El presidente de la Nación acaba de convocar, luego del proceso electoral, a un encuentro nacional de fuerzas políticas, a la Justicia, el empresariado y el sindicalismo con el fin de generar un ámbito de consensos que hagan viable la reforma del Estado que el gobierno que conduce considera imprescindible para poner a la Argentina en sintonía con el mundo.
Mauricio Macri se refirió a una especie de “reformismo permanente”, es decir, un mecanismo continuo de discusión de propuestas para que éstas tengan su punto de concreción y no sólo se limiten a meras expresiones de deseo, algo a lo que los argentinos estamos bastante acostumbrados.
No gastar más de lo que se recauda, vencer a la inflación para que no siga siendo un instrumento político, ceder a intereses excesivos y dejar de lado privilegios que en muchos casos sólo generan más desigualdad de oportunidades y buscar una mayor calidad institucional fueron las bases sobre las que el Presidente trazó los ejes de su propuesta a los sectores dirigenciales del país.
Entre las convocatorias del presidente Macri la que toma más relevancia, porque apunta directamente a la calidad institucional que se pregona, es la de la dirigencia política en su conjunto.
En el oficialismo son conscientes de que todos los planes tendientes a viabilizar las reformas que Macri planteó como prioritarias en los próximos años se requiere de una dirigencia opositora sólida en cuanto a sus principios retóricos pero, fundamentalmente, consolidada en los preceptos democráticos y republicanos que la Constitución Nacional determina y que es de cumplimiento obligatorio por parte de los dirigentes políticos en uso de la representación del pueblo.
Este gobierno nacional ya tuvo una respuesta favorable al comenzar su gestión, cuando desde las cámaras del Congreso se avalaron medidas económicas urgentes y necesarias para sacar al país del pantano en el que se encontraba luego de finalizada la anterior gestión.
Esa decisión inicial y sus resultados evidentemente fueron reconocidos por la buena parte de la ciudadanía que acompañó al gobierno de Cambiemos con su voto en todo el país el domingo 22 de octubre.
Sin embargo, a partir de ahora, con la convocatoria efectuada por el Presidente de la Nación, el compromiso de la dirigencia política es mayor, porque se supone que de ahora en más el sano y natural juego entre consensos y disensos debería pasar a tener el protagonismo para el que fue creado, que no es otra cosa que balancear desde el Parlamento los posibles excesos a los que pueda recurrir para lograr sus fines el Poder Ejecutivo.
Analistas y pensadores de la realidad nacional han coincidido en estos días que nadie puede asegurar que los objetivos trazados por Macri puedan llegar a destino, pero la sola presentación de un ambicioso paquete de medidas habla de la intención de encarar un camino diferente, que merece la atención de la dirigencia opositora por el solo hecho de que esta vez sí ha sido convocada a participar y tomar decisiones.
Sin ir muy lejos, con el más que discutible impuesto al vino que impulsa la reforma tributaria, una de las propuestas a lanzar por Macri, los mendocinos debemos intervenir decididamente por los carriles de una sana discusión democrática, donde el diálogo fructífero sea capaz de sintetizar los justos requerimientos sectoriales con el bien común, a fin de encontrar la fórmula más beneficiosa para todos.
