Cuatro años después de que un poderoso tsunami devastase la costa nororiental de Japón, el país busca formas de evitar futuros desastres y concentra sus esfuerzos en la construcción de una cadena de muros de cemento a ser erigidos a lo largo de casi 400 kilómetros (250 millas), que en algunos sectores tendrá una altura equivalente a la de un edificio de cinco pisos.
Hay quienes dicen que estas gigantescas barreras de cemento, que costarán 6.800 millones de dólares, destruirán la economía marina y el paisaje, afectando operaciones pesqueras importantes y haciendo muy poco para proteger a los residentes de las zonas costeras, quienes en su mayoría deberán trasladarse tierra adentro. Los sectores que apoyan la iniciativa arguyen que los muros costeros son un mal necesario, que además generarán trabajos, al menos por un tiempo.
En el puerto pesquero de Osabe, en el norte del país, Kazutoshi Musashi se escandaliza al ver el muro que bloquea la vista al mar.
"La realidad es que se ve como la pared de una cárcel'', comentó Musashi, de 46 años, y quien vivía junto al mar antes de que el tsunami azotase Osabe y se viese obligado a mudarse tierra adentro.
Las grandes obras públicas son un recurso común del Partido Liberal Democrático de gobierno. Las empresas, sobre todo del ramo de la construcción, ven con buenos ojos esos proyectos y las autoridades locales tienden también a respaldarlos.
"La realidad es que se ve como una pared, una cárcel", comentó Musashi quien vivía junto al mar antes de que el tsunami de marzo de 2011 azotase Osabe.
La paradoja de estas iniciativas, según algunos expertos, es que mientras pueden aliviar en cierta medida los destrozos, también generan un falso sentido de seguridad. Y eso puede tener graves consecuencias en una costa vulnerable a los tsunamis, las tormentas fuertes y otros desastres naturales. Al menos parte de las 18.500 personas que murieron o desaparecieron en la tragedia del 2011 habían hecho caso omiso a la recomendación de evacuar la zona.
Tsuneaki Iguchi era el alcalde de Iwanuma, ciudad que se encuentra levemente al sur de la urbe más grande de la región, Sendai, cuando el tsunami provocó un temblor de magnitud 9 frente a la costa, causando grandes inundaciones. Un muro de 7,2 metros (24 pies) de altura, construido hace algunos años para combatir la erosión de las playas, frenó un poco las aguas, lo mismo que unos pinos plantados junto a la costa. De todos modos, el tsunami penetró cinco kilómetros tierra adentro. Pasajeros y trabajadores observaron desde los pisos altos y el techo del aeropuerto cómo las aguas arrasaban con todo a su paso, automóviles, edificios y aviones, que se estrellaban contra las viviendas de las localidades suburbanas de esta urbe densamente poblada, no muy lejos de la playa.
La Municipalidad reparó los muros, que habían sido dañados, pero no piensa darles más altura. En su lugar, Iguchi fue uno de los primeros funcionarios municipales que apoyó un plan del ex primer ministro Morihiro Howokawa que contempla plantar árboles a lo largo de la costa, sobre montañas de tierra o escombros, para crear un “muro verde'' que complemente las barreras de cemento hechas por el hombre si estas ceden.
"No necesitamos que el muro marino sea más alto. Lo que necesitamos es evacuar a todo el mundo'', sostuvo Iguchi.
"Lo más seguro es que le gente viva en terrenos más altos y que las viviendas de la gente y sus empleos estén en sitios diferentes. Si hacemos eso, no necesitamos tener una Gran Muralla''', señaló.
Si bien la ausencia de infraestructura básica puede ser catastrófica en países en desarrollo, una dependencia excesiva en esas obras puede hacer que las comunidades se confíen demasiado, de acuerdo con Margareta Wahlstrom, directora de la Oficina para la Reducción del Riesgo de Desastres de las Naciones Unidas.
“A veces se deposita demasiada fe en la tecnología, a pesar de que hemos comprobado que la astucia y el instinto de la gente es lo que marca la diferencia y que la tecnología, de hecho, nos hace más vulnerables'', declaró Wahlstrom en una entrevista.
En la ciudad metalúrgica de Kamaishi, más de mil personas fallecieron en el tsunami de 2011, pero la mayoría de los estudiantes lograron escapar a zonas seguras inmediatamente después del terremoto gracias a los cursos que había dado un profesor de ingeniería civil, Toshitaka Katada.
En Rikuzentakata están construyendo un muro, pero al mismo tiempo están rellenando la costa de tierra para que quede por encima del nivel del mar.
Japón no es el único que lidia con este tipo de dilemas. Maarten van Aalst, director del Centro del Clima de la Cruz Roja y la Medialuna Roja, dice que en su propio país, Holanda, también percibe un exceso de confianza en las defensas erigidas para proteger las zonas bajas.
"La sensación de seguridad de la gente es tan grande que no sabrían qué hacer en caso de una catástrofe'', comentó.
Convencer a la gente de que rechace los muros de cemento y apueste en cambio a la “Gran Muralla Forestal'' no es fácil, según Tomoaki Takahashi, el encargado de buscar apoyo para esta última iniciativa en las localidades costeras.
“Mucha gente está a favor de los muros de cemento porque generarán empleos'', afirmó Takahashi. “Además, hay gente a la que no le gusta la idea pero cree que será mal vista si no la apoya''.
La “Gran Muralla Forestal'' que se está plantando en algunas áreas no impedirá las inundaciones, pero le quitará fuerza a los tsunamis y a las olas. Y cuando el agua vuelva al mar, la vegetación impedirá que las aguas se lleven los edificios y otros escombros. Iniciativas “verdes'' como estas, por otro lado, permitirán que el agua de la lluvia vaya al mar, algo vital para la ecología marina.
Desde sitios insospechados surgen voces que piden se reconsidere el proyecto.
La esposa del primer ministro Shinzo Abe, Akie, planteó numerosas objeciones a la construcción de murallas de cemento durante una presentación en Nueva York en setiembre del año pasado. Dijo que los muros impedirán que la gente pueda darse cuenta de que se viene un tsunami y que resultará costoso mantenerlos.
“Por favor no sigan adelante, por más de que sea algo ya decidido'', imploró, proponiendo que se busquen soluciones más flexibles. “Me pregunto si construir muros costeros altos para proteger la costa es realmente la mejor solución''.
Rikuzentakata, pequeña ciudad próxima a Osabe cuyo centro fue devastado por el tsunami, está construyendo un muro de cemento alto, pero al mismo tiempo está rellenando la costa de tierra para que quede muy por encima del nivel del mar.
El líder comunitario local Takeshi Konno dijo que ninguna obra eliminará la necesidad de que la gente se proteja a sí misma. “No importa lo que se inventen, no le ganará a la naturaleza. Los seres humanos tenemos que encontrar la forma de convivir con la naturaleza'', afirmó Konno. “Escapar cuando hay peligro; lo más importante es salvar la vida''.