Por Luis Abrego - labrego@losandes.com.ar
A 15 días de las PASO, Alfredo Cornejo asume definitivamente el rol protagónico de la campaña electoral. La estrategia del oficialismo se ha explicitado: es plebiscitar la gestión provincial, una aspiración que va en consonancia con el estilo de toma de decisión concentrado (algunos dicen personalista) que exhibe el gobernador.
Así fue también la conformación de listas, una minuciosa ingeniería que pasó por el tamiz casi exclusivo del mandatario (con alguna consulta a los intendentes y otra sugerencia de la Casa Rosada), para personalmente distribuir y asignar lugares a propios y aliados, equilibrando el territorio y las adhesiones en un intento orientado más que dejar a todos contentos, a demostrar que la conducción es una sola: la de él.
Tras la Cumbre del Mercosur, que el Gobierno evaluó como exitosa, tanto en términos organizativos como políticos, Cornejo duplicó su energía y exposición para mostrar gestión, asistir a inauguraciones, plantear la resolución de problemas de larga data y poner sobre sus espaldas todo el peso político de la contienda. Una responsabilidad que en campaña suelen asumir los postulantes, pero que en este caso, han cedido en favor del líder del proceso local en ciernes.
En el fondo, la idea del gobernador es capitalizar el resultado electoral, especialmente si le favorece, sin tener que compartirlo con demasiados socios. Así lo hizo cuando terminó ungido gobernador y así lo será también ahora, ya que presume que el poder se legitima desde el origen. Por el contrario, sabe que si pierde, también será suya toda la responsabilidad.
Si habitualmente se dice que las victorias tienen muchos padres y que las derrotas son huérfanas, Cornejo busca, como las usinas de los encuestadores lo sugieren, que si Cambiemos logra un triunfo en Mendoza, éste sea de él y sólo de él. Ni del presidente Mauricio Macri (y su “gobierno de transición” como lo definió en una entrevista con La Nación), ni muchos menos de los candidatos.
Si hasta hace muy poco tiempo, un kirchnerismo ya menguado decía que “el candidato es el proyecto”, Cornejo considera que en todo caso él mismo es el proyecto, más allá de los nombres propios al tope de la lista. En este caso, la ministra de Salud, Claudia Najul y el actual diputado nacional Luis Petri.
Con esta actitud, Cornejo ya se anticipó a cualquier intento próximo de apropiación del Gobierno nacional, o a las aspiraciones actuales o futuras de los postulantes, y se paró en el centro de la escena para ser él quien se lleve la toda gloria o el oprobio que le deparen agosto y octubre.
En esa línea, esta semana el gobernador sorprendió incluso a parte de su propio gabinete al emprender viaje a Chile para intentar reflotar las chances de optimizar el paso a Chile a través de la traza del Ferrocarril Trasandino como alternativa vial al colapsado paso internacional. En el cornejismo se ilusionan con que si se sientan las bases para empezar a destrabar en breve el intríngulis que significa para los mendocinos el sistema Cristo Redentor, tanto para el transporte de cargas, como especialmente para las personas, ese hipotético logro bien puede ser un perfecto emblema de la “revolución de lo sencillo” que tanto pregona.
En esa dirección se inscribe también la habilitación final de la planta potabilizadora Benegas, que tras ocho años desde que fue licitada, y pese a que parte del financiamiento internacional previsto fue destinado por el gobierno de Francisco Pérez a gastos corrientes, ya está desde hace unos días en funcionamiento. Otro ejemplo del Estado eficiente, concentrado en la infraestructura básica que obsesiona al gobernador. La ampliación, también esta semana, de la aplicación del Código Procesal Penal al sur de la provincia, tras 18 años de postergaciones, es otro hito de lo que el Gobierno busca mostrar como impronta.
Sin embargo, que Cornejo ocupe el centro del ring en período electoral no es sólo para tirar fintas y lucirse como hacía Nicolino Locche. También está ahí para nutrir y propiciar el debate de campaña hacia los tópicos que el Gobierno pretende, esos que a veces se nublan de chicanas y golpes bajos; ese ida y vuelta mediático que también el gobernador sabe disputar, como boxeador mañoso y experimentado. Y en esa tarea, el oficialismo no tiene otro pegador contundente con tanta exposición que no sea el propio Cornejo.
Estilista o peleador callejero, el gobernador afila dardos para su blanco preferido: el peronismo. A sus dirigentes los llamó también esta semana “los genios de la coyuntura”, para resaltar cierta vocación cortoplacista, o tribunera de algunos opositores que desde la opinión del gobernador, no se preocupan por lo trascendente sino por aquello de rédito inmediato, o de opinión liviana sin atender ni “al costo fiscal” de la decisión ni a una priorización de gestión sobre la base de necesidades o una adecuada planificación.
Pero la dirigencia del PJ no fue la única que recibió estiletazos del mandatario esta semana. Extrañamente, los productores vitivinícolas también tuvieron su reprimenda, cuando no sólo los acusó de tener simpatías con la oposición, sino de pretender influenciar en el clima electoral al alentar un supuesto nuevo impuesto para el vino que el propio ministro de Agricultura, el también radical Ricardo Buraylle les había personalmente desmentido; pero que pese a esa versión oficial, algunos bodegueros igual habrían dejado trascender para generar animosidad contra el gobierno de Macri, y con ello, hacia el propio Cornejo. Incluso, no sólo les recomendó tener memoria de las innumerables situaciones en las que el Estado salió en su auxilio sino que les aconsejó dejar de importar vino, y hasta les lanzó una frase temeraria, casi de nocaut: “Los tengo perfectamente identificados”.
Los policías también recibieron algún que otro revés esta semana. A ellos los acusó de no usar en todo su potencial la inversión tecnológica que se compró en su gestión para combatir el delito. Antes había sido la propia ministra Patricia Bullrich por las estadísticas de Seguridad. Y probablemente así será hasta el fin del proceso eleccionario, pegando y recibiendo. Un golpe por golpe que no esquiva. De hecho ayer en San Rafael también se cruzó con los hermanos Félix, en abierta actitud desafiante.
En el barrio, Cornejo sería un “buscaboca” de esos que casi nunca se dejan arrinconar y que ante la presión de la pelea suelen salir del acecho tanto con técnica como con golpes al filo del reglamento.
Enfrente hay un peronismo atomizado, que más allá de las divisiones parece todavía anclado en las improntas culturales del kirchnerismo (el voto de Rubén Miranda en la sesión en la que se juzgaba política -no judicialmente- el accionar de Julio De Vido parece ser un síntoma inequívoco de esa imposibilidad de diferenciar que también exhibió la izquierda de Soledad Sosa, no así Graciela Cousinet; amén de la esperable postura de Guillermo Carmona y Alejandro Abraham). Defecciones como estas, ante la lucha contra la corrupción, hacen que el protagonismo de Cornejo adquiera una dimensión que tal vez no tenga pero que las circunstancias claramente le facilitan. Un peleador no sólo se mide por sus méritos, sino también por el tamaño y el despliegue de sus contendientes.