Sergio Salgado era el único que creía que su detención era política. De hecho, se había autoproclamado como un “preso político” de Alfredo Cornejo, intentando asimilar su derrotero judicial al de Milagro Sala, quien con más lobby hasta ahora ha tenido menos éxito que el ex intendente justicialista.
La Suprema Corte ayer, al hacer lugar a un recurso de su defensa, abona una extraña teoría por la cual quien descalabra hasta el perjuicio de sus vecinos las finanzas de su comuna y rompe el contrato de custodio del erario público, cuando es denunciado se convierte en una especie de perseguido del sistema, según puño y letra de Omar Palermo y la adhesión de Julio Gómez y Jorge Nanclares. Parecen confundir entre víctimas y victimarios.
Librar 482 cheques sin fondo y haber recurrido a prestamistas para fondear al municipio ante el vaciamiento, convirtieron a Salgado en una obsesión del fiscal y sus denunciantes, razonan. Para ellos tampoco hay “riesgo procesal”, pese a haber permanecido prófugo tres días desde que se libró la orden de detención en su contra. Pero sí le valora positivamente “haberse presentado espontáneamente”. Casi insólito tratándose de un funcionario público.
Lo cierto es que su liberación, en un contexto de recrudecimiento de la desconfianza entre el Ejecutivo y el Judicial, abre un nuevo escenario tanto en la disputa entre poderes como en lo que será el primer test electoral para el gobernador, justamente en Santa Rosa y para elegir al sucesor de Salgado tras renunciar desde la cárcel.
¿Es la liberación de Salgado una “devolución de gentilezas” tras el duro embate de Cornejo, después del aplazamiento que los supremos y el PJ lograron esta semana para el fiscal Sidoti, acusado de mal desempeño en el femicidio de Ayelén Arroyo? El Gobierno así lo cree. Y hasta sostiene que hay una conspiración entre la Suprema Corte y la oposición para hacer la vida imposible al radical. Una relación de mutuo recelo que suma ahora una polémica no por la Seguridad, o las condiciones de detención de los presos, sino en un caso de administración fraudulenta de dineros públicos. Un terreno demasiado pantanoso en el que se esperaría de la Justicia decisiones claras y terminantes respecto del combate contra la corrupción o el despilfarro. Éste no parece ser el caso.
En lo estrictamente electoral, ¿puede la presencia de Salgado mover la aguja en las preferencias de los santarrosinos? También desde la cárcel, Salgado desafió diciendo que si estuviera libre, ganaría nuevamente en su departamento y que su detención se explicaba en el “miedo” que su figura producía a la UCR. Lejos de ver en el imputado ex intendente una amenaza, hay quienes en el oficialismo consideran que su libertad condiciona aún más al PJ de Santa Rosa, que busca recuperar en las urnas un municipio que perdió en Boulogne Sur Mer.
O aún antes, en sus inexplicables trapisondas con plata de todos.
Extra muros, y aunque no pueda ser candidato, ¿se animará a participar de la campaña? ¿Lo dejarán? ¿Podrá su partido superar el turbio estigma que dejó la gestión saliente? Por estas horas, sus abogados le han recomendado silencio y cautela. Dos características poco exploradas para él.