Todo lo que le falta en carisma le sobra en tesón. Cuando Alfredo Cornejo adopta una estrategia política es muy difícil que dé marcha atrás, le vaya bien o le vaya mal. En sus dos primeros años su principal objetivo fue más que claro: poner orden en una provincia que consideraba al borde de la anarquía (como si el gobierno de Paco Pérez hubiera sido nuestra versión local del 2001). Y para eso se fijó dos grandes ejes: disciplinar a los sindicatos estatales y disciplinar al Poder Judicial. Es que para Cornejo poner orden significa ordenar las cuentas del Estado (que cree quebró la permisividad de Pérez con los sindicatos) y avanzar en el tema seguridad (donde ve como el principal obstáculo a la desidia judicial)
Cree estar triunfando en la meta de poner orden en las finanzas y disciplinar a los sindicatos. Pero sigue pensando que para solucionar la inseguridad, el Poder Judicial se mantiene como un obstáculo al que no logra subordinar. Su gran jugada para lograrlo fue la de ampliar los miembros de la Corte y la perdió porque se le sublevó un aliado, el único diputado ganso, que le desempató en contra. Pero como a Cornejo no le gusta rendirse, lanzará rayos y centellas contra el PD con furia colosal, sin detenerse en nimiedades. Si puede quedarse con el tradicional partido conservador lo hará y si no lo logra morirá con las botas puestas, pero no se rendirá. Según él esta Corte y este Poder Judicial son un obstáculo para sus fines. Y ahora también lo es el PD, que para colmo acaba de nombrar como presidente partidario a Marcos Niven, el hombre que le dijo no.
Ahora bien, estos grandes rivales aún no doblegados no piensan hacer lo mismo que hicieron los sindicatos estatales (en particular el docente) de pelearlo de frente, porque saben que, hoy por hoy, la única persona que tiene poder político en serio en la provincia es Alfredo Cornejo. Sólo él, ni siquiera el Partido Radical. Entonces tratarán de resistirlo de costado. Marcos Niven dice públicamente que Cornejo es muy buen gobernador pero que a la vez es un autoritario, por lo que a la larga lo que hoy hace bien terminará mal si sigue con esa conducta de avasallamiento hacia todo quien no piensa exactamente igual.
En la Corte, los que menos simpatizan con él (o con los que menos simpatiza Cornejo) piensan parecido, pero en vez de llamarlo autoritario, lo critican citando un apotegma del General Perón: “Cornejo es bueno, pero si se lo controla mejor”.
Estos combates cornejianos proseguirán en los dos años que le quedan de gestión, pero en Vendimia se vio que Cornejo agregará una tercera gran misión: la de conquistar Buenos Aires, la de nacionalizarse aprovechando su prestigio como gobernador y su presidencia de la UCR.
Una particularidad de Cornejo es que se hizo desde abajo y que para llegar se apoyó mucho en el aprendizaje de los errores ajenos para no cometerlos. En ese sentido su gran maestro fue Paco Pérez, quien, según Cornejo, cometió dos errores fatales que él se cuidará de jamás cometer, aunque en ello le vaya la vida.
El primero fue el de tratar de comprar paz cediendo potestades y plata. Cornejo piensa que Pérez se inmoló con los sindicatos estatales cuando les permitió cogobernar con él y les dio más aumentos de los que podía darles. Porque ni siquiera paz se compra con ello, sino el caos. En efecto, cuando las finanzas estallaron por haber prometido más de lo que se tenía, los sindicatos beneficiados no movieron un dedo para defender a su benefactor, más bien contribuyeron a su entierro porque no les pagaba en término los sueldos. Por eso Cornejo prefiere vivir en eterno conflicto con los sindicatos antes que darle a aquellos que jamás le agradecerán.
Algo parecido piensa sobre la relación con la Nación. Cree que es muy positivo participar de un proyecto nacional, al igual que lo pensaban sus antecesores peronistas, Jaque y Pérez. Pero a diferencia de éstos, supone que uno debe plantarse de igual a igual (o lo más que se pueda) con el presidente de la Nación. Y criticarlo todas las veces que sea necesario, cuidando de conservar la relación pero sin que lo consideren un subordinado, porque los poderosos no respetan a los subordinados (si no pregúntenle a Parrili). Y en eso Cornejo es consecuente o contradictorio, según se lo mire: porque de sus aliados locales busca lograr la subordinación que él no está dispuesto entregarle a Macri.
Para Cornejo, Pérez se suicidó por haber quebrado las finanzas públicas al ceder al reclamo sindical, pero mucho más por no haberse plantado firmemente ante Cristina. Quiso ser su mejor alumno, su gobernador más leal, y así le fue. A sus íntimos, Cornejo se los explica más o menos así: “Si decís a todo que sí, te pasan por encima como le pasó a Paco, que por querer ser el mejor alumno terminó siendo el más bochado. Luego de años de obsecuencia, apenas se quiso diferenciar con un mero cambio de fechas electorales, Cristina le hizo la cruz, Paco dejó de pagar sueldos y cuando se fue de la gobernación ni de su casa pudo salir. A mí no me va a pasar lo mismo con Macri”.
