Corriendo detrás de las emociones

Se disputó la quinta edición de la Maratón Nocturna Internacional: el bonaerense Miguel Guerra volvió a ser el gran ganador.

Corriendo detrás de las emociones

“Dale nene, ya lo hiciste dos veces. Ahora es más fácil”. La arenga interna, como parte de un ritual con cábala incluida, apunta a la fibra íntima.

Correr una maratón (11 km. en este caso) no es fácil y mucho menos sin una cabeza fuerte desde lo mental para sostener el desgaste físico. A mi alrededor calientan unos 970 atletas y yo, con el 517 en el pecho, sigo paralizado por los nervios.

Es un desafío recorrer la distancia que separa al Estadio Cubierto La Colonia del Parque Recreativo Dueño del Sol y cuesta decidirse a lanzarse a la carrera. Pero la marea (en ese caso rosa, por las camisetas) te empuja, te arrastra a su propio desafío y obliga a mirar lo que vendrá.

Al principio hay poco espacio y cuesta avanzar a paso sostenido. Frenar, cambiar de carril, volver al anterior, frenar otra vez... Casi mil competidores que avanzan por calle Neuquén y la mayoría va con un mismo objetivo: correr más allá sus  propios límites. Un poco más adelante, como si los persiguiera Mandinga, “vuelan” Miguel Guerra, Julius Rono, Maxi Tarraga, Cristian Mohamed y Pedro Barroso.

Más retrasadas, pero con idéntico paso, empujan al viento María Ovejero, Rosa Godoy, Mariana Córdoba, Elisa Abarca y Noelia Rodríguez.

¿El resto? Un poco lejos, tratando de no pensar en la fatiga que comienza a apoderarse de las piernas. El cúmulo de sensaciones que uno va viviendo en ese recorrido que despierta los sentidos (la noche se presentó maravillosa) es impresionante. El cuerpo flaquea por momentos, pero la cabeza decide que hay que seguir.

Ella manda. Es un arma muy poderosa, clave en momentos límites. “Tenés que seguir, hay que seguir”, me repite. Y no tengo el valor de contradecirla.

Algunos apuran el paso, otros no pueden sostener el ritmo y Avenida Mitre empieza a quedar atrás. Las luces del Parque Recreativo cada vez son más grandes. Me emociono y la piel se eriza. A esa altura me siento liviano, como cuando a uno lo invade un estado de felicidad repentina.

Lograr el objetivo es difícil de explicar con palabras. Siento que siempre será más fácil hacerlo desde las lágrimas.

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