Marcelo Zentil - mzentil@losandes.com.ar
Alfredo Cornejo tiene una vieja obsesión: el manejo de la agenda pública. Imponer a los medios de qué deben hablar para así llegar con su mensaje a la sociedad. Y en los últimas semanas lo ha logrado con demasiada frecuencia, como nunca lo hicieron sus antecesores cercanos.
El Gobernador se muestra en público a la mañana, a la tarde y, si puede, a la noche. Y cada aparición está ligada a un hecho de gestión: una inauguración, una obra en avance, una licitación o un anuncio.
Esa multiplicación lo ha colocado como único protagonista de la escena política mendocina, sin rivales internos ni externos que amenacen su reinado. En el radicalismo, los disconformes lo asumen con resignación. En el peronismo, la impotencia le gana a la bronca.
En cada aparición, el Gobernador se las ingenia para terminar hablando de lo que él quiere: sus planes, su gestión y sobre todo mostrar lo que ha hecho en este año y medio que lleva al frente de Mendoza, poniéndolo como la contracara de las últimas gestiones del PJ.
Con las cuentas públicas, seguridad y justicia como temas recurrentes, se mete también con el embarazo adolescente, contención de chicos en riesgo, turismo, obras municipales, obras provinciales, violencia de género, cambio climático, etc, etc, etc.
“Así debe ser. Es el gobierno elegido democráticamente el que debe imponer su agenda”, define Cornejo. No hay lugar para las imposiciones de poderes alternativos. Cualquier parecido con el kirchnerismo no es mera coincidencia.
¿Está en campaña? Sin dudas, aunque lo desmientan. Ahora la pregunta es en campaña para qué. La de Cornejo no parece solamente una estrategia para lograr el máximo apoyo en las legislativas que se aproximan.
Aunque una y otra vez afirma, y es cierto, que serán un plebiscito de su gestión, aún no tiene candidatos a quién exponer como los representantes de su proyecto y así trasladarles el apoyo popular que ha ido acumulando en los dos últimos años.
La de Cornejo parece una campaña personal para algo más que una legislativa. Tal vez, aunque también lo desmientan, sea para lograr el apoyo popular que necesita para la reforma constitucional.
En el peronismo no dejan de sorprenderse por el vendaval cornejista de los últimos días, ven difícil ocupar la agenda pública y sólo le encuentran semejanzas con un antecesor, ya lejano: el Pilo Bordón, que supo acaparar el protagonismo a fines de los ‘80, aunque con “un estilo menos prepotente”.
Por eso creen que un muy buen resultado a favor en las PASO le dará a Cornejo la fuerza que necesita para arremeter con la reforma y la reelección, aunque él hoy insista en que es un proyecto olvidado.
Ese número “mágico” se ubica arriba del 50 por ciento de los votos. Y de allí en más, tendría casi seis semanas para lograr que la Legislatura, con una docena de votos peronistas (cinco en el Senado y siete en Diputados), apruebe una ley que declare la necesidad de la reforma.
El 22 de setiembre vence el plazo para convocar a un referéndum el mismo día que la legislativa del 22 de octubre. Nada estará dicho hasta ese momento.
“Todo lo que planteamos está en camino, hasta lo que fue más resistido. Es verdad que la vida de la gente no cambió tanto, pero en el aspecto colectivo de la agenda pública sí hay muchos cambios”, analizó hace unos días Cornejo ante los suyos.
Contar los porotos
El desafío para el oficialismo es muy grande en octubre: la UCR pone en juego todo lo que ganó en 2013, cuando como oposición y con Julio Cobos como principal candidato le sacó 20 puntos de diferencia al Frente para para la Victoria.
En Diputados, el radicalismo renueva trece bancas y el PJ, ocho. En el Senado, son once los radicales que terminan su mandato y siete los peronistas. Bastará que pierda un legislador en cada cámara para ceder la mayoría que hoy tiene y estará obligado entonces a negociar cada ley.
Por eso, Cornejo está más dispuesto a ceder espacios en la lista de diputados nacionales que en las de legisladores provinciales.
Aunque, en realidad, puede perder un diputado en tres días: difícilmente el massista Pereyra siga en el oficialismo si su jefe político le hace caso a las sugerencias del operador-empresario José Luis Manzano.
El ex ministro menemista quiere ocupar en el peronismo el lugar que dejó vacante el Chueco Mazzón, su ex socio político, y busca convencer a Sergio Massa de que su única opción es volver al PJ.
Uno de los líderes del peronismo se sincera y define la próxima legislativa como una “batalla perdida”. Es más, tampoco se muestra muy optimista respecto de 2019.
¿Cómo hacerle frente a un Cornejo omnipresente?. “Tenemos que hacer una propuesta diferente y marcarle al Gobierno lo que está mal, pero solos no podemos”, adelanta.
La misión peronista parece difícil en este contexto. Por eso creen que la única forma de lograr una derrota digna es uniéndose, más allá de las diferencias. “Él pretende que estemos todos peleados”, dicen.
Desde el kirchnerismo admiten que la situación interna es "cada vez peor" y que los principales referentes cambian de opinión a diario.
"El PJ aún no ha tocado fondo, en las elecciones va a caer más. El problema es que la dirigencia quiere llevarse la última cosecha en vez de preocuparse por sembrar ahora para cosechar en dos, cuatro o seis años", describen con crudeza.
La única ilusión peronista, ya no para ganar pero sí para perder por menos diferencia, es paradójicamente el presidente, Mauricio Macri. Creen que si la gestión nacional y la economía no repuntan, tirarán hacia abajo al hombre que domina en soledad la política mendocina.