Con esas experiencias a cuestas es que Cornejo avanza hacia la Nación. Para comprobarlo basta ver la gran cantidad de entrevistas en diarios y televisión que hizo con periodistas de Buenos Aires. En todas expresa el mismo concepto: Macri sí, pero.... el presidente no enamora; con Chocobar todo estuvo mal; lo de Triaca estuvo peor, va demasiado lento, etc., etc. Es que desde el principio de su gestión, cuando decidió pelear a todo o nada con los sindicatos, Cornejo piensa que la experiencia macrista es interesante pero que él en Mendoza avanza más rápido.
Sin embargo, ahora, para iniciar su larga marcha hacia Buenos Aires, más allá de algunas leves críticas a Macri (que también pueden explicarse para calmar a los radicales que se sienten poco partícipes de este gobierno, o a los radicales que no les gusta la alianza con el Pro) Cornejo decidió, de una manera por lo menos curiosa, lanzar todos sus dardos críticos contra la persona más valorada hoy en el país: la gobernadora María Eugenia Vidal. En las entrevistas le dijo de todo: que es floja con los sindicatos, que haberle devuelto el fondo del conurbano sin contrapartida estuvo mal (o peor, que el propio fondo del conurbano está mal), que mientras él concreta en seguridad o cerrando casinos, Vidal se la pasa anunciando las mismas cosas pero sin definir que con el gasto público pasa lo mismo, etc.
No parece, sin embargo, que Cornejo quiera competir con Vidal, sino que más bien busca querer plantarse como el Vidal de la UCR, su figura más prestigiosa e influyente que ni siquiera apuesta a la presidencia o a la vicepresidencia, pero que sin embargo piensa utilizar su jefatura radical para tomar el impulso desde Mendoza al país y posicionarse como una figura clave del poder nacional.
Para eso, así como aprendió de los para él malos ejemplos de Jaque o Pérez a nivel local a fin de no cometer los mismos errores, más allá de la provincia hace lo mismo con Julio Cobos y Ernesto Sanz, de los cuales suele decir poco de sus méritos y mucho de sus deméritos. Al menos eso hizo esta semana cuando afirmó que la experiencia de Cobos con la vicepresidencia no fue buena y que lo que hizo Sanz al competir en las PASO con Macri no benefició al radicalismo.
No enfatiza, en cambio (cuando critica al populismo), en que él fue uno de los principales ideólogos del pacto Kirchner-Cobos (Roberto Iglesias solía decir que de no haber sido por Cornejo Cobos jamás hubiera pactado). Y tampoco dice que, aun con sus errores, Cobos y Sanz fueron los dos radicales que volvieron a posicionar nacionalmente un radicalismo que estaba mucho peor que en la lona. Cobos dando vuelta al país K con su voto no positivo y Sanz logrando una alianza que llevó nuevamente a la UCR al poder.
Quizá sea porque al gobernador, quizá por temperamento o vaya a saber por qué, no le gusta tanto continuar los aciertos de sus antecesores sino construir los suyos propios para no cometer los desaciertos que con tanto énfasis critica en los demás. Es un estilo, tan bueno o tan malo como cualquiera.
Ahora bien, los que conocen el terreno nacional donde se está metiendo Cornejo, no apuestan todas sus fichas a él, aunque algunas le ponen. Sobre todo a su voluntad de hierro, a su constancia, aunque también dicen que le será muy difícil liderar la UCR nacional porque los radicales sólo internalizan como jefe a quien los cautive, emocione o enamore, y en ese sentido lo que Cornejo dice de Macri se le puede aplicar exactamente a él: serán dos muy buenos políticos, pero no enamoran a nadie.
Por otro lado, así como todos consideran a Cornejo un muy buen gestor, pocos lo creen capaz de dedicarse con pasión y sentimiento a la dura tarea de negociar decisiones con el gobierno, articular con los bloques o domar pacientemente en todo el país a los miembros de ese “caballo mañero y corcoveador, viejo pero todavía con bríos, llamado radicalismo”, al decir de algún sabio poeta del centenario partido.
Aun así, quizá sabedor de sus propios límites, Cornejo no se plantea tanto ejecutar esas labores sino cultivar una relación personal con Macri que le permita posicionar al partido de un modo mejor que hasta ahora. Por eso se presentó nacionalmente con tanta fuerza, como diciéndole al presidente:
"Soy tu igual desde la UCR, por eso te puedo criticar de ser necesario, pero a la vez te puedo ser muy útil, vengo a reclamar para los míos lo que les falta y a cambio convencerlos de que es mejor participar de un proyecto de poder que ser los quejosos del mismo".
Veremos cómo le va.