En los páramos del este de Europa, las autoridades que trabajan con el FBI han impedido cuatro intentos en los últimos cinco años de grupos delictivos con presuntos vínculos con Rusia que buscaban vender material radiactivo a los grupos extremistas del Medio Oriente, según ha podido saber esta agencia.
El caso más conocido recientemente sucedió en febrero, cuando un contrabandista ofreció un enorme contrabando del mortífero cesio radiactivo -la cantidad suficiente para contaminar varias manzanas de una ciudad- y, en concreto, buscaba un comprador del grupo Estado Islámico.
Las bandas delictivas, algunas con lazos con la agencia sucesora de la KGB rusa, operan un floreciente mercado negro de materiales nucleares en Moldavia, un pequeño y empobrecido país en el este de Europa, de acuerdo con los investigadores.
Sin embargo, las redadas exitosas fueron menoscabadas por fallas notables: los líderes huyeron y aquellos que fueron arrestados evadieron sentencias carcelarias largas, en ocasiones regresando rápidamente al contrabando nuclear.
La policía y las autoridades judiciales moldavas compartieron expedientes de casos investigados con el fin de poner de relieve el peligro en que se ha convertido el mercado negro nuclear. Afirman que el fracaso de la cooperación entre Rusia y Occidente implica que resulte mucho más difícil saber si los contrabandistas están encontrando la manera de vender parte de la vasta provisión rusa de materiales radiactivos, de la cual, una cantidad desconocida se ha filtrado al mercado negro.
“Podemos esperar más de estos casos”, dijo Constantin Malic, un policía moldavo que investigó los cuatro casos. “Mientras los contrabandistas piensen que pueden ganar mucho dinero sin ser atrapados, lo seguirán haciendo”.
En intervenciones telefónicas, arrestos grabados en video, fotografías de material de nivel armamentista, documentos y entrevistas, se encontró una inquietante vulnerabilidad en la estrategia de combate al contrabando. Desde el primer caso moldavo conocido en 2010 hasta el más reciente en febrero, ha surgido un patrón: las autoridades se lanzan contra los sospechosos en las primeras etapas de un acuerdo de compraventa, lo que da a los líderes una oportunidad de escapar con su contrabando nuclear, un indicio de que la amenaza del mercado negro nuclear en los Balcanes está lejos de ser controlado.
Los investigadores de Moldavia no pueden estar seguros de que los sospechosos que huyeron no se quedaron con la mayor parte de su contrabando nuclear. Tampoco saben si los grupos, que buscan compradores enemigos de Occidente, han vendido material nuclear letal a terroristas en momentos en que el grupo Estados Islámico ha dejado claro su objetivo de usar armas de destrucción masiva.
Los casos incluyeron desde reuniones secretas en clubes nocturnos de alto nivel, a planos para bombas sucias (que dispersan elementos radiactivos) y un investigador encubierto con los nervios destrozados que tomaba chupitos de vodka antes de reunirse con los contrabandistas. Las operaciones moldavas se construyeron en base a una sociedad entre el FBI y un pequeño equipo de investigadores moldavos.