Los matices hacen que las cosas más pequeñitas ganen sentido en un instante. El rebote de una pelota contra el aro puede ser el éxito o la derrota; un segundo más tarde o un segundo antes puede significar un tropiezo monumental y dos simples, en los segundos finales, con el corazón latiendo como si fuera a escapar del pecho, pueden ser el boleto de ida a la memoria popular y colectiva.
Sergio Aispurúa siempre lo supo: quería ser jugador de básquet. Y casi sin quererlo, el Vasco pasó por la etapa mágica del básquet local, formando parte de los inicios de la Liga Nacional y acompañando lo que luego sería la Generación Dorada.
-¿Cómo se vive ahora desde afuera el básquet?
-Las horas previas se viven con mucha ansiedad. Cualquiera sea la carga de los anteriores partidos, uno lleva esa carga por el equipo y todo lo que significa competir. Uno sabe que no es fácil, pero siempre está obligado a intentarlo. En caso de no conseguirlo, uno siempre tiene que seguir luchando. Siempre hay que dar el ciento por ciento en cada juego.
-Pasó mucho tiempo desde el retiro y la pregunta es inevitable, ¿se vive igual de adentro que de afuera?
-Es completamente distinto. Uno va aprendiendo a manejarlo todos los días. De cualquier manera yo me siento bien cuando me reconozco ansioso o nervioso. Ahí me doy cuenta que lo siento, que estoy predispuesto, que tengo que estar atento a lo que puede pasar durante el juego. Ese tipo de cosas me demuestran que estoy pendiente del juego. Uno va aprendiendo a manejarse y a manejar las cosas de distinta manera a cuando era jugador. Cuando uno era jugador sabía que había muchas cosas que podían suceder que dependían de uno. En este caso hay muchas cosas que pueden suceder que no dependen de uno, sino de quienes estén en cancha en ese momento. Son las reglas de este deporte.
-Cuando uno repasa la carrera del Vasco Aispurúa es inevitable no detenerse en esos tiros libres finales del Mundial de España 1986, donde Argentina venció por primera vez a Estados Unidos, que después fue campeón…
-Más allá del éxito de haber convertido los dos tiros libres, ahí está lo que te decía recién: sentía una gran seguridad en ese momento. Y lo que más pensás en ese momento es el éxito del resto de la selección argentina, los compañeros… Más allá de la presión que tenía porque sabía que era quien lo tenía que resolver, está la presión de saber que si uno convierte es una alegría para todo el grupo y para el básquet de un país. Se siente una responsabilidad muy grande y muy linda a la vez. Es lindo tomarla. Aparte pudimos convertir y repusimos de un lateral.
-¿Qué significó ese triunfo?
-Fue resonante para la época; para la historia fue inolvidable. Imaginate que después Estados Unidos salió campeón.
-¿Sos un tipo nostálgico? ¿Sos de repasar tu carrera?
-No mucho. Nostálgico si, pero siempre digo que hay cosas que son muy propias, muy de uno. Normalmente en una charla, en un café, surgen anécdotas, pero es muy difícil transmitirlo. Son cosas que las lleva uno y son fantásticas haberlas vivido. Uno está feliz de haber tenido la trayectoria que uno tuvo, pero lo tomo como una etapa que ya terminó. Ahora intento dar el ciento por ciento como técnico y en la parte privada. Así lo vivo, tratando de involucrarme mucho en el momento que vivo.
-¿Todo tiempo pasado fue mejor?
-No creo; son distintas épocas. Desde la nostalgia se ve que todo era mucho mejor, porque nos cuidábamos más, porque entrenábamos más y realmente no sé si es tan así. Creo que todas las épocas han tenido sus virtudes y sus defectos. Si me preguntas cual era la más fácil, yo te digo la nuestra. Había muchas menos posibilidades o alternativas que podían desviarnos de un objetivo. Hoy para los chicos está un poco más complicado.
-Morón, Liga Nacional…
-¡Si, tremendo! (Risas)… Fue una época de descubrimiento absoluto, donde jugábamos al básquet porque nos gustaba y un día aparece León Najnudel con esta brillante idea de la Liga Nacional y nos encontramos en poco tiempo jugando y ganando plata con lo que nos gustaba. Fue un hallazgo, un descubrimiento muy grande y en ese sentido si te puedo asegurar que el amor que teníamos por la Liga Nacional era mucho más grande que ahora. Fue como encontrar la novia soñada.
-En otros deportes suele analizarse como cambió el juego en sí; ¿el básquet sufrió cambios muy grandes?
-Muchísimo, en muchos aspectos. La mayoría en forma positiva. Por eso te digo que todas las épocas son buenas. Cambiaron las reglas, la velocidad, la formación, el profesionalismo, cambió la forma de viajar, los hoteles, los estadios. Lo que provocó la Generación Dorada es el mejor síntoma de que hubo realmente un cambio.
-Hace varios años la Generación Dorada está en una transición, ¿Falta mucho para que termine esa transición?
-Creo que falta para que termine. Por suerte todavía nos queda Luis (Scola), porque creo que desde lo deportivo va a costar muchísimo encontrar otra generación con siete u ocho jugadores del talento que supimos tener, pero sería bueno mantener esa idea de grupo, esa química que hay entre ellos, durante un tiempo determinado que pueda ayudar a encontrar esta cantidad de jugadores importantes. Más allá de ese talento, la selección no debe perder ese sentido de pertenencia. Si logramos sostener eso, cuando vengan dos o tres jugadores distintos vamos a volver a ocupar esos lugares de privilegio.
-Uno te escucha y cree que se debería volver al tiempo donde se "jugaba por jugar"…
-Más allá del profesionalismo que tuvimos y que tenemos, la idea siempre fue esa. Puedo contarte anécdotas de haber estado jugando finales de Liga Nacional y tener que ir a pedir plata de la recaudación para irme con mi familia a comer una pizza porque no teníamos un mango. Lo hacíamos porque nos gustaba estar ahí; jugar porque nos gustaba.
Los cinco iniciales
Marcelo Milanesio: "De los tres mejores bases de la Liga Nacional".
Pichi Campana: "Parecido; un excelente jugador y excelente persona".
"Manu" Ginobili: "El jugador que nos modificó la cabeza y que cambió el básquet argentino para el resto de la historia".
"Oveja" Hernández: "Un muchacho que desde chico se involucró en esta idea de selección nacional, con una capacidad muy grande para darse cuenta cuales son los objetivos más importantes, dejando de lado egoísmos y cuestiones individuales. De la misma manera que Julio Lama y Rubén Magnano. Ellos supieron reconocer en el técnico anterior sus cosas positivas y llevarlas a cabo en la gestión de cada uno".
"Vasco" Aispurúa: "Una persona que supo dar todo con sus limitaciones, que fueron muchas. Tuvo algunos aciertos, pero fundamentalmente es una persona muy generosa con sus ideas. Eso es lo mejor que tiene: la nobleza".