El momento prohíbe hablar de fútbol. Nadie quiere leer en estas líneas novedades sobre Gutiérrez Sport Club. Todos están, estamos, pendientes de la salud de Bruno Fístori, delantero de 24 años que llegó como refuerzo al “Celeste” para esta temporada, quien sufrió una descompensación durante el pasado lunes y, tras los correspondientes estudios, se oyó el peor diagnóstico: accidente cerebrovascular (ACV).
La historia se dio a partir de una serie de movimientos descordinados por parte del goleador durante los ejercicios físicos, que llamaron la atención del cuerpo técnico y de sus compañeros. Aquella vez el jugador se retiró a su domicilio.
Pero como los mareos y las molestias siguieron, fue derivado a un centro asistencial donde le practicaron estudios y donde se confirmó el ACV. La gravedad del cuadro obligó a internar al jugador en terapia intensiva en el Hospital Italiano.
El panorama hoy es complicado. El cordobés casi no puede hablar, no mueve una pierna ni el brazo y todos los esfuerzos están destinados a evitar que vuelva a sufrir otro ataque similar.
“Si le vuelve a suceder, estaríamos ante una situación irreparable “dijo ayer José Luis, el papá de Bruno, en comunicación con el programa Dos de Punta, que se emite por Radio Andina. “Estoy agradecido por el trato que ha mostrado la gente de Gutiérrez”, continuó.
Las malas noticias continuaron el miércoles cuando el “Flaco”, como lo conocen sus allegados, sufrió un paro cardiovascular que complicó aún más todo. Por eso, los controles son permanentes y todos los esfuerzos están abocados a monitorear la evolución de la lesión, aunque los profesionales de la salud que están constantemente con el jugador no pueden confirmar que recupere sus capacidades para volver a jugar al fútbol.
El tratamiento de recuperación, según dicen, será largo y hablan hasta de por lo menos un año.
A esta altura, poco importa la cuestión deportiva. Bruno, rezamos por vos.
El "Pelado" Molina, todo un ejemplo
En enero de 2009, la vida de Gustavo Molina cambió para siempre. Aquella mañana de verano, el “Pelado” entrenaba como todos los días en el Deportivo Maipú y sufrió un ACV isquémico. Para el mediocampista, destacado a nivel provincial y nacional (jugaba en el torneo Argentino A), el mundo se vino abajo.
Fueron horas, días e incluso meses de tremendo esfuerzo y voluntad para intentar sobreponerse. Su familia fue fundamental en la historia para sacar adelante al volante, que debió reponerse en lo anímico además.
Finalmente pudo volver a jugar aunque ya no de forma profesional. En aquellos días, él dijo: “Me costó volver a jugar. Me exigí físicamente y mentalmente. Me propuse como objetivo avanzar porque veía cómo mi familia se ponía feliz con cada recuperación. Cada logro era importante para ellos”.