Pese a no ser especialmente seductor, ni siquiera un gran conductor de voluntades, el gobernador Alfredo Cornejo suele reunir los apoyos más amplios y a la vez contradictorios para sus misiones políticas.
Se trata de un dirigente con gran conocimiento intuitivo y práctico de su profesión, que posee una importante capacidad de liderazgo pues tiene un innato talento para ubicarse siempre en el lugar donde tiene que estar. Vale decir, en el medio de todos y no enteramente volcado hacia nadie en particular.
Algo que es muy difícil de hacer, pero Cornejo lo logra porque suele resistirse a la tentación de jugarse el todo por el todo al ganador de ocasión, como aspirando a quedar parado aun cuando los que él apoya pasen.
Así, a diferencia de Julio Cobos (su exjefe pero con grandes diferencias de personalidad política), él no se hubiera ido con Kirchner cuando Cobos hizo el pacto, pero tampoco hubiera roto con Kirchner cuando Cobos rompió el pacto. Sin embargo, en ambos casos lo siguió a Cobos. No era todavía su oportunidad.
Cuatro años antes de ser gobernador podía haberse presentado para dicho cargo, pero consideró que las brevas aún no estaban maduras para la UCR. No era todavía su oportunidad.
Pero hace un par de años, cuando creyó llegado su momento, puso en el asador todo el material de ahorro acumulado y a partir de allí devino amo y señor de su propia construcción.
Siguió siendo amigo de Cobos y mucho más aún de Mauricio Macri, pero admite un solo jefe: él mismo. Y así se lo hace saber a todos, por arriba y por abajo.
No le gusta traicionar jefes, pero tampoco seguirlos. Tampoco le interesa demasiado que lo sigan, más bien le importa que lo obedezcan. No quiere ser caudillo ni conductor, sino líder, y de la mayor cantidad de gente posible. Otra habilidad en la que ha demostrado ser especialista.
Pocos políticos en la Argentina son capaces de juntar tantas adhesiones a su persona como lo hizo para llegar a la gobernación, sabedor de que todo apoyo, aún el más insignificante, no era despreciable para lograr el objetivo.
Por eso pudo reunir en un solo haz a los ultra progres del movimiento Libres del Sur con los liberal conservadores gansos mendocinos. Y en el medio un sin fin de agrupaciones, hasta una pequeña pata peronista tras las huestes de Clemente Montaña, de la vieja guardia de los hombres del General.
Logró que en su apoyo asistiera no sólo el Pro y la gente de Lilita, sino también los partidarios locales de Massa. Y ganó bien pero con lo justo. El hombre sabía de sus posibilidades, pero también de sus límites.
Ahora le llegó otra ocasión de liderazgo, esta vez a nivel nacional. Es el nuevo presidente de la decaída UCR, que luego de la partida de Ernesto Sanz viene flojita en la coalición, con queja de todos los sectores por su escasa participación en Cambiemos, excepto ciertos figurones que cuando se hacen famosos se acercan cada vez más a Macri y se van alejando del radicalismo que los vio nacer.
Cornejo fue elegido por eso, porque supo estar tan cerca de Macri como del radicalismo. Sin por ello ser un hombre de Macri, y a la vez, siendo radical pero no un radical tradicional, sino más bien un hijo mestizo, con algo de coloración peronista y una pizca de conservador menduco.
Y así logró otro imposible, que fuera apoyado tanto por Lilita Carrió como por el íntimo enemigo de la dama, Enrique “Coti” Nosiglia. Tanto por Ricardito Alfonsín, un ultra crítico de Cambiemos, como por todos los radicales ultra macristas.
Nadie daba con una ubicación tan ubicua en el tablero político. El candidato más probable, José Cano, aparte de tener una entidad menor, estaba demasiado cerca de Macri.
El candidato de Lilita, Mario Negri, estaba con excesivas tareas estratégicas y no satisfacía a los más críticos de la alianza. Freddy Storani, por su postura crítica, hubiera partido en dos o en tres al radicalismo.
Y así, todo el resto de los aspirantes tenía defectos de los cuales Cornejo carecía, no tanto por él o por su personalidad (que nadie por otro lado conoce demasiado) sino por su ubicación exacta en el tablero del poder radical-macrista. Ni con unos ni con otros, con todos pero con nadie del todo.
Cornejo ha demostrado que ese estilo político es muy apto para llegar al poder, ahora deberá demostrar si también le sirve para conservarlo cuando deba ejecutar su partitura.
En Mendoza ya hace dos años que le viene durando, pero en los últimos tiempos ha tenido ciertas rebeliones de gente que se siente ignorada o menospreciada por su estilo un tanto personalista de ejercer el poder. Y porque conciliar lo inconciliable a veces se hace inconciliable.
Pero, pase lo que pasare, lo que hace este mendocino no deja de ser una experiencia original en el amplio espectro de la política oficial actual.