Cornejo y Pérez Hualde, los duelistas mendocinos - Por Carlos S. La Rosa

Con la renuncia desaparece el enfrentamiento (...) y la supuesta mayoría opositora deja de tener sentido.

Cornejo y Pérez Hualde, los duelistas mendocinos - Por Carlos S.  La Rosa
Cornejo y Pérez Hualde, los duelistas mendocinos - Por Carlos S. La Rosa

Alfredo Cornejo y Alejandro Pérez Hualde ingresaron a las ligas mayores del poder político provincial allá por el año 2004, durante la gestión gubernamental de Julio Cobos. El primero lo hizo desde el Poder Ejecutivo, como ministro de Gobierno y luego de Seguridad, y el segundo como miembro de la Suprema Corte de Justicia local. Fueron en su momento dos piezas clave en la ejecución de la política institucional que pretendía el entonces gobernador y futuro vicepresidente de la Nación.

Frente a la constante crisis de seguridad, Cobos encontró en Cornejo al hombre con decisión suficiente para encarar la temática, como su antecesor, Arturo Lafalla, lo hallara en Alejandro Cazabán y su sucesor Celso Jaque en Carlos Ciurca. No es que pudieran solucionar el grave problema que aún hoy continúa, pero esos tres hombres fueron capaces de darle una canalización política, cada uno de muy distinto modo, al drama de la inseguridad para que dejara de transformarse en una crisis política, tal cual venía ocurriendo con los demás ministros del área que, ante cada crimen explosivo, saltaban como fusibles de luz.

Habiendo salido políticamente ileso de su paso por la cartera de Seguridad, Cornejo luego sería diputado nacional, intendente y finalmente gobernador.

Alejandro Pérez Hualde también tuvo en esos tiempos un papel clave, ya que las papas quemaban entre el gobierno radical y la Corte.

Ocurre que cuando, frente a la crisis económica, el gobierno nacional prohibió toda indexación en los contratos, en Mendoza hubo un  juez supremo, apoyado por muchos  otros, opinando que no indexarse los sueldos era agredir un principio constitucional: el de la intangibilidad de los jueces que garantiza su independencia en las decisiones.

La pelea fue larga y durísima porque tanto Iglesias como Cobos acusaron a los jueces de defender sus privilegios corporativos y personales cuando el país entero sufría mil horrores económicos. De hecho todo devino en un conflicto de poderes, que incluyó un plebiscito en que los jueces fueron lapidariamente derrotados por la opinión pública en sus incomprensibles pretensiones de salvarse solos.

Pérez Hualde fue uno de los pocos funcionarios judiciales que tuvo la osadía de opinar en contra de la indexación en las haberes de los jueces, explicando, con sentido común, que ello no afectaba la intangibilidad de sus haberes. Y debido a esa posición es que tanto Cobos como Cornejo encontraron en él al símbolo que necesitaban para incorporar a una Corte adversa.

Cornejo y Pérez Hualde reconocen filiación radical, muy fuertemente el primero, levemente el segundo. Y ambos son el prototipo del  conservador mendocino. Cornejo en su práctica política, Pérez Hualde en su sólida formación académica.

Sin embargo, pese a su origen compartido y a su identidad de ideas, en el momento en que se encontraron frente a frente, el gobernador Cornejo y el supremo Pérez Hualde no tuvieron más que enfrentamientos. Ninguno expresado directamente, pero todos existentes enfáticamente.

El hombre “garantista, progre y zaffaroniano” de la Corte mendocino es el juez Omar Palermo, la clara antípoda del pensar de Cornejo. Sin embargo, la pelea de fondo fue siempre con Pérez Hualde, casi como en “Los duelistas” de Joseph Conrad, esa legendaria historia de dos oficiales del mismo ejército, el napoleónico (en este caso sería el cobista), destinados a enfrentarse en un interminable duelo del que ninguno de ambos puede escapar. Y del que nunca queda muy en claro la razón de fondo de la pelea, quizá más pasional que racional.

Pérez Hualde convencido de que Cornejo quería avanzar en el control del Poder Judicial mucho más que sus antecesores, y Cornejo persuadido de que la mayoría de la Corte era conducida por Pérez Hualde, más ocupado de ponerle palos en la rueda que en apoyarlo en sus reformas.

Convicciones ambas difíciles de comprobar, pero que motivaron fuertes tensiones entre ambas figuras, que si bien no llegaron a un conflicto de poderes (como en los anteriores gobiernos radicales de Iglesias y Cobos con sus respectivas cortes) sí impregnaron de desconfianza mutua la relación y eso impidió una fructífera colaboración.

Con la renuncia de Pérez Hualde desaparece el enfrentamiento personal entre los duelistas mendocinos y la supuesta mayoría opositora a Cornejo deja de tener sentido. Lo cual permitirá saber, con el tiempo, cuál de ambos contendientes tenía más razón, según que Cornejo construya una Corte adicta o bien ambos poderes, manteniendo su independencia, dejen de echarse la culpa mutuamente sobre la crisis de seguridad y se pongan en conjunto a combatirla.

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