Alfredo Cornejo es, pocas dudas caben, el gobernador que más poder político acumuló en lo que va del siglo. Pero ni así pudo romper con el maleficio que cayó sobre sus antecesores más cercanos y debió conformarse con nominar como sucesor al “candidato del consenso”, Rodolfo Suárez, y no a su preferido, Martín Kerchner.
Julio Cobos terminaba su mandato en 2007 con altísima imagen positiva y como postulante a vicepresidente del kirchnerismo, pero nada de eso le bastó tampoco. Él hubiera querido dejar como sucesora a su ministra de Economía, Laura Montero, lejos su preferida. Pero tuvo que inclinarse por el “candidato natural” del radicalismo que le respondía: el intendente de Godoy Cruz, César Biffi.
El final de esa historia ya se conoce: Biffi perdió ante el peronista Celso Jaque y Cobos aún lamenta no haber seguido su instinto.
Cuatro años después, Jaque también quiso postular a su favorito: el poderoso secretario general de la gobernación, Alejandro Cazabán. En la previa de la definición, el funcionario fue el encargado de hacer los anuncios más relevantes de la gestión, el protagonista de actividades oficiales y hasta el “anfitrión” de un superclásico de verano.
Pero Cazabán era resistido por los intendentes y las figuras relevantes del PJ, y su mentor tenía nulo peso político para imponer un sucesor. El elegido terminó siendo otro ministro provincial, el que menos molestaba al resto y el que todos creían que podrían manejar: Paco Pérez.
Pérez ganó gracias al arrastre de Cristina Kirchner y su gestión, ya se sabe, fue una sucesión de desatinos. Esto no le impidió soñar con elegir al candidato del PJ y le dio aire a su ministro de Salud y mejor amigo, Matías Roby. La ilusión le duró poco: el partido le dejó en claro que no tenía posibilidades de intervenir en la decisión y debió conformarse con apoyar al candidato “natural”, el del consenso mayoritario: Adolfo Bermejo.
El problema fue que Roby se creyó que podía ser gobernador, se unió a un sector marginal del peronismo y dio lucha interna. Su fracaso (sacó 4% de los votos en las PASO) fue casi tan resonante como la ruptura de su amistad de más de 30 años con Pérez.
A Cornejo se le iluminaba la cara cuando hablaba de Kerchner apenas meses después de asumir y su sonrisa traslucía casi un orgullo paternal.
Al fin de cuentas, hacía una década que lo venía moldeando en la tarea política y lo consideraba el ministro más exitoso de su gabinete porque había logrado acomodar el descalabro financiero heredado.
Por eso lo soñó su sucesor.
Claro que antes intentó la reforma constitucional para tener él la posibilidad de un segundo mandato y en esa cruzada fue Kerchner uno de los más entusiastas militantes e incluso el promotor de un “operativo clamor”.
Tal preferencia era tan clara que el ahora ungido Suárez llegó a pensar en declinar su aspiración y seguir cuatro años más en Capital.
Pero a Kerchner nunca le fue bien en las encuestas y tampoco tuvo el imprescindible apoyo partidario por su estilo más confrontativo e imprevisible.
Así, sin consenso social ni radical, su suerte quedó echada y Cornejo, híper pragmático, debió optar por quien le daba más garantías de triunfo y paz interna, incluso con el Pro. El intendente capitalino tejió una buena relación con el Gobierno nacional y da con el “estilo” de los candidatos macristas.
Tal vez, igual, haya un premio consuelo para el ministro: si el presidente del Pro local, Omar De Marchi, insiste con dar pelea interna por la candidatura a la gobernación, algo que el cornejismo espera y alienta, el ministro podría ser el postulante radical a la intendencia de Luján en las PASO para arrebatarle ese departamento al macrismo y así castigar a su aliado “irreverente”.
Pero aún es pronto para saber su destino. En el Gobierno quieren contener a Kerchner, que se había embalado y mucho con ser el candidato a gobernador, y no quieren lanzar su nombre para ningún otro puesto que luego no se concrete para evitar desgastarlo más.
Hasta que llegue el momento del cierre de listas, a mediados de abril, no se sabrá con certeza si habrá lucha interna en el frente oficialista y qué casilleros quedarán vacantes. Por eso, Cornejo se guardó la definición del nombre del o la vice hasta ese momento, como posible prenda de negociación con otros sectores de la UCR o incluso De Marchi.