En el último tiempo he tenido la magnífica oportunidad de cruzar la cordillera de los Andes en vehículo en repetidas oportunidades. La he cruzado de noche y de día. Conocí lo que es pasar sin espera en la Aduana, y tuve la vivencia de esperar 14 horas para poder hacer los trámites migratorios y de Aduana.
Viví lo que significaba esperar en el lado argentino durante 2 o 3 horas, no para hacer trámites aduaneros sino para poder atravesar un by pass que se había improvisado por la rotura de una parte de la ruta 7 como consecuencias de un alud. Hubo veces que el paso estaba cerrado y otras que salí justo cuando lo habían abierto y en el mismo día volví minutos antes de que lo volvieran a cerrar. He tenido esperas de una hora y media con 18 autos adelante y colas de 5 horas con cientos de autos que esperaban antes que yo. En esas esperas he visto momentos en los que el trámite era más lento en el paso 1 (migraciones argentina), otras en el paso 2 (migraciones chilena), en el paso 3 (aduana argentina) y también en aduana chilena y control del SAG.
He vivido cómo camiones en caravana pasaban al lado de una gran cola de autos esperando al lado de la ruta y he sido protagonista de un sinnúmero de camiones esperando mientras nosotros pasábamos muy contentos casi sin esperar. También tuve la oportunidad de ver cómo autos y camiones competían por pasar por la última caseta de control del lado chileno. He esperado en la ruta, dentro de túneles, dentro de cobertizos; del lado argentino y del lado chileno. También he vivido cómo el transito se hacía de un solo sentido porque había obras de reparación o ampliación en uno u otro lados de la cordillera. En todos esos viajes he tenido oportunidad de ver colas de vehículos de una fila, de dos filas, de tres filas. He estado esperando mientras autos pasaban al lado mío sin explicación y he sido protagonista de la situación opuesta. He visto personas sentadas delante de una camioneta en el medio de la noche intentando evitar que ese vehículo siguiera adelantándose. He gritado a un montón de conductores pidiendo que respetaran la fila; me he enojado, he aprendido a relajarme, he encontrado pasatiempos para hacer durante la espera. He discutido, pensado, rezongado, observado. En fin he analizado la situación una y otra vez.
Mi experiencia en todo este tiempo es de caos, falta de respeto, improvisación, falta de información, inconsciencia. La crónica relata que el foco se centra en acelerar los trámites migratorios y de aduana. En ese tiempo se han ido generando otros problemas algunos de los cuales aun no han sido ni siquiera identificados. Y que no deberíamos esperar que sucedan esos accidentes para comenzar a gestionarlos.
Sucede que la espera en lugares no diseñados para eso puede generar accidentes. No hace falta que Steven Spielberg nos cuente en un film que un túnel puede desmoronarse o taparse en ambos extremos con autos y personas adentro; o que un alud puede llevarse puesto decenas de autos.
En el sentido de la prevención de accidentes de tránsito en zonas escolares se colocan carteles, se pintan calles, se colocan semáforos y hasta a veces se destina un preventor municipal, en cambio en medio de una ruta nacional, en los momentos de espera, donde niños y personas bajan para caminar o descansar un rato no existen medidas adicionales de seguridad. Otra línea de problemas se puede dar cuando existen “avivadas” en el momento en que mucha gente está esperando, cansada y en una sociedad cada vez más agresiva. No deberá faltar mucho tiempo para que alguien sienta que puede hacer justicia por mano propia iniciando una gresca en plena cordillera de los Andes.
Sistema de turnos para atravesar la cordillera
Les voy a describir un cuento que imaginé en uno de estos viajes. Un día en la mañana de verano llegaba en mi vehículo a Potrerillos, me acercaba a una columna de color negro en la que existe una barrera por delante y confirmaba mi intención de viajar a Chile confirmando cantidad de pasajeros y niños. El sistema informático dentro de esa columna calculaba en función del tiempo del viaje hasta el paso de Los Libertadores y la cantidad de personas, y me informaba cuánto tiempo debía demorar mi viaje y a qué hora aproximadamente podría ser atendido (la leyenda en el ticket confirmaba “nunca antes”).
En ese momento yo tenía la opción de volver a Mendoza o seguir hasta mi destino planificado (mi asombro era gigante al darme cuenta de que podía elegir). Además, como mi tiempo de viaje empezaba a calcularse en el momento que me dieron el ticket no había motivo para ir viajando a velocidades extrañas pasando a otros vehículos, ya que no me iban a atender antes. Si el tiempo de espera previsto era excesivo, podía quedarme a tomar o a comer algo en algún lugar del trayecto entre uno y otro lugar; descansar o contemplar la cordillera en un lugar seguro específicamente diseñado para ello; ir al baño en lugares adecuados; hacer un paseo en trekking; tal vez inclusive bajar haciendo rafting; hacer algún tipo de actividad recreativa en el lago del dique Potrerillos, conocer Puente del Inca; visitar Los Horcones, etc, etc. Si mi viaje iba a ser muy largo avisaba al lugar de destino mi hora aproximada de llegada (con gran certeza).
Les dejo a la imaginación de los lectores qué podrían hacer si contaran con esa información cuando viajan a Chile. Les dejo a la imaginación de las autoridades de aduanas y migraciones qué podrían hacer si contaran con esa anticipación con la información de cuantas personas van a viajar efectivamente o si pudieran informar a “esa columna negra” que circunstancialmente cuentan con menos personas para la atención del público (¡y esa columna usara esa información a favor del viajero!). Les dejo a la imaginación de las autoridades de Gendarmería lo que puede ser controlar una ruta en la que no hay incentivos a para correr carreras porque el conductor tiene su tiempo de viaje controlado. Les dejo a la imaginación de los emprendedores y comerciantes de la zona sobre cómo entusiasmar a los que transitan la ruta para que elijan su negocio durante la espera.
Les dejo a la imaginación de las autoridades con toma de decisión política el gran rédito político de la una medida de tal simplicidad e impacto.
A veces la brecha entre la imaginación y la realidad es tan pequeña.