En el Aeroclub San Rafael no se conformaron con llevar adelante una escuela para pilotos de aviones, sino que fueron mucho más allá: están a punto de lograr un objetivo que los posicionará como uno de los pocos aeroclubes con un simulador de vuelo homologado por la Administración Nacional de Aviación Civil, donde podrán entrenarse pilotos del departamento, la región y el país.
“Estamos a full dejándolo a punto para poder usarlo para entrenamiento de los cursos”, asegura Marcelo Merelo (45), presidente de la institución, acompañado de Franco De Otto (28) -vicepresidente- y Andrés Márquez (22) -secretario-.
Los tres son pilotos y parte de los 60 socios activos que tiene el aeroclub, ubicado junto al aeropuerto Santiago Germanó, en el distrito Las Paredes.
En realidad la idea del simulador surgió tras el accidente que tuvo uno de los aviones de la institución, que quedó totalmente inutilizado para volver a volar.
“Nunca pensamos que iba a quedar así. Le agregamos un poco de ancho a la cabina y le instalamos las pantallas y el equipamiento que es necesario para entrenamiento. Esto se hacía en Buenos Aires y ahora lo podremos realizar aquí con los beneficios que esto supone tanto de tiempo como económicos. Lograremos reducir casi un 40% el costo de los cursos”, dice De Otto.
“A mí me resulta mucho más fácil hacer el simulador aquí que en Buenos Aires y según afirman los que entienden mucho, nuestro aparato ha quedado muy bien, a la altura o mejor que otros simuladores que hay en el país”, agrega Merelo.
Luego explican casi al unísono que las ganas de volar es algo que se lleva adentro desde muy chico y “cuando se puede, se hace”. Los tres comenzaron a prepararse desde jóvenes, casi todos en la edad ideal que son los 17 años.
Márquez relata que en su último año de secundaria intercalaba las clases del colegio con el aprendizaje de piloto. Y recuerda con una sonrisa picaresca (y la complicidad de sus dos compañeros) que muchas veces faltaba al colegio para ir al aeroclub.
Al simulador lo han instalado en una habitación, donde también hay un proyector que simula el paisaje en la parte externa de la cabina. Los costados del aparato son las piezas de chapa recuperadas del avión siniestrado, por lo que subir a la cabina es como hacerlo a un avión real.
Una vez sentados los alumnos en las butacas (tiene doble comando como los de verdad) se enciende el motor, simulado con audio, y se programa todo el vuelo.
Los aprendices toman los comandos y el instructor se ubica en la parte trasera, prácticamente fuera de la cabina, y en pleno ejercicio es quien simula las posibles contingencias que pueden encontrarse en un vuelo real.
Se simula si es de noche, la velocidad del viento, lluvia, nieve o fallas del mismo avión, entre otras muchas situaciones, que se deben solucionar en la instrucción. Incluso si falla el motor o se presenta otra situación grave.
“Todo es mucho más preciso que el vuelo real. Cualquier error se percibe con más precisión en el simulador y el alumno debe solucionar el problema en el vuelo”, explica De Otto.
Merelo destaca, mientras “vuelve” el avión a la pista, que en el aeroclub obtendrán su título pronto 11 alumnos. “La edad inicial -reiteran- es de 17 años pero no hay límite. Tenemos alumnos grandes que se han animado a darle rienda suelta a su pasión”. Al prorratear el valor de los cursos, que pueden durar entre 2 meses a 2 años, se calcula que cuestan alrededor de 2.000 pesos mensuales con todo incluido.
Nueva nave
En las próximas semanas llegará de Italia un avión nuevo (0 hora, como destacan estos entusiastas pilotos).
“Será un adelanto muy grande porque ahora tendremos otro avión más de última tecnología para incorporar”.
Se trata de un biplaza de entrenamiento.