis contraria, con aquella frase: "en el fondo, todos somos buenos".

* Y hay un tercer paradigma que postula: en la genética espiritual, psicológica y corporal de cada persona existen dos tendencias muy fuertes: una que nos impulsa a obrar bien y hacer el bien y otra que nos invita a satisfacer nuestras apetencias utilizando cualquier medio y bajo cualquier circunstancia. Los antiguos pensadores definían a estas tendencias como: 'ágape' (amor-vida) y 'tánatos' (mal-muerte).

La tercera postulación o paradigma es el que ha tenido -en casi todos los tiempos- y tiene hoy, la mayor aceptación  entre las personas, civilizaciones, religiones y ciencias referidas al ser humano.

Con un importante ingrediente: estas dos tendencias, que se encuentran en continuo enfrentamiento, pueden ser encauzadas correctamente gracias a "la libertad y la voluntad" de cada cual. Libertad y voluntad que nos habita y que se expresa en la interioridad de cada persona en lo que denominamos "conciencia" (saber lo que hacemos y conocer los efectos -positivos o negativos- de nuestras acciones).

Volvemos a interrogarnos, ¿nos parece que, en la actualidad, hay mayor y más extendida corrupción que en los tiempos de nuestros abuelos? 
 Mi parecer es que el "núcleo" de toda corrupción es el mismo en todos los tiempos: aprovecharse de todo y de todos, sin escatimar medios, para satisfacer nuestros egoístas intereses.

Lo que hoy es nuevo, es el alcance "mundial y globalizado" de la corrupción en todos los niveles sociales e institucionales. No existen nichos humanos que hayan podido escapar a esta epidemia. Existen, sí, personas o grupos de personas que, con su voluntad y libertad, permanecen firmes en sus convicciones y hacen realidad en sus vidas aquello de: "no hagas a otro/a/os lo que no deseas que te hagan a vos".

Sabemos que, en este mundo globalizado, juegan un papel importante los grandes adelantos científicos y tecnológicos operados en los últimos sesenta años. Por lo mismo, todo descubrimiento o adelanto científico -precisamente por la libertad interior de cada persona- puede servir para el bien común o para el desastre colectivo. Recurramos al ejemplo de la energía atómica: con ella se pueden diagnosticar y curar enfermedades tenidas como incurables, y también se puede inmolar a 400.000 personas, como en Hiroshima y Nagasaki.

¿Y la conciencia?

¿Qué hay dentro de la conciencia de quienes fabrican armamentos -en trillonadas de dólares- y los utilizan para dar muerte a miles de miles de personas y hacerse de sus bienes y riquezas?

¿Qué hay dentro de la conciencia  de los que roban millones de las arcas públicas o en la de los empresarios que inflan las facturas de las obras públicas y pagan propinas millonarias a agentes del Estado?

¿Qué hay dentro de la conciencia de quienes falsifican medicamentos y condenan a muerte a quienes los necesitan, o dentro de la conciencia de los narcotraficantes y de quienes los amparan o miran para otro lado?

¿Qué hay dentro de la conciencia de aquellos gobernantes que gastan millonadas de pesos en derribar y volver a levantar espacios públicos que pueden esperar mejores tiempos económicos, mientras en sus jurisdicciones hay gente que no tiene casa o trabajo o un trozo de pan para calmar su hambre?

Según el lenguaje concreto de San Agustín, en cada uno de nosotros hay una porción de Cristo, el hombre nuevo, y una porción de Adán, el hombre viejo.

Depende del proyecto de nuestra libertad dar más espacio a uno o a otro. Así puede surgir una persona honesta, justa, amante de la verdad y del bien. Y, también, puede crecer  una persona malvada, corrupta y distante de todo lo que es bueno y justo.

Si alguien se habitúa a mentir, a engañar, a robar, a corromper activamente o a dejarse corromper pasivamente, acaba creando en sí una "segunda naturaleza". Su conciencia se adormece o se encapsula egoístamente, no mira a su alrededor. Y, finalmente, realiza todo esto sin culpa y sin remordimientos, porque la corrupción en él/ella se volvió natural, una segunda naturaleza.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.

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