Cooperar como práctica inclusiva

Cooperar como práctica inclusiva

Cuando se identifica una crisis en un sistema educativo hay dos posibilidades: una, ajustar el sistema para que se evite efectos perversos mayores; la segunda, transformar la crisis en oportunidad para formular las preguntas necesarias que permitan identificar un cambio real y auténtico.

Ciertamente, la crisis se puede analizar de manera comparativa: a nosotros nos va peor que a otros, esto es, usar los criterios de medición internacionales para juzgar nuestros avances, estancamientos o retrocesos. Sin embargo, esto no permitiría identificar lo que verdaderamente afecta al sistema educativo que se esté analizando.

Diferentes análisis, sociedad líquida, corrosión del carácter, sociedad del riesgo, era del vacío, nos indican que el sujeto actual tiene dificultades para ir más allá del individualismo, pero además cuando se plantea cooperar no se tiene dificultades si la cooperación es con iguales, pero si se tiene si los otros son distintos y tienen gustos distintos, y más aún si no nos caen bien. Entonces, emergen las prácticas de exclusión.

Es por ello que se requiere pensar la educación más allá de la perspectiva individualista y permitir el conjugar el nosotros en lugar de anclarnos en el yo. Pensar la educación solamente desde las mediciones del sistema educativo es quedar atrapado en el individualismo.

Es necesario re-aprender a estar "juntos" y para ello hay que aprender a salir de sí, suspender la aserción y usar el modo subjuntivo. Esto va en una dirección distinta a la retórica de las competencias que cada vez más va generando procesos de descalificación, de individuos y de instituciones.

Muchos se van quedando fuera de una sociedad que a través de determinados estándares se hace más exigente e incluso implacable. ¿Quién se hace cargo de los que no alcanzan los estándares?

Hay una crisis de lo que significa una comunidad educativa. Se ha tendido a establecer la comunidad como una clase de objeto que se postula como ideal normativo. No obstante, la comunidad es algo que no podemos conocer de manera anticipada, conocer como un ideal abstracto de similitud. Se la tiende a concebir como una propiedad que se puede agregar a los sujetos. Dicho de otro modo, se define comunidad como una propiedad privada en lugar de un suceso público en el que nos exponemos unos a otros y que no compartimos las mismas propiedades.

Cambiar profundamente lo que está ocurriendo en el sistema educativo significa pasar de una educación que cultiva la idea de humanidad a una educación que enfrenta la idea de humanidad y sus conflictos inherentes. Tenemos que hacernos cargo del talento humano para crear y para destruir; la violencia es una posibilidad humana, inherente a la condición humana. La educación en la vida civil es una educación en ser más que en tener: ser uno mismo, ser con otros, ser en un momento de la historia.

Se trata de vivir en comunidad más que en un repertorio de conocimientos a adquirir. Se trata que la escuela abra espacios para relacionarse. El enfoque consiste en involucrarse activamente en un contexto humano de pluralismo; un contexto que no está puramente configurado por principios universales.

Para que los principios universales sean significativos, tales como la libertad, igualdad, fraternidad, deberíamos traducirlos en y a través de situaciones concretas con otros, y los llamados universales deberían estar sujetos a refinamiento, redefiniciones y reformulaciones. En caso contrario, se corre el riesgo de seguir una abstracción que tendría vida por sí misma y poco que ver con las interacciones humanas que ocurren.

El desafío de lograr la coexistencia pacífica, la eliminación de la discriminación, el abuso y la violencia, la promoción de la justicia a través de diferencias culturales, debería significar el cada día de la relacionalidad humana. Es en estos contextos en que surge la posibilidad de la transformación que puede producir un cambio de ser en el mundo, en el estar presente.

La libertad es un fenómeno público, por ende político. Se requiere un espacio público y solamente existe en la acción y requiere pluralidad. Es un proceso en el que cada uno tiene la oportunidad de ser sujeto, esto es, actuar. ¿Cómo se practica la libertad en el espacio escolar?

La educación debe crear la oportunidad para encontrar y encontrarse con lo diferente, lo extraño y generar el espacio para que los estudiantes respondan, en orden a encontrar su voz propia. Esto nos conduce al concepto de una comunidad de los que no tienen nada en común; a aquellos que no son representativos de un discurso común como en la comunidad racional y que asisten a la escuela; a algunos se los identifica y otros permanecen en silencio.

La comunidad de los diferentes vive al interior de la comunidad racional como una posibilidad constante que se puede hacer presente como respuesta a lo otro, a lo que le es extraño en relación al discurso y lógica de la comunidad racional. Y no siempre actúan como la comunidad racional espera que actúen.

Un escrito académico relata el caso de una profesora de primer año de una escuela media en una escena de evaluación final. Mientras todos los estudiantes están trabajando, una chica saca una pincita y comienza a depilarse. La profesora la llama al orden ante lo cual la estudiante le responde que, como no sabe nada, es una forma de no perder el tiempo. La estudiante sabe perfectamente qué se espera de ella durante una evaluación, aun cuando no haya estudiado para la misma. Identifica lo incorrecto y simplemente lo hace.

Por tanto, el desafío consistiría en crear espacios relacionales que permitan convivir con los que no entendemos o incluso no queremos o con quienes mantenemos alguna forma de conflicto. En la escuela podemos generar ese espacio de encuentro que es concreto y específico, pero también intelectual, si vemos lo que ocurre en la historia, en la cronología del pensamiento y actuar humano. Indudablemente, no se trata de una tarea sencilla. Se requiere lograr un equilibrio entre competencia y cooperación, evitando que la primera se interponga en el camino de la segunda.

Como señala Richard Sennett, la ira y agresión propios de la competencia "deben equilibrarse con los impulsos de buena voluntad".
Se requiere examinar los distintivos de capacidad que se han instalado en cada escuela, estos entendidos como aparentes atributos socialmente neutros que definen el logro y el éxito en términos individuales, identifican estudiantes como distintos y los separan o los hacen destacar del resto.

¿Qué pasa con los que no los pueden adquirir? ¿Están pensados para unos pocos? ¿Cómo alcanzan su libertad personal, sus posibilidades de construir su dignidad, aquellos que no logran alcanzarlos y que se sienten fuera de lugar?

Hace unos años, un importante psiquiatra mendocino me obsequió el libro de Platón: Menón. Leyéndolo y releyéndolo, me pregunté en qué medida al sistema educativo le está ocurriendo lo de la famosa escena del esclavo de Menón que descubre supuestamente solamente las verdades de la geometría: lo que el esclavo descubre es su propia incapacidad de descubrir cualquier cosa cuando un maestro no lo guía por el buen camino.
Entonces, el libro de Ranciére, El maestro ignorante, me pareció una importante hipótesis a ser analizada.

Solamente, se ha querido ilustrar la necesidad de aprovechar la oportunidad para analizar algunos matices de la verdadera crisis del sistema educativo, en especial, si públicamente se declara la existencia de una crisis. En otra oportunidad, se requerirá abordar el concepto y práctica de la autoridad, el vínculo de los directivos y los docentes, la real preparación para entender a los diferentes al discurso oficial.

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