Luis Abrego - labrego@losandes.com.ar / En Twitter: @LuisAbrego
Una tímida presunción atraviesa las usinas radicales por estos días. ¿Es acaso el Gobierno un entramado político “Cornejodependiente”?
La duda surge de los resultados de las PASO, que algunos oficialistas esperaban sortear con otra holgura. Alfredo Cornejo rehúsa esa interpretación y argumenta que las elecciones intermedias siempre fueron esquivas para el oficialismo de turno. De hecho, asegura ante los suyos que cualquier evaluación debe ser hecha en el contexto de los profundos cambios en la política económica nacional y de un 2016 “malísimo” en términos de índices de consumo.
Sin embargo, los escasos 8 puntos que dividieron a Cambiemos/Cambia Mendoza del justicialista Somos Mendoza aún sigue dando tela para el análisis en Casa de Gobierno. Quien se guíe por ese número podría observar que el equipo no funcionó del todo como se esperaba y por lo pronto los técnicos oficiales no han arribado a demasiadas conclusiones para explicarlo, salvo a una: en octubre hay que mejorar la elección para asegurar un segundo tramo de mandato sin sobresaltos, fijando como meta sostener el número de legisladores propios en la Legislatura. Una tarea que a esta altura aparece como más que compleja, ya que si se repitiera la elección estaría perdiendo un diputado y un senador provincial. “Aún así, desempatarían Montero y Parés”, agregan desde el oficialismo.
Puestos a encontrar razones, en los despachos oficiales desmenuzan al menos un puñado. En primer lugar creen que hubo, en general, cierta subestimación del poder de fuego del PJ. “Muchos dirigentes creyeron que el peronismo ya no existía más, que con la imagen del Alfredo y las gestiones de los intendentes ganábamos caminando, y quedó claro que no es así...”, se sincera un alto referente del núcleo de confianza del gobernador.
Todas las miradas apuntan a la actitud de los intendentes radicales, que habrían relajado la actitud, recostados en sus tareas, en general bien evaluadas, con más del 60% de aprobación. Así, un oficialismo casi sin competencia (sólo el tibio intento de Fernando Armagnague en el tramo superior de la boleta y algunas escaramuzas comunales) permitieron que los radicales “hicieran la plancha” en el territorio.
Sobre ese punto, hay un reproche concreto hacia la desidia de algunos caciques por su liviandad a la hora del juego y un pedido expreso para que esto no se repita en la general.
Por otro lado, en la autocrítica se apunta al desfasaje que se generó entre una “campaña que se nacionalizó” y que aquí se encaró sólo sobre la imagen de Cornejo. El gobernador buscó en una elección legislativa validar su proyecto ejecutivo, pero por la esencia misma de la disputa, el votante no percibió en su totalidad que lo que estaba en juego era la gestión provincial, e influenciado por el clima nacional, ¿apostó al control más que a la consolidación de un proceso local como hubiera preferido el gobernador?
“Buscamos demostrar, con la elección unificada, que no nos desenganchábamos del proyecto nacional. A la buena imagen de los intendentes, se suma la del gobernador en los mismos números y contrasta con la del gobierno nacional que no llega a 40%” se sinceran en el Ejecutivo. “Está claro que nos convenía desdoblar, pero no lo hicimos”, agregan.
Asimismo, suponen que el contraste entre un peronismo altamente movilizado, con tres listas en disputa hasta por el último concejal del departamento más alejado, generó una ola militante inesperada, cuyo producto de ese esfuerzo fue a parar en su totalidad al principal conglomerado opositor. Aquí, sin embargo, los voceros oficiales prefieren evitar la autoflagelación y acotan que “le ganamos al peronismo de manera clara y eso no es poco. Además, en Capital, obtuvimos el mejor triunfo de Cambiemos en todo el país, mejor que el de Lilita Carrió en Capital Federal con 54,18%...” agregan con autoestima.
Además, no faltan los que achacan algún “mérito” a la cabeza de lista, la ministra Claudia Najul, a quienes todos reconocen su perfil técnico, su constancia y pertenencia, pero a la que en octubre desean que sea capaz de desarrollar una faceta más política y aguerrida en consonancia con lo que tanto el gobierno provincial como el nacional entienden se juegan en estas elecciones. “El candidato ideal no existe. Con Claudia buscamos asociar la boleta con la gestión”, justifican.
Finalmente, hay quienes consideran que durante estos 20 meses el contexto socioeconómico nacional no ha sido lo suficientemente propicio como para instalar la idea “del cambio” como una opción irreversible para el país. La tarifa del gas, dicen los radicales, también les jugó una mala pasada. Y lo refrendan con un dato: la cantidad de votos en blanco que en el caso de las categorías de diputados nacionales rozó el 4% del electorado. “Ése es un voto nuestro, caliente con lo que está pasando...” dicen sin tapujos.
Puestos a defender esta circunstancia, operadores locales del Pro con llegada a Buenos Aires se sinceran, pero también critican. “El kirchnerismo logró instalar que la cara del gobierno nacional sea (el ministro Juan José) Aranguren, cuando por todo lo que estamos haciendo debería ser (la ministra Carolina) Stanley…”, asegura un hombre del Pro, remarcando el contrapunto entre tarifazos y contención social que en igual forma ha desarrollado el macrismo en el poder.
De cara a octubre, suponen que no habrá grandes sorpresas. “El gobierno nacional va a recuperar algunos puntos fruto de la mejor situación económica, los intendentes van a traccionar más y el peronismo no podrá retener los votos que suman todas sus listas internas”, se esperanzan en el cornejismo.
Por lo pronto, ya planifican poner foco con el mismo Cornejo como protagonista en las zonas rurales, donde la escasez de trabajo y el impacto de las tarifas allanan el camino a la oposición.
El miedo es que el Equipo de Gobierno sea sólo (en el mejor de los casos) un puñado de correctos gestores, pero sin la voracidad política de su líder. Tiemblan de sólo pensar lo que habría sucedido si el gobernador no se involucrara tan intensamente en el proselitismo y prolongan la incertidumbre (especialmente mirando hacia 2019) si finalmente, y por imperio de las circunstancias, la opción reeleccionista termina siendo -como todo parece indicar- un sueño casi trunco.
En el Gobierno, son horas de alertas encendidas y cabildeos incesantes acompañados de un nuevo imperativo político: recuperar la memoria.