Contra la adhesión

Contra la adhesión

“Hacete amigo del juez”. La famosa frase del Martín Fierro nos persigue. Y en estos años no sólo no se ha intentado superar ese estigma sino que, paradójicamente, se le ha dado, en muchos casos, fuerza de institución. Llamativo en un país donde se enarbola la bandera de la justicia pero se la arría más veces de lo que se la iza.

No bastó que José Hernández denunciara este consejo del Viejo Vizcacha sino que las cosas indican que los malos consejos de su personaje han sido precisas guías de conductas. Siempre por supuesto apelando a las mejores intenciones del ser humano. Hoy tenemos ese estigma bajo forma institucional, en la famosa “adhesión”.

Así, dentro de la idea con la que se quiere convencer de que la Justicia –y en especial las cortes supremas- toma decisiones que tienen consecuencias políticas, se pretende imponer el concepto de que entonces es un órgano político, y bajo esa premisa justificar su ocupación por el amigo del poder y no por la persona idónea, es que refiero que en esta década se instrumentó dicho atraso republicano en lo que se llama la “adhesión”, institución -si puede llamarse así- que viene a dar color a este cuadro no muy republicano, y básicamente equivocado en la forma de concebir al Poder Judicial.

¿En qué consiste la adhesión? En que durante cierto plazo anterior al análisis del pliego del postulado para magistrado ante el Senado, la ciudadanía apoya a esa persona mediante un escrito con firma.

Acá el primer alto: impone la Constitución que la “idoneidad” es la condición única para ingresar a la función pública (artículo 16). ¿Qué idoneidad supone que los amigos personales, del barrio, de la cátedra, la familia, de la empresa, del partido, apoyen a tal persona para ser juez o fiscal? ¿Acaso los requisitos constitucionales y los exámenes del Consejo de la Magistratura no son suficientes para acreditar la idoneidad?

Es que precisamente esos apoyos populares no tienen que ver con la idoneidad, sino con las rémoras del sistema: el amiguismo, el nepotismo, los intereses, la presión y otros. Y, específicamente, en la intervención solapada –pero efectiva- del poder.

Toda persona que es propuesta a la Magistratura da por entendido que cumple con los requisitos mínimos. No hace falta que, a su vez, acompañe un listado de amigos que digan que se es bueno, o peor aún, que “adhieren” sin más. Porque la calidad técnica, justamente, no se prueba de ese modo.

Por otra parte, no brinda ningún dato de validez para la decisión que deben tomar los senadores. Por suerte el mundo sigue girando con el examen y las administraciones públicas serias con el concurso, si no las universidades y los Estados serían sólo círculos de amigos..

Subyace a esto una concepción social por la que se da preeminencia a los grupos de pertenencia y no a las condiciones individuales en relación con el todo, como son las calidades técnicas o humanas.

Pues bien, dicha concepción ha construido una arquitectura de sus intereses: por ejemplo, la de contaminar las audiencias públicas, ocupadas por militantes y relacionados. Y la de adhesiones que no tienen ningún valor, salvo el de usarse como pretexto de validez para la decisión, ya que sí sirven para quien no sabe y piensa que esa adhesión fue fundada y no surgida de la amistad o la presión.

Entonces, cuando el propuesto asume, aunque sus condiciones no sean las idóneas, el poder interesado dirá que es una decisión democrática, porque contaba con el apoyo de la gente, y de las instituciones. ¿Y qué instituciones? Aquellas que el mismo poder copó o presionó para obtener la firma del aval.

¿Alguien recuerda las audiencias públicas por la Ley de Medios, cuyos disertantes eran afines y enviados por el gobierno? Y en el caso de las magistraturas, ¿acaso algún ciudadano que firmó su adhesión se hará responsable del fallo de quien avaló? Conozco excelentes magistrados que no necesitan ninguna firma de nadie para mostrar su calidad.

En ese desconocimiento social sobre la adhesión (cuestión muy aprovechada por el gobierno), el brillo del adherente se transmite al adherido. Nada más alejado de la realidad. Por suerte en las universidades todavía sigue vigente rendir examen y no aprobarlo mediante firmas del círculo de amigos.

Esta cuestión crea relaciones marginadas. Así, una asociación recibe una presión del gobierno para firmar la adhesión, sabiendo que si no lo hace le cesará, o el subsidio, el apoyo o lo que fuera. Es decir que la adhesión sirve como cuña del sistema para presionar a aquellos que antes no eran presionados.

De allí a, como ocurre, utilizarse para intervenir o dominar esa asociación por el amigo del poder, hay un paso. También para que el dirigente social aproveche el resquicio para llevar la asociación a ese lugar de prebenda. “Casa de Gobierno nos ha pedido este sólo favor, que firmemos”.

No obstante para el particular hay una cuestión interesante. Por las reglas de imparcialidad, quien es amigo o apoya a un magistrado pone a este en situación de parcialidad, porque le ayudó a ingresar a su puesto (por ej: contrario sensu inc. 12, art. 72, ley 6.730, Código Procesal Penal). Sabiendo esto, es buena sugerencia ciudadana y al litigante solicitar el acta del Senado donde surge el listado de adherentes para, teniéndolos en juicio, pedir la correspondiente recusación del magistrado a quien la contraparte ayudó.

Esto debe ser tenido en cuenta. Hace poco un alto magistrado provincial fue apoyado por más de 200 personas e instituciones. Debe conocer el ciudadano quiénes son, para cuando esté con intereses encontrados pueda saber qué lugar le toca en ese tablero. Y también a la sociedad para conocer el entramado de intereses que se esconde detrás de cada designación.

Lo contrario sería mucho más productivo: suponemos que una persona propuesta a la Justicia tiene condiciones formales aprobadas. Entonces, en vez de interesados apoyos, lo que debe recibirse es justamente acusaciones, el dato oculto que es realmente interesante para la función y que un senador debe conocer.

El plazo debe ser de impugnación, para que la sociedad sepa qué puede ocurrir, para que quien está afectado y sabe algo lo denuncie allí, con hechos.

La adhesión actual atrasa. Nos lleva a un estado ciertamente más feudal.

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