Por Julio Bárbaro - Periodista. Ensayista. Ex diputado nacional. Especial para Los Andes
Hay muchos, demasiados kirchneristas que jamás hicieron una denuncia contra un gobierno que transitaba una corrupción inocultable, y de pronto salen a denunciar a Macri. Es una manera de definir su pertenencia ideológica acompañada de su decadencia moral. Una historia larga de agachadas y silencios que llevó a la izquierda a su desaparición en el mundo, a la caída inexorable de todos los países en los que imperó.
El capitalismo hizo estragos económicos pero siempre mantuvo viva la libertad y la crítica, como si la ambición necesitara de cierta transparencia, de la denuncia y de las ideas, ahí, si hay algo que se oculta, es el dinero. La izquierda arrastra ese karma de ocultar sus debilidades, de negarse a la autocrítica. Tomar el pasquín Página 12, o lo que quedó de él, es tener en claro que “izquierdas eran las de antes”, ahora ocupan ellos un espacio de poder, o mejor dicho, son parte del poder ocupando el lugar de la crítica burocrática.
Joaquín Morales Solá sintetizó una época en una frase: “López no logró enterrar los dólares pero enterró al kirchnerismo”. Ya las defensas de sus más fanáticos seguidores suenan vacías, sin el menor sentido, aquellos que hace unos meses daban miedo han terminado su vigencia con gestos y palabras que solo generan lástima. O bronca, porque nos resulta falso que se intente circunscribir los hechos delictivos a simples conductas personales.
La corrupción era la marca esencial de ese proyecto de poder que fue el kirchnerismo; el progresismo, los derechos humanos y la justicia social fueron simples decorados de una ambición desmedida. Y todos, o casi todos, porque siempre hay inocentes, los que nos dicen que eran hechos aislados, al participar del proyecto de una u otra manera se volvieron cómplices de esa concepción corrupta del poder.
Para el peronismo y la izquierda el kirchnerismo fue nefasto, nos colocó en un lugar tan oscuro y en una corrupción tan obscena que estamos al borde de la misma desaparición. Cuando tanto me increpaban para que votara a Scioli, les pude responder que prefiero una democracia con la que tengo diferencias en política a un autoritarismo que nos considera enemigos. Y para el peronismo el kirchnerismo tuvo doble virus, lo despreció como idea y lo degradó como historia.
Y el progresismo real, ese que hacía pie en el socialismo de Santa Fe, ese también quedo tecleando como propuesta al no lograr instalar un candidato común a todos los sectores. Uruguay y Chile fueron capaces de constituir frentes de centro izquierda que integran y armonizan distintas corrientes, nosotros somos más limitados para integrar procedencias, el radicalismo y el peronismo se van achicando sin que algunas de sus partes sean capaces de engendrar un nuevo proyecto.
Somos personalistas, fue Alfonsín, fue Menem, fueron los Kirchner, y ahora es Macri y la oposición se instala en torno a Massa. Cada uno de los que generó políticas desde el gobierno no nos dejó nada para rescatar, no quedó una fuerza política como memoria de su pasar. Tanto Scioli como Macri vienen de fuera de la política, no fue esa su vocación juvenil.
Ahora, de pronto, salen a pegarle al peronismo y al Papa, recuperan el pensamiento superficial de Loris Zanatta, un italiano que repite los lugares comunes del eterno antiperonismo nacional. Habla de “la nación católica”, inventan la teoría de la confrontación entre la Iglesia y el Estado, Luis Alberto Romero, que suele tener opiniones inteligentes, también salió de quicio en el enfrentamiento contra los creyentes.
Macri es liberal, se me ocurre que su desafío es sacarnos de la crisis económica y no salir a enfrentar a los peronistas y a los creyentes.
Los amantes del mercado, del consumo y del más puro individualismo no pueden soñar con llegar tan lejos. El primero en proponer esta guerra fue el supuesto pensador Durán Barba, talentoso personaje que debería devolverle a la ex presidenta la mitad de sus salarios, no olvidemos que si no era por los errores de Cristina, Scioli nos ganaba tranquilo. Cuando hubo que enfrentar a Néstor Kirchner, Bergoglio fue una figura clave, hasta rentaron al revolucionario Verbitsky para que escribiera un libro en su contra. La Iglesia fue clave en el voto opositor a Aníbal Fernández; y ahora parece que el Papa es kirchnerista. La amnesia convertida en teoría del poder. Y el absurdo de elegir siempre la confrontación.
Raan Rein, de la Universidad de Tel Aviv, escribió un libro en el que demuestra la excelente relación entre Perón y la comunidad judía; Loris Zanatta, de la Universidad de Bolonia, escribió repeticiones de viejas confrontaciones que deberíamos dar por superadas. El libro que servía para pacificar los ánimos no fue tenido en cuenta, la provocación de un mediocre como Zanatta fue considerada trascendente.
Imbecilidad en estado puro; necesitamos salir de los conflictos, no volver a ellos de la peor manera. Un mediocre italiano que diga que Perón era fascista y el Papa populista no lo necesitamos, tuvimos una caterva de gorilas propios. Y el italiano lo dice porque, mentalidad de colonizador, no imagina que tengamos enfermedades de cepa distinta a los virus de ellos.
Entre un pensador que nos ayuda a pacificar y otro que nos devuelve a guerras vencidas, entre ambos elegimos al peor. Soy católico, peronista y voté a Macri; no se me ocurrió que alguien iba a intentar estas guerras en su nombre. Si es hora de sacar los odios yo desentierro los míos. Imagino que todo fue un error pasajero, con los problemas que tenemos nos sobra, los inventados debemos olvidarnos. Y asumir que un gobierno que convoca a la unidad expresa fortaleza, débiles fueron hasta ahora los que se imaginaron dueños de la verdad. Pacificar es el único camino hacia un mejor futuro. Y en eso debemos comprometernos todos.