Hace algunos días ha finalizado en Lima, Perú, la XX Conferencia Mundial del Cambio Climático organizada por la ONU. Participaron 11.000 delegados, pertenecientes a 196 países. La opaca delegación argentina estuvo presidida por el poco presentable vicepresidente de la Nación, Amado Boudou.
La ONU viene trabajando en el problema del calentamiento global producido por los denominados gases de efecto invernadero desde comienzos de los ’90. Así fue como en 1992 se firmó la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Luego, en el ’97, se firmó el denominado Protocolo de Kyoto, por la ciudad japonesa donde se concretó, que entró en vigencia efectivamente en 2004.
Este acuerdo es el que está en funcionamiento y cuyo objetivo central es “disminuir el cambio climático antropogénico cuya base es el efecto invernadero”. Por lo tanto, el instrumento para conseguir ese objetivo no es otro que reducir la emisión de gases de los procesos industriales y del uso y consumo de los productos que los contienen. El principal de ellos es el dióxido de carbono (CO2).
El núcleo del problema reside en que, pasadas dos décadas de estas iniciativas, los resultados han sido magros. Mientras tanto avanza claramente el consenso científico, y de las personas comunes, de que el calentamiento global está ocurriendo; y cada día más amplios sectores de la población expresan su inquietud al respecto.
Graves inundaciones, largos períodos de sequía, tifones más intensos y destructivos, retroceso de los glaciares, deshielos en los polos y récord de la temperatura del planeta desde que se mide globalmente.
La situación de grave crisis hídrica que vive nuestra provincia, por falta de nieve y retroceso de los glaciares, deberá sonar como alarma sobre un problema que nos incumbe a todos.
Hay indicios serios de que el año 2014 podría terminar como el más cálido registrado desde el inicio de las mediciones de temperatura en 1880. Esto es una clara demostración de que el calentamiento global es ya una realidad y no la opinión de algunos alarmistas.
El problema para adoptar acciones eficientes que reduzcan la emisión de gases que producen el efecto invernadero es por cierto la inexistencia de un poder que obligue a los países, por lo tanto las decisiones son voluntarias. A ello hay que agregar la complejidad de estas acciones, aun cuando el país resuelva tomar medidas, dada la magnitud de los intereses económicos en juego.
El Protocolo de Kyoto es ejemplo de lo que decimos. EEUU y China, dos de los países que más contribuyen a la contaminación, no lo han ratificado. Argentina sí lo hizo en 2001.
Por otra parte el Protocolo estableció una distinción entre países desarrollados y en vías de desarrollo. Los primeros tenían que reducir las emisiones, en tanto los segundos podían aumentarlas en aras de lograr el desarrollo.
En esta cláusula se han amparado durante todo este tiempo China, Brasil y la India, tres de los seis países con más emisiones de dióxido de carbono. Los otros son EEUU, Japón y Rusia.
El texto aprobado en la XX Cumbre, denominado “La llamada de Lima”, ha eliminado la distinción entre desarrollados y en vías de desarrollo, siendo un importante paso conseguido; otro es que los países se han comprometido a presentar antes de octubre de 2015 compromisos “cuantificables” de reducción de gases invernadero.
El objetivo propuesto por los científicos es evitar que la temperatura ascienda por encima de los dos grados centígrados al final del presente siglo. El problema, se señala con razón, sigue siendo el de la “voluntariedad de las acciones”.
Una demostración de que hasta ahora lo realizado es bastante pobre lo da la propia ONU, que estima que la concentración de gases en la atmósfera ha aumentado 20% desde el año 2000. Sin duda que estamos frente a un problema muy serio, más aún cuando los instrumentos disponibles para encarar la acción colectiva son casi inexistentes.
La Conferencia de Lima ha sido preparatoria de la que se realizará en París a fines de 2015 y que debe reemplazar el Protocolo de Kyoto por uno nuevo. Es de esperar que se logren avances efectivos.