El primer título de Los Andes sobre la trágica protesta de la provincia mediterránea se produjo el sábado 31 de mayo.
Con un despliegue a todo el ancho de las 9 columnas que entonces tenía el matutino de los Calle, el título principal señalaba: "Dos trágicas jornadas de disturbios causaron en Córdoba 16 muertos y números heridos".
Toda la primera plana fue dedicada a la rebelión popular contra la dictadura de Juan Carlos Onganía.
Uno de los enviados al epicentro de los hechos fue Carlos J. Rodríguez, por entonces un veterano redactor, que luego pasó a desempeñarse en el vespertino que tuvo la empresa, el desaparecido "El Andino".
Una de las crónicas describía que "Córdoba fue convertida en ciudad de holocausto durante dos jornadas". El periodista brinda sus impresiones mientras en un vehículo de alquiler se aproximaba al centro cordobés.
"A medida que nos acercábamos (él y el fotógrafo) al radio céntrico, íbamos dándonos cuenta de que había ocurrido algo muy grave… Antes del road point que da acceso a la avenida Díaz Vélez Sarsfield, fuimos detenidos por primera vez. Se nos recomendó avanzar lentamente y detenernos a la menor voz de alto. Córdoba era una ciudad abierta en medio de una guerra".
Como repercusión de los trágicos acontecimientos, en Mendoza las dos CGT en que se dividía entonces el movimiento obrero decretaba una huelga general.
El gobierno de facto del general José Eugenio Blanco desplazó fuerzas militares y policiales por distintos puntos. La Universidad Nacional de Cuyo se quedaba sin su principal capital, los alumnos, que no concurrieron a las aulas y lo mismo ocurría en los colegios secundarios.
Puntos de vista
Un joven Roberto Roitman, en la actualidad vicedecano de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo, ya militaba políticamente.
"La llamada 'Revolución Argentina' de Onganía –escribe hoy- comenzó por correr el velo en las universidades cuando en la "noche de los bastones largos" se terminó con la falacia de la 'isla democrática'. Surgieron enfrentamientos entre estudiantes y policías, que en su prolongación se llevó la vida del mendocino Santiago Pampillón, en Córdoba en 1966".
Explicó que en mayo de 1969 estallaron conflictos en Corrientes y en otras partes, como en Rosario, con el saldo de las muertes de los jóvenes J.J. Cabral y A. R. Bello. "Estos hechos desataron manifestaciones de repudio y protesta en todo el territorio nacional, a las que los estudiantes mendocinos no fuimos ajenos, con nuestras características propias. Por esos años, también los alumnos participábamos (sin estar totalmente conscientes) de un proceso que, luego, se denominaría 'nacionalización de las capas medias' y de acercamiento con otros sectores de la comunidad, particularmente los trabajadores". Y continuó: "A su vez, en Córdoba venía desarrollándose un conflicto laboral que llevaba meses con los sindicatos de mecánicos, metalúrgicos, luz y fuerza, y otros; con masiva adhesión popular y apoyo estudiantil. Estallaron los sucesos del 29 de Mayo en Córdoba, y la violenta represión suscita en Mendoza movilizaciones de repudio, y de apoyo a las reivindicaciones obrero- estudiantiles cordobesas".
Roitman consideró: "Masivas fueron las marchas de los días siguientes, mientras más se difundía la magnitud de los hechos del 29. Y a diferencia de las de mediados de mayo que eran de estudiantes, en éstas también se manifestaron sectores populares y del trabajo. Muy grande fue el impacto en nuestra generación y simbólicamente se prolongaron hasta hoy, aunque las personas que los encarnan vayan cambiando. Estos procesos son los que aún están inacabados".
Un mundo convulsionado
Carmelo Cortese (sociólogo, ex secretario general de Fadiunc) acreditaba 19 años para la fecha evocada. Al respecto, describe: "Por entonces no había descubierto aun el marxismo. Era un cristiano inquieto y sorprendido por el Concilio Vaticano II y estaba relacionado incipientemente con algunos integrantes del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo; conmovido por el asesinato del Che Guevara en Bolivia; asombrado por el Mayo Francés, y curioso sin respuestas para acontecimientos como la invasión soviética a Checoslovaquia". Más tarde conocería personalmente al cura Llorens, quien ejercía la opción por los pobres en el barrio San Martín.
Destacó que era un mundo convulsionado, "envuelto en las llamas de la guerra de Vietnam y las protestas pacifistas; caracterizado por rebeliones obreras y revoluciones de liberación nacional y social en todo el mundo. Se luchaba por la liberación, y todas las expresiones científicas y artísticas estaban impregnadas de ese espíritu: la filosofía, la teología, la sociología, el periodismo… En Argentina, desde 1966 gobernaba una dictadura que, encabezada por Onganía había derrocado el gobierno constitucional de Arturo Illia. Algunos pensaban que bastaba la dura represión militar, y la conducta de numerosos dirigentes sindicales (los "conciliadores" y los "colaboracionistas") para sofocar una larga historia de rebeldías del pueblo argentino".
Cortese resaltó: "los sectores dominantes creyeron tener "objetivos sin plazos". Pero no pudieron. En ese contexto mundial y nacional, el Cordobazo fue un gran levantamiento de masas obreras, estudiantiles y populares, que cuestionó el orden establecido y marcó el preludio del fin del gobierno de facto. Fortaleció una poderosa fuerza combativa y clasista en los sindicatos. Alumbró el surgimiento de nuevas corrientes y partidos de izquierda revolucionaria en el país. También dijo que "El Cordobazo" no fue un relámpago en una noche serena. Durante la década del '60 se habían producido grandes luchas: ferroviarios, petroleros, bancarios y mecánicos, entre otros, mostraron una alta conciencia democrática, de clase, y nacional. También puede decirse que introdujo un cambio tan profundo en la política argentina que, después del mismo, nada volvió a ser igual".
