La gestión que acaba de comenzar un nuevo mandato al frente del gobierno nacional, con el liderazgo de Mauricio Macri, ha resuelto la continuidad en el cargo del ministro de Ciencia y Tecnología, doctor José Lino Barañao.
El hecho resulta auspicioso porque se reconoce sin rodeos que una de las políticas que puso en marcha la administración saliente trabajó bien, incluso esto último reconocido por referentes de la ciencia del frente Cambiemos, algunos de los cuales tenían lógicas expectativas de ser convocados para esa función. Se ha superado así el estigma de los cambios de conducción en el país que preconiza: lo que queda atrás no sirve.
Para la ciudadanía, cansada de las peleas entre los políticos, las chicanas y la desacreditación del adversario, es un indicio de que no todo está perdido y que se puede avanzar más allá del disenso y la descalificación.
Por otra parte, es una señal novedosa e importante en los tiempos que corren el hecho de que por primera vez en la historia argentina se mantenga una línea de acción en materia de Ciencia y Tecnología, sistema cuyo presupuesto será de $ 9.900 millones en 2016, garantizando, o por lo menos intentando, que continúen los lineamientos generales que se habían conseguido en la etapa anterior. Sabido es que en ciencia los resultados se obtienen a lo largo de los años, superando los alcances de un período de gobierno. Los estadounidenses llaman a esta situación de la renovación de conducción de gobierno y sus consecuencias sobre lo que se hizo antes “síndrome de Adán: antes de mí, nada”.
La gestión de Barañao, un doctor en química de 62 años, tiene por delante varios desafíos: mantener en funcionamiento la maquinaria, que no se corten los subsidios, promover el ingreso de investigadores a las carreras científicas y el retorno al país de más científicos argentinos, hoy dispersos en diversos centros mundiales que ofrecen mejores salarios y condiciones de trabajo. Y, por sobre todas las cosas, elevar la inversión en ciencia y tecnología al uno por ciento del Producto Bruto Interno (hoy se invierte poco más del 0,6 % del PBI).
Además, tendrá que darse la etapa de fortalecer y articular la ciencia y la tecnología con el resto de los ministerios: Industria, Agricultura, Educación, con las universidades nacionales y con los organismos científicos provinciales mediante una interacción real.
En Cuyo hay renovadas expectativas en que los grandes polos de la especialidad -como el magnífico Centro Científico Tecnológico-Conicet Mendoza (ex Cricyt)- mantengan el nivel de sus investigaciones, muchas de las cuales se traducen en adelantos para la producción y la calidad de vida de la población.