Coro de la Tercera Edad: cantan por la amistad y para enfrentar la soledad

Son unas 40 personas que se reúnen dos veces por semana. Integran una agrupación municipal que ya tiene 22 años de existencia. Historias de abuelos que encontraron en el coro una nueva etapa de su vida lejos de la pasividad.

Coro de la Tercera Edad: cantan por la amistad y para enfrentar la soledad

Diego marca los tiempos con un zapateo firme. Unas 30 miradas siguen con atención los gestos de sus manos, los ritmos que va marcando. Son ojos que se han acostumbrado a verlo todo y quizás por eso se animan a más.

El Coro de la Tercera Edad de Las Heras está en pleno ensayo. En los descansos, algunos se distraen con las fotos que se están sacando para esta nota. Otros esbozan una sonrisa porque ya comienzan a sentirse “famosos” y otros tantos se preparan para la siguiente canción.

“Pensemos que la boca es una flor que se abre de a poco, no es un pororó, che”, dice el director del coro, Diego Novicov -que hace 13 años encabeza el grupo- a modo de chiste para volverlos a poner en situación. Ahí nomás empiezan con una cuequita que aprendieron el año pasado.

“A mis años tropecé con unos ojazos pardos”, cantan ya enteramente metidos en el ensayo, que retomó actividades el miércoles luego de las vacaciones. La canción, elegida al azar por el director -aunque al escucharla uno se pregunta si en verdad el azar tuvo algo que ver-, habla de las personas que se enamoran siendo grandes.

Las historias que nacen de la gente que compone este coro hablan justamente de eso, de corazones robados por una pasión aprendida cuando los años se niegan disfrazarse. Cuentan de prestar el corazón y la voz para que el tiempo, que pasa rápido, no lo haga desapercibido y tampoco en soledad.

Enfrentar la vida

Mientras de fondo suena el “Sapucay dominguero”, Edit cuenta que comenzó en el coro gracias a una amiga que la invitó y que se quedó, sobre todo, por las personas del grupo, la solidaridad y los viajes compartidos.

Ella es de las más nuevas y reconoce que la integración al grupo fue muy rápida. “Me gusta la forma de ser de todos y lo que el profe aporta. Acá no hay personas viejitas, nada que ver. Son todos muy enérgicos. Hemos llegado mucho a la gente; hemos logrado generar la idea de que somos personas mayores,  no ancianos”, explica quien, además de cantar, baila folclore al igual que otras compañeras.

Edit, que está terminando los trámites de jubilación, trabajaba en una oficina luego de que sus hijos Paola y Cristian crecieran. “Ellos me dicen que he cambiado mucho desde que vengo a coro. Que tengo más audacia para enfrentar la vida”, asegura.

María Agüero lleva unos 7 años en el coro e indica que para todos asistir a cantar es un aporte muy valioso. “Nosotros los jubilados tenemos tiempo libre que a veces no sabemos en qué ocuparlo. Esto es recreativo y hermoso”, describe.

María fue celadora durante 40 años, 27 de los cuales los transitó por la escuela Bernardo O’Higgins, del barrio Municipal. “He traído a todas mis amigas al coro. Somos como diez dentro del grupo. Ahora estamos planeando el viaje a Iguazú”, agrega.

Tal vez para darse coraje entre los dos, Augusto Trivella y Norma Navarro destacaron la unión y el compañerismo que hay en el conjunto lasherino. “Hay una corista que debe operarse y nos juntamos todos para ayudarla. Eso es lo que nos caracteriza: el afecto y la vida social sana”, coinciden.

Augusto fue docente de escuelas técnicas y desde 2014 integra el coro. “Lo bueno es que no se exige saber leer música. Venir acá es tener ganas de cantar y saber compenetrarse con el clima de personas simples”, dice.

Norma, en tanto, después de haber criado a sus hijos y de años de trabajar en el comercio y en una clínica, se sumó a esta iniciativa que el municipio propuso en 1994: “Estar acá me permite unirme con mi familia, porque vienen a verme, participan. Sobre todo me gusta que venga mi nieta Sol, que sabe todas las canciones”.

Tomás Tapia fue suboficial mayor de la policía de Mendoza. Dice que trabajaba “36 horas al día” y que en esa época sabía a qué hora entraba pero no cuándo salía. Asegura que este cambio rotundo, en el cual lleva 3 años embarcado, es “otra vida” para él.

Risueño, con el chiste fácil, lanza que él se siente la mascota del coro y explica serio: “Es que yo no vengo a cantar, yo vengo a ladrar”. Ahí nomás viene otra vez la risa y aunque no hace falta que lo haga, agrega: “Acá me retan porque soy jodón. Y mis nietos se ríen porque dicen que abro la boca pero no canto, que es para disimular”. Y finaliza: “Pero acá lo importante es compartir. Es la amistad”.

Una terapia de realidades compartidas

Diego Novicov es el director del coro desde 2002. Cuenta que el día en que empezó a trabajar sólo había 13 personas -actualmente son 40- y que la idea era dar un lugar a los adultos mayores, que andaban de un lado para el otro en los centros de jubilados de la comuna.

Ninguno de ellos tenía experiencia en el canto coral y por ello la premisa de aquellos días era generar un lugar de reunión y comenzar a conocer la música popular latinoamericana. “Había que desinhibirlos y el camino era la música familiar y conocida”, comenta Diego, indicando que el grupo actualmente tiene una estética propia que apunta a lo popular con matices corales.

Con los años, el grupo empezó a viajar. Primero, a lugares cercanos para actos municipales o presentándose en centros de jubilados, pero luego los destinos se hicieron provinciales y más tarde nacionales. De hecho, hasta llegaron a ser los fundadores del “Cantanono”, un encuentro de coros de la tercera edad que se realiza todos los años en San Luis.

Saliendo de lo artístico, Diego comenta que para los asistentes el coro es una terapia. “La gente viene porque tiene ganas de cantar, pero la mayoría lo hace porque por ahí se quedaron solos o porque comparten una realidad. Pero cuando te vas introduciendo en lo artístico vas tocando fibras y vas logrando muchísimas cosas. Yo me he sorprendido de lo que han crecido artísticamente”, finaliza Diego.

EN DETALLE

El coro funciona en el Centro Cultural Malvinas Argentinas, ubicado en la calle San Miguel 1540, frente a la plaza departamental. Los encuentros son los lunes de 10 a 11.30 y los miércoles de 17 a 18.30.

Es abierto, libre, gratuito y se puede empezar en cualquier época del año. Más informes en la Municipalidad de Las Heras.

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