Correr sin mirar el cronómetro

La sexta edición de la carrera esteña tuvo dos periodistas de Los Andes participando. El desafío de no renunciar.

Correr sin mirar el cronómetro
Correr sin mirar el cronómetro

Los motivos por los que uno corre nunca están claros. O sí. Hay ambiciosos que se largan a una carrera con el objetivo de ganar y hay otros, menos profesionales, y hasta un tanto aventureros, que desean disfrutar de lo que va regalando el camino. Por eso es especial recorrer los 11 kilómetros que propone la Maratón Nocturna Internacional “Con luz propia, Junín brilla más”.

Desde el Estadio Cubierto La Colonia hasta el Parque Recreativo Dueño del Sol, los competidores, sobre todo aquellos no van a buscar un premio sino a empujar un poco más allá sus límites y sus esperanzas, recorren asombrados el paisaje nocturno.

Mientras muchos de nosotros (los competidores) estábamos recién abandonando el distrito de La Colonia, el bonaerense Miguel Guerra levantaba sus brazos en señal de triunfo, cruzando el arco de llegada y bajo una ovación que lo recibía como ganador por tercera vez consecutiva. En damas, unos minutos después, María Ovejero hacía lo propio y celebraba su segunda coronación en esta competencia.

Esta vez no hubo sufrimiento. Correr acompañado es una de las experiencias más solidarias que se conozcan. Uno se apoya en el otro para seguir cuando la fatiga aparece, cruel, detrás de algún añoso plátano sobre carril Isidoro Bousquets. “Venimos bien”; “nos falta poco”, “dale que podemos” son frases que suelen repetirse a lo largo del camino y no por ello pierden el sentido de lo que buscan: alentar, alentar y alentar.

Dentro de ese grupo de deportistas amateur donde nos encontrábamos hay una realidad que nunca se esconde: uno corre para superarse así mismo; nunca para ganarle al que va unos metros más adelante. Así, hay tiempo para emocionarse con Jorge, quien corrió en la categoría 60 a 64 años, que ni siquiera paró cuando su pierna izquierda empezó a traicionarlo. Detalles que vuelven lágrimas las gotas de sudor, de sacrificio que siempre tiene recompensa.

El cierre de la carrera brindó reconocimiento a los ganadores, aquellos que establecieron los mejores tiempos. Pero también hubo espacios para quienes nunca miramos el cronómetro: los altos, los bajos, los flacos, los gordos, los rápidos y los lentos. Todos fuimos ovacionados al llegar al Parque Recreativo. Y eso, créanme estimados lectores, vale más que el premio en efectivo.

Soledad González - sgonzalez@losandes.com.ar: "Anoté un nuevo logro del que me siento orgullosa"

Salí última. Y si no fue así llegué en el pelotón final. Cualquier aficionado al atletismo sabrá que correr 11K en 1:24:56, con un promedio el kilómetro de 07:43, no es algo para estar orgulloso, menos si usás como parámetro que el primero utilizó para llegar a la meta final un tercio del tiempo que me requirió a mi y arribó en 0:34:41 o que la mayoría de tu grupo de gimnasia lo hizo promediando la hora.

Sin embargo, dejando de lado las métricas, como dice el dicho “sin prisa pero sin pausa”, me hice un lugar entre los 677 participantes que lograron terminar su carrera y clasificar en el parque “Dueños del Sol”. Lo que sería un fracaso para algunos para mi fue un desafío cumplido.

El trayecto que parecía corto desde La Colonia, se hizo interminable durante la segunda mitad del recorrido, principalmente desde la Calle La Posta hasta la avenida Mitre. Es que me faltaron piernas y sobre todo, me faltó entrenamiento.

Cómo llegué. Me faltó mucho de todo pero me sobró voluntad. Y a eso se le sumaron los vitoreos de los vecinos de Junín que salieron a las calles y alentaron a todos y cada uno. Un espectáculo poco común en la Ciudad pero muy característico del departamento que me vio crecer, algo que lo hace único.

Me alentaron todos, en cada esquina había alguien que te decía que “no aflojaras” que siguieras adelante y eso es un “plus” para no abandonar. Por lo tanto, es probable que tenga que agradecerles que hoy pueda escribir este columna. Por que donde no había resto para seguir, los vecinos de Junín me ayudaron a continuar.

Cuento largo, hecho corto: la llegada al parque “Dueños del Sol” fue una fiesta. Recibí mi medalla por participar, pero lo sentí como si hubiera ganado los 42 K de la maratón de Nueva York. Es que principalmente anoté en el mes de octubre otro nuevo logro: pasé de no “correr ni al colectivo” a en menos de un año terminar esta “mini travesía”, de la que me siento orgullosa.

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