Que sufrió, es cierto; que pudo empatarlo o perderlo, también, pero terminó siendo triunfo 3-1 y nada más importa. Palmira se impuso a Pacífico, se metió en zona de clasificación y se prometió así mismo ser un rival de temer para cualquiera.
A Aurinegro le costaba y apareció Zelaye para dar una mano. El central quiso jugar un tiro libre hacia el medio, entregó la pelota a Pizarro y Moralez abrió el marcador con un remate bajo a primer palo. Pacífico creció con ese golpe. Adelantó sus líneas y entre Rosón y Vasilchik, más las corridas de Ojeda sobre la derecha, encontró la forma de lastimar. Por eso la fórmula del gol no sorprendió: centro del “11” y gol del “9”. Iguales otra vez y con los de Buxó manejando con más criterio la redonda.
“No tuvimos juego”, diría un rato después, con el triunfo consumado, Bermegui. Y esa falta de juego de la que hablaba el DT jarillero fue captada por la visita, que con Alaniz y Bordnasky manejó los tiempos a su placer. El local, con el circuito de creación sin espacios, eligió correr y meter en todos lados.
Y mientras Pacífico despilfarró algunas chances claras frente a la valla de Videla, los esteños encontraron un guiño cómplice de la suerte para volver a ponerse arriba en el marcador. Páez capturó un cambio de frente y lanzó un centro bajo (más bien pareció un remate defectuoso) que dio en la humanidad de Flores y terminó incrustándose en el primer palo de Pelayes. Ahí si se descontrolaron los alvearenses, ya no estaba Alaniz (lesionado) y todo fue a los ponchazos.
La igualdad pudo llegar en algún remate de Rosón, Vasilchik u Ojeda, pero en todos los casos el balón se fue ancho. Y de tanto ir, volvió a descuidar la retaguardia. Andrada cedió un balón hacia atrás y se lo entregó al juvenil Cuello, quien eludió al “1” y marcó el tercero de su equipo. Delirio, emoción y llanto. Palmira ganó un partido complicado, está cuarto en el torneo y sigue dando pelea con un equipo repleto de juveniles comprometidos. Quizás ese sea el gran mérito del “Jarillero”.
