El tramo final de la campaña encuentra a los distintos espacios prácticamente resignados a mejorar levemente los porcentajes obtenidos en las PASO de agosto. La mayor expectativa está puesta en la cantidad de bancas que cada sector consiga tanto en el Congreso como en la Legislatura.
En el caso puntual del oficialismo, los números de la elección de legisladores nacionales servirán para medir la eventual proyección nacional de Cornejo. Si amplía las diferencias con el PJ logradas en las primarias, algunos dirán que eso fue posible porque se apoyó más en la imagen presidencial; otros, que su liderazgo provincial es tal que no necesita de aliados ni apoyos extra.
También miran con interés en el Gobierno lo que pueda surgir de la elección para la Legislatura provincial, donde el cornejismo necesita por lo menos mantener su actual porcentaje de quórum para no pasar grandes sobresaltos.
Sin duda, habrá que esperar los resultados del próximo domingo a última hora para ver si, realmente, las diferencias se amplían para la coalición gobernante, la gran apuesta de todo el cornejismo. “Espero que estemos un poquitín mejor”, comenta a diario Cornejo entre sus colaboradores. Ese “poquitín” significa, al menos, llegar a diez puntos porcentuales de ventaja sobre Somos Mendoza.
Precisamente, en el justicialismo, la segunda opción según el resultado de las PASO, se mantiene el anhelo de subir dos o tres puntos porcentuales sobre lo logrado en esa elección. El principal candidato, Omar Félix, indudablemente hace equilibrio para mostrar la imagen de un peronismo más amigable como opositor y a la vez encauzar la demanda de más confrontación que desde adentro pueda ejercer el kirchnerismo.
La unidad lograda por el justicialismo mendocino lleva a sus candidatos no kirchneristas, como Félix, a recibir frecuentes “pases de factura” o chicanas, especialmente en los debates, por la reciente presencia del kirchnerismo en el poder durante más de una década.
La gran prueba que afrontará el frente Somos Mendoza se dará en aquellos departamentos en los que hay intendentes de su signo político. Es allí donde los “caciques” territoriales también ponen a consideración sus respectivas gestiones debiendo sobreponerse al peso del oficialismo nacional y provincial.
Varios escalones más abajo compiten las dos restantes fuerzas que superaron las PASO: la que encabezan los abogados de Protectora (PI) y la izquierda (FIT). No es nuevo decir que la pelea por el tercer lugar en la política mendocina es el desafío entre ambos sectores. Lo que valdrá, en definitiva, no es tanto que una u otra corriente sea tercera en la provincia, sino cómo con esa posición suma el porcentaje de votos necesario para ocupar bancas, aquí y en el Congreso. En ese sentido, el que más arriesga, y por eso busca mantenerse, es el FIT.
Volviendo al oficialismo provincial, el gobernador Cornejo se ha propuesto romper con un maleficio electoral que la mayoría de los gobiernos debieron soportar en Mendoza en cada elección de mitad de mandato desde hace varias décadas.
Y el dato no es menor y resulta a la vez interesante. Desde la gobernación de Arturo Lafalla las legislativas de medio término fueron adversas para el oficialismo de turno. No sólo Lafalla; las listas de Roberto Iglesias, Celso Jaque y Francisco Pérez tuvieron caídas en las legislativas. La excepción fue Julio Cobos, que al promediar su mandato vio ganar a la lista de candidatos a diputados nacionales que justamente encabezaba Cornejo, pero que obtuvo una diferencia muy escasa con el justicialismo (35 por ciento a 26 por ciento), en una elección en la que estuvieron por encima del 10 por ciento el entonces demócrata De Marchi y Luis Leiva.
En esta oportunidad, Cornejo quiere que sus listas ganen cómodamente y con ese propósito ha venido orientando su estrategia de campaña, en la que fue gran protagonista pese a las críticas recibidas desde los partidos de la oposición.
El Gobernador no sólo pretende volver a las elecciones legislativas de mitad de mandato exitosas en las urnas, como tuvieron los gobernadores Llaver, Bordón y Gabrielli, sino, conforme con lo ya señalado en esta columna, un caudal de votos que se refleje en la Legislatura que viene a partir de la próxima renovación de bancas, que ocurrirá recién el 1 de mayo.
Cornejo repite a sus allegados que las elecciones parlamentarias suelen ser bastante “escasas” para el oficialismo de turno, aunque resulte ganador. Es una realidad asumida por gran parte de la dirigencia en general, pero no por el titular del Ejecutivo, que se propone cambiar ese rumbo, un poco por el hecho de competirle hasta a las estadísticas y también en parte para tener ese poder legislativo que le evite grandes sobresaltos en los dos años que le quedan para gobernar.
Admite que la ciudadanía le da más apoyo a la oposición para que controle al poder de turno, pero curiosamente en esta instancia ha salido explícitamente a pedir más poder para él, para su gobierno. Así lo reclama en la publicidad electoral que se ve, escucha y lee en los medios. Respeta el rol de la oposición, pero cree que su andar ya mostró mejoras en los servicios que debe garantizar el Estado, superaciones que justifican su política de rienda ajustada que ejerce y probablemente siga ejerciendo.
El cierre de campaña que le espera al oficialismo provincial no es de grandes convocatorias. Habrá actos que no arrojen grandes gastos en cada una de las regiones de la provincia (Sur, Valle de Uco, Gran Mendoza y Este).
Dicen los allegados al Gobernador que el bajo nivel de indecisos que manejan en sus encuestas hace suponer que la intención de voto no variará mucho en el corto tramo que resta hasta el domingo.
Y no hablan en el Gobierno de una supuesta apatía de la gente, sino de un nivel de conformismo con la gestión que por ahora alcanza para ganar la cercana elección. Las urnas dirán quién tuvo razón.