Fue el último y tal vez el más agudo crítico del imperio avasallante de la cultura de la imagen: es el autor de Homo Videns, esa disección impiadosa pero certera de la estupidez propagada por vía televisiva esencialmente. Eso creía Giovanni Sartori, que la TV no produce pensamiento, que no abre discusiones, que decreta, que se impone, que es una eficiente máquina de jibarizar.
Por eso, sostenía que el “Homo Videns” no comprende lo que es la democracia, porque su capacidad de entendimiento está reducida por la epidemia imperial de la imagen que lo banaliza todo.
El Homo Videns "no entiende", no piensa en rigor. Está estimulado por los rayos catódicos que consume desde la infancia y postula opiniones volátiles, elementales y sin sustento.
¿Sartori fue un escéptico? Si, pero un escéptico quirúrgico, riguroso. ¿Tenía razón? Su mirada lapidaria es discutible; le otorga a la TV un poder cuasi omnímodo. Parece exagerar sus efectos -según él- tan nefastos. Pero eso no implica que Sartori haya estado totalmente equivocado. Quizás precisamente debido al influjo televisivo que le da preeminencia al mirar por sobre el pensar no estemos colectivamente en las mejores condiciones mentales para refutarlo.
El fenómeno del Homo Videns construido desde el Imperio Televisivo está sin dudas articulado a ciertos fenómenos políticos que Giovanni Sartori trabajó muy bien, como el de la hegemonía durante un intenso momento histórico de Silvio Berlusconi en Italia, “El Sultán”, según Sartori.
“El Sultanato” es un conjunto de artículos que giran sobre la figura ese Zar de la Televisión que logró gobernar toda Italia desde un Harén, y según Sartori haciendo lo que le venía en su real gana, disipando siempre los debates profundos, degradando la democracia hacia una “TVcracia”, si cabe el neologismo. Pantagruélico y orgiástico, capcioso y caprichoso el poder de Berlusconi se explicaría desde la incultura del Homo Videns.
La Teoría de la Democracia de Sartori es un ensayo minucioso sobre el lenguaje y la política. Una especie de gran semiótica del poder ,según él; al fin reducida a un sistema simplista, de imágenes estimulantes pero sin mayor sentido, que a todos nos ha muy hecho mal.
Sartori ha muerto, pero no las discusiones que abrió y que quedan abiertas.