Cornejo, Montero y la guerra de los roces

En estos siete meses en el poder las diferencias entre el Gobernador y la Vice inevitablemente salieron a la luz. Al fin de cuentas, son un matrimonio político por conveniencia, con orígenes políticos y perfiles distintos. El último hecho público fue por

Cornejo, Montero y la guerra de los roces

Marcelo Zentil - mzentil@losandes.com.ar

El Gobernador parece avanzar con sus planes políticos y de gestión sin mayores obstáculos. Su partido está encolumnado, los intendentes sumisos como nunca por la necesidad de fondos y el peronismo, culposo por la situación en que dejó la provincia, apoya cada ley.

Pero en el tablero de ajedrez que Alfredo Cornejo armó en su cabeza hay una sola pieza que a veces se rebela y quiere decidir sola sus movimientos: la vicegobernadora, Laura Montero.

Hasta ahora, no hay crisis, pero sí reproches. Las fuerzas de uno y otro son desproporcionadamente opuestas y eso impide una ruptura.

La semana que pasó, dos declaraciones menores sumaron indicios de esa distancia: tras la renuncia del procurador de la Corte, Rodolfo González, Montero pidió más presencia femenina en los lugares clave de la Justicia.

Cornejo, extrañamente, le respondió también por los medios: la mayoría de los jueces, fiscales y abogados defensores son mujeres. Y en cierta manera minimizó que no ocupen puestos en la cúpula de la estructura judicial porque allí, dijo, llegan pocas causas.

Igual, en el radicalismo ya empezó a correr un rumor con tono de certeza: de producirse una vacante en la Corte, es firme candidata la jueza Gabriela Ábalos, esposa de Gabriel Fidel, presidente de Pro Mendoza y parlamentario del Mercosur.

Montero ya se había quejado por el cupo femenino antes de asumir, pero esa vez fue por el gabinete, en cuyo armado ella no participó y que tiene sólo una mujer en la primera línea, aunque en un área considerada lateral: Turismo.

La “convivencia” entre un hombre y una mujer en la cabeza del gobierno mendocino es toda una novedad. Hasta ahora, sólo hubo hombres allí donde hoy está Montero, y a la mayoría muy bien no le fue.

Sólo dos fórmulas sobrevivieron con éxito a los cuatro años de mandato: los peronistas Bordón y Lafalla y los radicales Cobos y Jaliff.

Cornejo sabía que Montero iba a ser su candidata a vice desde mucho antes de que firmaran el acuerdo interno que evitó el choque entre ellos en las primarias del año pasado.

Creía que era la única en su partido que podía sumarle votos. Aunque admitía que nunca le garantizaría el manejo de la Legislatura.

Montero estaba convencida de ser candidata a gobernadora, pero su armado territorial era endeble y minoritario. Por eso aceptó ser la segunda, aun intuyendo que Cornejo no le dejaría resquicios de poder para ocupar.

Así fue como llegaron a esta suerte de matrimonio; más conveniencia y especulación que amor y convencimiento.

¿Qué nos pasó?

Cerca de uno y otro alimentan los rumores y cuentan las diferencias. Por momentos, la pareja gobernante parece convertirse en Pimpinela. Aunque todos admiten que ellos han desarrollado una relación que les permite decirse en la cara lo que piensan, sin romper.

Un integrante del gabinete de Julio Cobos, que ellos compartieron, recuerda que en aquellos tiempos su relación era casi de “compinches”, tanto que Cornejo fue el que más ayudó a Montero cuando debió enfrentar una amenaza de juicio político.

Luego, la competencia por la postulación a gobernador, que los dos ya anhelaban en aquel momento, generó algo de recelo y distancia.

Montero suele argumentar que son complementarios. Él es el estratega y conductor político. Ella vendría a aportar la sensibilidad social.

Algo de eso hay y está marcado por sus diferentes orígenes políticos.

Cornejo empezó a militar casi de adolescente, dejó San Carlos para estudiar Ciencias Políticas e hizo toda la carrera posible dentro de su partido y el Estado.

Montero miró la política desde lejos aunque su padre fue ministro en los '80, el campo fue su hábitat durante años como ingeniera agrónoma y recién pasados sus 40 debutó en la gestión y como ministra.

Pero también tienen diferencias más recientes: Montero se opuso a ultranza a la política de alianzas, fundamentalmente con el Pro, que impuso Cornejo a fines de 2014.

Luego, ella se volvió una defensora de la incorporación de Sergio Massa al frente local, mientras él afianzaba su relación con Mauricio Macri.

Sin participación en el gabinete ni en las decisiones trascendentales, la Vice decidió ocuparse de la Legislatura y reformar tanto sus formas como su estructura. Por eso planea un nuevo edificio que en el Ejecutivo algunos cuestionan.

Su particular estilo, como la describe un senador peronista, le ha valido más de un choque con los legisladores de su propio partido, en especial con su segundo, ese que puso Cornejo para garantizarse el manejo político de la cámara alta: Juan Carlos Jaliff.

Los senadores y en el propio Ejecutivo le reprochan a la Vice sus ansias de protagonismo y sus declaraciones públicas, como la crítica al tarifazo energético que decidió la Nación, o sea Macri.

También le apuntan por la toma de decisiones en soledad. De hecho, aseguran que la intendenta interina de Santa Rosa, Norma Trigo, no fue a la presentación de la auditoría de las cuentas de ese municipio, que hizo gente de Montero, porque no le mostraron antes el informe.

La tensión se traslada incluso a las sesiones: los mismos radicales la corrigen sin pruritos desde sus bancas. 
Cerca de Montero dicen que los dinosaurios de la política se resisten a los cambios y a la transparencia, como la publicación del listado de asesores que tiene cada uno.

Y aunque reconocen que Cornejo ha cumplido en compartir con la Vice cada una de sus decisiones antes de anunciarlas, saben que esa “generosidad” no va más allá del cuidado de las formas.

La cárcel de iniciativa privada, que le daba prioridad al empresario multi rubro Omar Álvarez en la licitación por haber elaborado el proyecto, motivó el último gran conflicto, mucho más que el cupo femenino en la Justicia.

Montero, acompañada por la fuerza de un par de senadores cercanos, le torcieron al brazo al cornejismo, que había aprobado la idea en Diputados e incluso ya la había apoyado a fines de 2014, cuando aún gobernaba el PJ. La ley se cayó.

Pero hasta ahora Montero no tuvo suerte con el avance de su proyecto más declamado: el de ética pública, que ordena la declaración pública de bienes para funcionarios, legisladores, intendentes y hasta jueces.

Es claro que a Cornejo no le interesa, porque los proyectos que él impulsó salieron en cuestión de semanas, a lo sumo un mes.

La Vice apuró el proyecto de ética pública tras el escándalo que provocó su propia declaración jurada, que incluía una casa valuada en 70 centavos. Por eso mismo, en el Ejecutivo aseguran que no creían oportuno tratarlo antes del receso. “Todos iban a decir que era una reacción por lo que pasó”, argumentan.

Aunque lo que nadie en el Ejecutivo critica es el proyecto de reforma de la Constitución que Montero, pacientemente, va instalando en la agenda pública. Al fin de cuentas, está desmalezando el camino para que Cornejo pueda soñar, por ahora en silencio, con un segundo mandato.

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