A quienes arriesgan nombres de su futuro gabinete, Alfredo Cornejo les responde con el silencio. Aunque eso no significa que sea un tema olvidado para él. De hecho, desde que ganó la elección provincial, hace tres meses, está pensando en ese equipo con el que saldrá a la cancha el 9 de diciembre. Pero recién develará el misterio cuando todo el proceso electoral nacional haya culminado y le falten pocos días para asumir como gobernador.
“Voy a inclinarme por gente que pueda aportar a mi gobierno ideas propias y no que deba dárselas yo”, es la definición amplia, pero a la vez la más concreta que ha dado hasta el momento.
A partir de esa frase y algunos datos más es posible empezar a esbozar el perfil que tendrán los ministros, pero sin nombres, un secreto que según dicen por ahora sólo comparte con la almohada y algunos pocos de su entorno.
Cornejo les ha dicho a los que le preguntan que no va a haber grandes sorpresas y que los elegidos serán referentes del área que deberán comandar. No habrá un abogado especialista en derecho de familia al frente de Obras Públicas, por ejemplo.
También les dejó en claro a los curiosos que no habrá gente de su círculo íntimo en esa primera línea del gabinete, una máxima de todo gobernador.
Sus más cercanos ocuparán subsecretarías, porque desde allí tendrán acceso a toda la información de cada ministerio y además su exposición ante la oposición y la prensa será menor. Poner a un amigo de ministro, y más en el primer gabinete, es un riesgo muy grande. Siempre es mejor tenerlos en “reserva”, para cuando no haya más opciones ni salida.
Quizás la excepción sea Martín Kerchner, el diputado provincial que le lleva las cuentas desde su gestión en el Ministerio de Seguridad y hoy es el que negocia con el gobierno de Francisco Pérez en el proceso de transición. Nadie duda de que será el ministro de Hacienda, aunque ni ese nombre quiere confirmar Cornejo.
La razón de tanto misterio es entendible: aquel que confirme se verá sometido a un proceso de desgaste antes de asumir. Y quedan casi tres meses para que el gobernador electo se haga cargo de Mendoza. Demasiado tiempo, porque en su transcurrir siempre pueden aparecer cuestionamientos que terminen bajando al elegido o se le pidan respuestas que no podrá dar.
En algunas charlas, Cornejo ha explorado entre los suyos las opiniones que tienen sobre algunas personas en las que piensa como posibles ministros. Por ejemplo, indagó sobre la hoy diputada nacional Patricia Giménez como directora general de Escuelas. Pero nada está cerrado.
Sí lo ha tranquilizado ver que en algunas áreas complejas cuenta con un equipo para arrancar la gestión. Es el caso de Seguridad, que fue uno de los ejes de su campaña y para la que hay dos nombres dando vueltas.
Equipo provisorio
Cuando comenzó el proceso de transición, Cornejo fue pidiendo a gente que trabaja hoy con él en la Municipalidad de Godoy Cruz que recolectara información sobre áreas determinadas. Muchos creyeron ver en esas “designaciones” la integración del futuro gabinete. Pero la lógica que usó para elegirlos da por tierra con las especulaciones.
Primero que nada buscó gente de su confianza, que lo conoce y sabe lo que quiere, pero también que hoy tenga un “trabajo” que pueda prolongarse más allá de diciembre, justamente para que ninguno de ellos se hiciera ilusiones y nadie de afuera crea que serán ministros.
Por eso, las únicas dos caras visibles y voces autorizadas de la transición por el lado radical son Kerchner, cuyo mandato como legislador se extiende hasta el 2018, y Enrique Vaquié, el diputado nacional que seguramente será reelecto en octubre.
“El Alfredo no quiere que nadie se ponga el traje. Si alguien pretende ocupar un lugar en el futuro gobierno, lo primero que debe evitar es creer que ya lo tiene y, sobre todo, decirlo. El que habla, pierde”, advierte desde el entorno del radical alguien que conoce muy bien la obsesión de su jefe por el control de la información.
Sin luna de miel
Alfredo Cornejo busca mostrarse lo menos posible, al menos en la prensa. Está “guardado”, salvo que haya algún evento o acto que no pueda obviar. Esa decisión comunicacional tiene que ver con su necesidad de desgastarse lo menos posible en una transición atípicamente larga.
En su equipo entienden que si aparece mucho, corre el riesgo de llegar a la asunción, el 9 de diciembre, sin generar demasiadas “expectativas” en la gente, con la sensación de que ya lleva un tiempo gobernando.
De hecho, al haber tenido que meterse de lleno en la gestión financiera de la provincia, por la crisis que hay, algunos dicen que no tendrá la habitual “luna de miel” con la ciudadanía. “Al otro día de asumir vamos a tener que empezar a resolver problemas graves y urgentes”, ejemplificó un cornejista.