El investigador comentó que el fin de la década y los comienzos de la siguiente "fueron escenario de varios "azos" –que hoy denominamos "puebladas" – en diferentes ciudades y provincias: Corrientes, Rosario, Tucumán y Mendoza. La pregunta que hoy se impone es si lo vivido hace 50 años es ahora sólo una añoranza de un mundo definitivamente ido. Lo cierto es que, pese a los profundos cambios tecnológicos, económicos, sociales, políticos y culturales, permanece una profunda conciencia y memoria colectiva en el pueblo argentino. Reaparece en diferentes ciclos y momentos del proceso socio-histórico. Aún bajo diferentes formas de lucha, esa combatividad popular es el factor principal de la derrota de la feroz dictadura de 1976 y la recuperación democrática en 1983. Hoy existen quienes dan por sepultado el mundo y el país que alumbraron el "Cordobazo".
“Poder simbólico”
La profesora Elia Ana Bianchi Zizzias acredita una extensa vida en la docencia. También era veinteañera para el Cordobazo. Su evocación apunta a precisar que "ese hito fue el movimiento sindical-universitario que inicia la caída de la dictadura de Juan Carlos Onganía.
La fuerza sindical y la rebelión de los universitarios confluyen en la manifestación de un poder simbólico enorme, esto es, lo que puede lograr la movilización popular en contra de las injusticias de poderes totalitarios. La docente resaltó: "El Cordobazo inaugura un período de características revolucionarias en la Argentina, porque significa la irrupción de la clase obrera en la política, una presencia del sindicalismo como fuerza gestora de la acción de masas. Huelgas, triunfos, corrupción, violencia, habrán de condicionar la débil democracia. En Mendoza se reprimió la manifestación estudiantil con gases, bastonazos, y bayonetas. 'Brutal castigo se dio a estudiantes' titulaba Los Andes del 26 de mayo de 1969) por denuncia mía. Lo más trascendente fue la reacción de toda la población que se manifestó, pública y valientemente, en contra de estos hechos. A través de los años, las múltiples y numerosas interpretaciones sobre el estallido producido en Córdoba, no pueden restar valor a estos significativos acontecimientos históricos que, sin embargo, nos dejan algunas lecciones cívicas: no más violencia, no más grietas, no más corrupción y si, más justicia, más poderes institucionales independientes, más trabajo y educación".
Nunca más
El exgobernador de Mendoza, el justicialista Arturo Lafalla, también se refirió a los episodios de hace medio siglo en la provincia mediterránea.
"Transitaba el último año de la carrera de abogacía, participaba activamente del centro de estudiantes, recién rehabilitado luego de las prohibiciones para su funcionamiento a partir del golpe de Onganía en el '66. Era una facultad de la Universidad de Mendoza, donde nos obligaban a ir de corbata y si no te ponían falta, siendo la asistencia a clase obligatoria con la sanción de quedarse libre el que no cumplía con el 80% de asistencia. En ese contexto nuestros actos de rebeldía se parecían a los que hoy podrían hacer los niños de un jardín. Era una isla en el sistemas universitario, pero de ninguna manera podía permanecer ajena a la situación país. En ese ámbito los que simpatizábamos con la rebelión obrero/estudiantil éramos una significativa minoría. Esos pocos en mi ámbito eran muchísimos más en el resto de los universitarios de Mendoza. Estábamos persuadidos de ser víctimas de una horrenda dictadura (en realidad y sin lugar a dudas lo era) y que el Cordobazo era un ejemplo de rebelión a imitar, pensando que eso no era posible que ocurriera en la pacífica Mendoza. Nos equivocábamos, tres años después ocurría el Mendozazo, ya cuando el ilegítimo gobierno militar se encontraba en retirada. Pensábamos con optimismo que íbamos camino a un proceso de grandes cambios, donde sin proscripciones, obviamente refiriéndonos al peronismo que era el gran proscripto desde 1955, volviéramos a un sistema de libertad con justicia social".
Lafalla, agregó: "En el ámbito en que entonces me movía, en general universitario, ese pensamiento era ampliamente mayoritario. Subestimamos el tema de la violencia, creyendo de muy buena fe que la que ejercíamos estaba justificada para derrotar a la dictadura militar que padecíamos, y que una vez derrotada este la misma desaparecería. También en esto nos equivocábamos. Vinieron las elecciones y la democracia, pero la violencia no cesó. Luego la noche más oscura con la nueva dictadura militar que comenzó en el '76. Esta nueva barbarie dejó empequeñecida a la que originó y justificó el Cordobazo. Una reflexión para adelante, nunca más, nunca más la violencia para resolver los conflictos políticos y muchísimo menos la violencia desde el poder del Estado".
Un asalto sin precedentes
Al tiempo que la situación provincial se iba enrareciendo por la tensión social de ese mayo de 1969, la crónica policial registraba un caso delictivo sin precedentes en los anales delictivos locales.
Tres sujetos armados se llevaban con gran audacia $ 2.000.000 de la Municipalidad de Godoy Cruz, correspondientes al pago de sueldos del personal de esa repartición.
En la huida los malhechores mataron al obrero municipal Bruno Guinchigliani, de 50 años. Los asaltantes y sus cómplices fueron arrestados en horas.