Por Gastón Bustelo - gbustelo@losandes.com.ar
El gobernador electo Alfredo Cornejo ha manifestado, en distintas oportunidades, que quiere que su gestión se caracterice por lograr que los servicios del Estado funcionen bien. También ha señalado con insistencia algo que sucede y que está relacionado con lo anterior: que la administración actual gasta más dinero del que recibe y pone números a su afirmación: dice que se recaudan $ 2.800 millones y se gastan entre $ 3.100 y $ 3.200 millones, según datos de Tesorería.
Ahora bien, Cornejo lo que quiere hacer, más allá de equilibrar las cuentas, es lograr que paguemos los impuestos para que después los alumnos salgan con conocimientos de la escuela pública; que los que van a los hospitales y centros de salud se retiren de allí bien diagnosticados y con los remedios necesarios, entre otras cosas tan simples como obtener un turno para renovar el carnet de conducir sin mayores problemas.
Sabemos que estos objetivos no son menores. No tenemos dudas de que para poder cambiar la calidad de los servicios que no funcionan bien, el gobernador electo deberá antes lograr un cambio cultural enorme entre los distintos agentes estatales, como también en los ciudadanos. A esto se suma un actor fuerte: los sindicatos. Cornejo ha dicho que los gremios lo acompañarán en su cruzada para lograr que los empleados públicos que no trabajan, o trabajan mal, lo hagan y bien. Veremos...
Vamos a un ejemplo para dimensionar el cambio que se busca. Como toda gestión, la de Pérez tiene algunas cosas para destacar y que quizá han pasado desapercibidas. Una de ellas a mi entender, es la decisión de la Administración Tributaria Mendoza (ATM) de seguir realizando el concurso Mi factura Por Favor, en el que se premia a los cursos de las escuelas que más preguntas responden bien sobre cultura tributaria. Sin dudas la iniciativa es buena, los chicos aprenden por qué deben pagarse los impuestos, pero también habrá que cumplir con esos alumnos y terminar, en los hechos, de explicarles el sentido de la cultura tributaria.
Es decir, que se complete el ciclo, que sientan que los impuestos que pagan sirven para que los servicios que brinda el Estado funcionen y bien, algo que hoy no pasa en diferentes áreas. La escuela les dará conocimientos pero, si no ven al padre pagar los gravámenes, pedir las facturas y darlas, no sucederá demasiado. Menos cambios se lograrán si ven a los morosos seriales tranquilos en sus mansiones haciendo fiestas como si nada pasara. Uso el ejemplo de la cultura tributaria sólo para dimensionar el cambio que propone Cornejo.
Las falencias e inequidades dentro del Estado son increíbles. Sabemos que en el Ministerio de Salud hay médicos que cobran salarios altísimos y que no están en los hospitales. Mientras, en el mismo Estado, hay otros que trabajan con enorme dedicación, con pocos recursos, tienen dos residencias es decir que están bien capacitados, y dos empleos más en el sector privado y no pueden pedir un crédito para comprar una vivienda porque no les alcanza el salario.
¿Cómo llegamos a esto? Cada uno tendrá su respuesta pero hemos escuchado a muchos decir que con “un carguito en el Estado” o en alguna empresa estatal ya “están tranquilos”. Los que lo dicen saben que tendrán estabilidad, que deberán campear los cambios políticos y que la calidad de su trabajo es probable que no sea un problema.
Fácil sería simplificar y pensar que todos los agentes estatales trabajan mal. Sabemos que en varias reparticiones públicas, escuelas u hospitales hay personas que hacen su tarea con extrema seriedad, que se sienten orgullosos de ser empleados públicos porque están comprometidos no con un gobierno de turno o un partido, sino con el Estado. A estos, Cornejo los llama héroes. Pero hay otros que llegaron porque los llevó un pariente con vinculaciones o un puntero y otros porque ven a la política como una “actividad” que les garantiza movilidad social y dinero.
En ambos casos, si se trabaja o no eso se decide después. Mucho menos se cuestionarán el cómo. Lo verdaderamente complicado es saber cómo salimos de esta situación porque, sin dudas, hay un factor cultural que pesa fuerte.
Por lo menos, Cornejo deberá lograr que los ingresos al Estado sean por concurso, que la eficiencia que debería brindar el Estado sea mensurable en cada uno de los servicios diferentes que se brindan y que esos datos sean públicos y, si no se están haciendo bien las cosas, que alguien pague las consecuencias.
Así las cosas, habrá que ver cuántos “héroes”, de los 100.000 empleados públicos que hay en Mendoza, están dispuestos a seguir a Cornejo en su cruzada.