Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times - © 2015
El mundo árabe es una región pluralista que carece de pluralismo: la capacidad de manejar y aceptar de buena gana las diferencias, así como pacíficamente. Como tal, el carácter pluralista de Oriente Medio -suníes, chiíes, kurdos, cristianos, drusos, alauitas, judíos, coptos, yazidíes, turcomanos y un diversidad de tribus- siempre ha sido administrado por puños de hierro y desde arriba.
Pero, después de que quitamos los puños en Irak y Libia, sin poner a funcionar un nuevo orden de abajo arriba, y la población misma intentó remover los puños en Siria y Yemen, sin poner en marcha un orden del tipo de vive y deja vivir, ha estallado una horrenda guerra de todos contra todos.
La lucha ha expuesto el grado justo hasta el cual los últimos 60 años de liderazgo depredador en esa región fracasaron en el desarrollo humano y la formación de ciudadanía. La totalidad del paquete del mundo árabe, con sus fronteras artificiales de líneas rectas, fue sostenida con aceite y fuerza bruta. En el destrozo, la gente se está apoyando en las únicas identidades que cree que pudieran mantenerlos seguros: tribu y secta.
Es una medida del grado hasta el cual se ha deteriorado la situación que muchos iraquíes suníes prefieren al lunático Estado Islámico, o ISIS, que pelear y morir por un gobierno proiraní encabezado por chiítas en Bagdad.
Yo nunca había visto las cosas tan mal. Simon Henderson, el analista de Oriente Medio, capturó bien la desintegración en un ensayo en el The Wall Street Journal en marzo, escribiendo: “El violento caos en Yemen no tiene el orden suficiente para ameritar que lo llamen una guerra civil”.
Todo parece indicar que la mentalidad fundamentalista está echando raíces por doquier. El Instituto de Investigación de Medios de Oriente Medio publicó un video del mes pasado del jeque Ahmad Al-Naqib, conferencista de educación por la Universidad Mansoura al norte de El Cairo, criticando a ISIS, pero agregando: “No cabe duda que ellos son mucho mejores que los criminales rafiditas (chiíes), quienes matan a los suníes debido a su identidad suní”.
Otto Scharmer, economista por el Instituto Tecnológico de Massachusetts que trabaja con comunidades atrapadas en conflictos perpetuos, define las principales características de la mentalidad fundamentalista por sus opuestos: “¿Qué es lo opuesto de una mente abierta? Pregunta. “Estás atorado en una verdad”.
¿Qué es lo opuesto de un corazón abierto? “Estás atascado en una piel colectiva; todo es nosotros contra ellos y, por tanto, la empatía con el otro es imposible”. ¿Y qué es lo opuesto de una voluntad abierta? “Estás esclavizado a viejas intenciones que se originan en el pasado y no en el presente, y por lo tanto no puedes abrirte a una sola oportunidad nueva que surja”.
Si esa mentalidad de suma cero sigue prevaleciendo, solo se puede llorar por el futuro de esta región cuando haya mucho menos petróleo, muchos más niños y mucha menos agua. Será un espectáculo de fenómenos.
Por ahora, solo veo dos maneras en que un autogobierno coherente puede resurgir en Líbano, Irak, Yemen y Siria: si una potencia externa los ocupa totalmente, sofoca sus guerras sectarias, suprime a los extremistas y pasa los 50 años siguientes intentando convencer a iraquíes, sirios, yemeníes y libios de compartir el poder como ciudadanos iguales. Incluso eso pudiera no funcionar. De cualquier forma, eso no va a suceder.
La otra es meramente esperar a que los incendios se consuman solos. La guerra civil de Líbano terminó después de 14 años de reconciliación mediante agotamiento. Todas las partes aceptaron el principio de “ni victorioso/ni derrotado”, y todos recibieron una rebanada del pastel. Es así como las facciones de Túnez lograron encontrar estabilidad: ni victorioso/ni derrotado.
Nosotros no podemos intervenir eficazmente en una región en la que muy pocos comparten nuestros objetivos. Por ejemplo, en Irak y Siria, tanto Irán como Arabia Saudita han actuado como “incendiarios” y “bomberos”. Primero, Irán impulsó al gobierno chií de Irak a que aplastara a los suníes. Muchas gracias.
Además, la larga promoción saudí de la variedad wahabí del Islam -puritana, antipluralista y contraria a la mujer- contribuyó a moldear el pensamiento de ISIS y de los fundamentalistas suníes que se unieron al grupo. De igual forma, los saudíes son incendiarios y bomberos. De hecho, ISIS es como un misil que obtuvo su sistema de navegación de Arabia Saudí y su combustible de Irán.
La estrategia de EEUU ahora debería ser “contención más amplificación”. Ayudemos a aquellos que manifiestan la voluntad de contener a ISIS, como Jordania, Líbano, Emiratos Árabes Unidos y los kurdos en Irak, y amplifiquemos cualquier cosa constructiva que dirigentes en Yemen, Irak, Líbano o Siria estén preparados a hacer con su poder, pero no debemos sustituir nuestro poder por el suyo. Esta tiene que ser su lucha por su futuro. Si la lucha en contra de ISIS no vale la pena para ellos, seguramente no puede valer para nosotros.
Estuve detrás de un automóvil este fin de semana pasado que tenía matrícula de Virginia con la leyenda: “Combate al Terrorismo”. Lo siento, pero no creo que eso debería estar en la matrícula de ningún Estado. Hemos pasado más de una década de vidas y recursos intentando “combatir el terrorismo” para arreglar una parte del mundo que no puede ser arreglada desde el exterior. Ha sido un desperdicio.
Desearía que hubiera funcionado. El mundo podría estar mejor por eso. Sin embargo, no fue así. Y el comienzo de la sabiduría está en reconocer eso y dejar de aventarle dinero bueno al malo. Necesitamos dejar de ser “Estados Unidos de Combate al Terrorismo”. Si los habitantes de Virginia necesitan un lema para la placa de automóviles, ¿qué tal: “Contención y Amplificación en el Extranjero. Construir Virginia en Casa”.