Son mujeres que encontraron, en el trabajo autogestivo con ajos y productos disecados, la posibilidad de lograr una pequeña remuneración que no sea incompatible con el cuidado de sus hijos. Montaron su pequeña ‘fábrica’ en un galpón abandonado que les cedió el municipio en el 2006 por comodato y que fueron refaccionando con el tiempo.
Ahora, las asociadas en AJOS reclaman que el municipio no quiere firmar la continuidad del convenio y, pese a que han mantenido reuniones con el Ejecutivo y el Concejo Deliberante, aún no obtienen una respuesta satisfactoria. Desde la comuna, sostienen que la asociación ya ha utilizado el sitio por mucho tiempo y que “también deben atender la situación de otros grupos de productores”.
El último comodato, librado entre la municipalidad, AJOS con el aval y asesoramiento de las autoridades del INTA (en su programa de Extensión Rural), venció en setiembre del año pasado. Desde entonces, las mujeres están buscando normalizar la situación. El diciembre del año pasado recibieron una notificación que les pedía desalojar el lugar en 15 días, pero no la firmaron.
“Somos un grupo autogestionado. No tenemos más recursos que el que conseguimos de la venta de nuestra producción, que nos sirve para comprar materia prima y pagarnos las horas laborales”, comentó Blanca Calderón. Como ella, las otras integrantes de la cooperativa sostienen que la pérdida del lugar implicaría terminar con una actividad de años y que han invertido mucho dinero en reacondicionar el lugar.
Por su parte, Graciana Poloni, titular de Planeamiento de San Carlos, dijo que no hay una decisión tomada. Además manifestó que todos los días recibe pedidos de productores que desearían ocupar el edificio, incluso que en el mismo predio hay cinco silos que están en desuso y que “vienen siendo pedidos sistemáticamente por las instituciones ganaderas de la región”.
Para Blanca, la actividad de disecados y ajo no es incompatible con el uso de los silos. “Es más, hemos recibido a autoridades de la Sociedad Rural que no tendrían problemas de compartir el edificio con nosotros”, manifestó.
“Este es un tema sobre el que no decido solamente yo”- resumió Poloni- la situación va a ser evaluada por el municipio, pero creemos que sería justo que todas las instituciones que pretendar ocupar el lugar puedan presentarse en una licitación”, expuso.
Una historia de esfuerzo
Tras recibir una serie de capacitaciones del INTA, este colectivo de mujeres de La Consulta, Eugenio Bustos, etc. decidió encarar un microemprendimiento en el 2006. El por entonces intendente Mario Guiñazú les cedió este galpón, que habría recibido el municipio en forma de pago.
“Estaba abandonado, lleno de yuyos y de basura”, recuerda Blanca. Ellas lo reacondicionaron para trabajar y con el tiempo renovaron los comodatos con la actual gestión de Difonso, hasta el que caducó meses atrás. En el 2012, consiguieron un subsidio del Prodear (Programa de Desarrollo de Áreas Rurales) con el que construyeron los baños, dividieron las salas de trabajo, compraron las mesadas de acero y conectaron las cañerías de agua. Antes, ya habían construido con sus recursos el pozo séptico, arreglado los cierres y los portones.
“La verdad es que no somos tantas como quisiéramos. Es difícil sostener un proyecto durante tanto tiempo sólo con nuestra gestión. Lo que recibimos de ayuda, lo invertimos en infraestructura”, comentaron las “chicas”. Al principio se dedicaron sólo al corte y pelado de ajo y la preparación de semillas (desgranado y tamañado) con el asesoramiento del INTA.
Después, ambicionaron ampliar la actividad sumando productos disecados. “Queríamos deshidratar pero no sabíamos cómo hacerlo. Entonces nos sumamos a la organización Crece desde el pie, y nos capacitaron con ayuda de la facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo. Fue un gran desafío”, relata Blanca.
Empezaron con tomate y perejil y después sumaron frutas y otras verduras para hacer caldos para sopas. Trabajan con productos locales, “que tienen a la mano”, y venden lo que hacen a cooperativas de Buenos Aires y de Mendoza, que trabajan con productores pequeños y medianos.
El INTA acompañó esta experiencia desde sus inicios con el programa de Extensión Rural, incluso la misma quedó plasmada en una de las publicaciones oficiales del Centro Regional Mendoza-San Juan. “Empezamos prestando el servicio de acondicionar semillas de ajo a todos los productores que lo pedían y seguimos acompañando y asesorando a este grupo hasta hoy”, manifestó Laura Costela, ingeniera del INTA.