El triunfo de Cambiemos como una sólida primera minoría define la estatura política de Macri como líder. Desde la perspectiva de la sociedad confirma que, por lo general, extiende su confianza para los líderes que llegan a la Presidencia al frente de movimientos políticos, en la elección que tiene lugar dos años después de la presidencial. Fue así con Alfonsín en 1985, Menem en 1991, Kirchner en 2003 y ahora con Macri en 2017. Sólo De la Rúa fue derrotado en la primera elección tras llegar al poder en 2001. La comparación muestra que Alfonsín, Menem y Kirchner ganaron con economías creciendo en plenitud, en cambio Macri lo hace con una recuperación incipiente.
Políticamente, es la primera vez que gana la elección siguiente a la presidencial un presidente que no proviene de las fuerzas políticas tradicionales de la Argentina, que son el peronismo y el radicalismo. Puesto en estos términos, el triunfo de Macri en esta elección lo ratifica como un líder político relevante, como han sido, con sus matices y diferencias, Alfonsín, Menem y Kirchner. Pero en una mirada histórica larga, esta elección consolida a Cambiemos como fuerza política nueva con vocación mayoritaria, y esto ha sucedido sólo dos veces en el siglo XX, con el radicalismo al comenzar y con el peronismo al promediarlo.
La elección tiene consecuencias políticas relevantes, más allá de su influencia en el Congreso. La proyección política de este resultado genera la percepción de que Macri puede gobernar ocho años, teniendo la posibilidad de ser reelecto en 2019. Una derrota en esta elección hubiera generado la idea de que gobernaría sólo cuatro. Al ser interpretado el resultado de las PASO como adelanto de la elección, ya antes del 22 de octubre, Macri, Carrió y Vidal hablaron de su reelección. El horizonte político del gobierno así se ha ampliado a ocho años y ello se vincula con el efecto anterior, al dar más certeza para las decisiones económicas.
También es relevante porque el gobierno ha evitado una derrota en la decisiva provincia de Buenos Aires, cuya suerte electoral ha sido decisiva en las crisis que han afectado a los gobiernos no-peronistas desde que existe el PJ. La gobernadora Vidal llega a tener mayoría propia en el Senado provincial y queda con una relación de fuerzas pareja en la Cámara de Diputados. Dada la importancia política de este distrito, ello refuerza al gobierno nacional. El resultado electoral muestra una declinación del kirchnerismo, anulando o reduciendo su posibilidad de ser alternativa de poder en 2019, pese a lo cual Cristina retiene capacidad para perturbar la reorganización del peronismo. Es así como esta elección confirma el resultado de las PASO y afianza al gobierno en lo político y electoral. Pero al mismo tiempo, reduce las dudas hacia el corto y mediano plazo.
Cambiemos, pese a ser una fuerza nueva, ha logrado extender su implante territorial, ganando casi tres veces más distritos que en la elección presidencial. En el Senado, ha sumado aproximadamente diez bancas más y en Diputados veinte. Pero en ambas cámaras queda a una distancia similar para alcanzar la mayoría propia. Se ha tratado de una elección legislativa, en la cual no han estado en juego los cargos ejecutivos provinciales y municipales. Es decir que pese a un resultado electoral contundente, el Ejecutivo no eludirá la necesidad de retornar al "arte del acuerdo", que en 2016 le permitió sancionar ochenta y cuatro leyes negociadas con la oposición. Pero llega a esta negociación desde una posición de fortaleza.
Los gobernadores -Cambiemos tiene sólo cinco de veinticuatro- y los sindicatos peronistas nucleadas en la CGT, son los actores políticos centrales de esta negociación. Ambos han estado en la historia reciente muy atentos al poder. Para negociar con ellos en forma exitosa es necesario saber ganar elecciones. Ya para fines de esta semana, el Presidente ha convocado a los gobernadores a la residencia de Olivos para tener el primer encuentro en la nueva etapa. La agenda es concreta: la distribución de los recursos, no sólo entre el gobierno nacional y las provincias, sino también entre ellas y la provincia de Buenos Aires, gobernada por el oficialismo. En los próximos días, también se retomarán los contactos con la CGT para abrir la negociación en torno a la reforma laboral. El desafuero de De Vido en Diputados es una primera evidencia del cambio de relación de fuerzas en el sistema político y del bajo poder con el cual ha quedado el kirchnerismo.
El peronismo ha tenido una derrota en la elección legislativa similar a la que tuvo en 1985 frente a Alfonsín, pero como entonces, puede ser un error darlo por terminado. Como ahora, el oficialismo le gana en todos los grandes distritos. Entonces el PJ sólo ganó en Tierra del Fuego, La Rioja y Formosa. Ahora lo hace en San Luis, Catamarca, Misiones, San Juan, Río Negro, Tucumán, Chubut, La Pampa y un aliado como es Santiago del Estero, donde también se eligió gobernador. En 1985, Alfonsín gana la provincia de Buenos Aires con el PJ dividido en dos (Cafiero e Iglesias) y ahora ha estado dividido en tres (Cristina, Massa y Randazzo). El peronismo en sus setenta y dos años de historia, fue dado por muerto en varias oportunidades: 1955, 1974, 1983 y en 2002. Con estos antecedentes puede ser prematuro analizar los resultados de la elección legislativa del 22 de octubre de 2017 como el inicio del fin del peronismo. Lo que sí parece claro es que se ha consolidado Cambiemos como nueva fuerza política con vocación mayoritaria.
Desde 1945, la política argentina se organizó en función de un bipartidismo atenuado, con dos ejes: el peronismo y el radicalismo. Ahora, tanto el Congreso como las provincias se organizan en función de dos ejes: el que gobierna, representado por Cambiemos, y el peronismo, que, dividido y sin liderazgo, tiene a los gobernadores y los sindicatos como sus núcleos de poder más importantes. Cabe señalar que la suma del peronismo a nivel nacional supera en 2 puntos a Cambiemos y que en la provincia de Buenos Aires lo hace por 11.
Macri ahora parece dispuesto a aprovechar rápidamente los efectos políticos de la elección y se moverá en consecuencia. Puede imaginarse un semestre muy intenso, entre el último de 2017 y el primero de 2018. Habrá extraordinarias en el Congreso hasta fines de diciembre y también desde el 1 de febrero. Es que los efectos políticos de una elección pueden diluirse o debilitarse. La convocatoria que ha realizado el 30 de octubre en el Centro Cultural Kirchner, a políticos, empresarios, sindicalistas y jueces, es la primera manifestación de esta rapidez.